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Antonio Arco
Jueves, 27 de abril 2017, 00:58
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Ha jugado al tenis esta mañana en una pista rodeada de vegetación. En Madrid, donde vive. Ha encontrado en el tenis, que practica a las nueve de la mañana todos los días que puede, un placer a su alcance. Le sirve para desconectar de sí mismo, del mundo, de los infiernos propios y ajenos y del Más Allá, que es toda una incógnita. Es un buen sustitutivo de sus baños en el Caribe, que aprovechaba para nadar y soñar con que era un pez, o un águila imbatible. Carlos Garaicoa, nacido en 1967 y crecido en La Habana vieja, es uno de los artistas cubanos más internacionales y reclamados por algunas de las más destacadas instituciones artísticas. Mañana, en el Espacio 4 del Centro Párraga de Murcia, dependiente de la Consejería de Cultura, el artista inaugura la muestra 'Prêt-à-porter', un viaje íntimo por algunas de sus mejores obras de pequeño formato de los últimos años. Un selecto soplo de inteligencia integrado por una veintena de piezas que proponen una revisión de sus dibujos más recientes, y entre las que se incluye una instalación de 2011 que da título a la muestra. La exposición en Murcia, que podrá disfrutarse hasta el 18 de junio, coincide con la que ofrece el activo centro de cultura contemporánea Alhóndiga Bilbao, en la que, bajo el título de 'Epifanías urbanas', Garaicoa muestra tres espectaculares instalaciones.
Título 'Prêt-à-porter'.
Artista Carlos Garaicoa.
Dónde y cuándo Centro Párraga de Murcia, hasta el 18 de junio.
Inauguración Mañana. 20.30 h.
Organiza Consejería de Cultura.
-¿Suele usted ganar cuando juega al tenis?
-[Risas] ¡Le diré eso de que lo importante, más que ganar, es jugar!
Carlos Garaicoa es un activista del arte como dinamizador de conciencias y sensibilidades, de la reflexión, de la belleza, de mantener vivo el optimismo en el futuro y de sus dos hijos: Rodrigo y Santiago. Si el universal fotógrafo neoyorkino Andrés Serrano -cuyo 'Ecce Homo' de 1988 muestra una imagen de dolor y espanto como pocas veces se ha conseguido-, reconoció en una entrevista con 'La Verdad' desconocer «para qué sirve el arte contemporáneo», el creador cubano lo tiene más claro: «Defiendo un arte, al que me entrego, que se enfrente con seriedad a la realidad y al contexto en el que se desarrolla. No me interesa un arte ajeno a todo, decorativo o tan solo puramente estético. La creación que a mí me importa es la que se preocupa y se vincula con el espacio social, que es donde habitan las personas, y no la que consiste simplemente en producir objetos para ser vendidos y comprados como cualquier otra mercancía en ferias y galerías de arte».
-¿Y la belleza?
-Crear objetos bellos es un claro ejercicio de responsabilidad. Porque la belleza, de algún modo, nos consuela y nos salva. Pero, incluso la belleza en el arte la entiendo como una herramienta al servicio de un objetivo muy valioso: contribuir a que cada vez más haya ciudadanos más educados y más libres; y, sin duda, una buena educación influye en que se sea más libre, más crítico, menos manipulable. No creo que el arte sea inútil, una distracción y nada más. Pienso que tiene la responsabilidad, en nuestra sociedad, de intentar ayudarla reflexionando sobre sus problemas. Si reflexionamos sobre ellos podremos intentar alcanzar soluciones. Estoy convencido de la capacidad educadora y transformadora del lenguaje del arte.
-¿Qué es muy necesario?
-Necesitamos individuos sensibles y librepensadores.
-Ahí está el mundo. Mírelo. ¿Qué es lo que ve?
-El mundo está muy jorobado. Mires donde mires, son todo complicaciones, y creo que todos nos sentimos un poco incómodos. De alguna manera, incluso viviendo aquí, en Europa, estamos expuestos a demasiadas pasiones y problemáticas muy duras: inmigrantes, refugiados, desestabilizaciones sociales, conflictos políticos, crisis económicas... Estoy preocupado, lógicamente, pero no dejo de ser optimista. Trato siempre de buscar soluciones a los problemas, al menos desde la posición en la que estoy. Soy artista, no político, e intento contribuir con mi lenguaje y mis propuestas artísticas. Mi obligación es generar ideas, contribuir a que no las dejemos aparcadas, generar debates constructivos. El arte no propone, ni por supuesto las tiene, soluciones inmediatas a los problemas, pero te ayuda a estar más vivo, a no dejarte vencer. Yo no me dejo vencer.
-¿Qué le resulta alarmante?
-Hay algunas cuestiones que me preocupan sobremanera y que son las que giran muchas veces alrededor de mi trabajo. La primera, las concentraciones de poder en algunas personas y algunos sistemas, que intentan decidir y ejecutarlo todo en función de sus intereses, sin tenernos en cuenta a los individuos; nos limitan y nos coartan las libertades: la de expresión, la de movimiento, la de decisión. Por otro lado, ¿cómo es posible que sigamos contemplando hoy guerras terribles? Guerras -incluida la del terrorismo yihadista, tan peligrosa e imprevisible- que están dando lugar a grandes desplazamientos de millones de personas, realidades para las que no hemos encontrado soluciones dignas e inmediatas, y que están llevando la voz cantante en nuestro mundo presente. Hoy, las cuestiones ideológicas, políticas, tienen mucho que ver con el hecho de que las geografías se estén desdibujando.
-¿Qué observa en la ciudadanía?
-Debido a esta concentración de poderes de la que hablábamos, se genera un mundo de mucha corrupción y de mucha desconfianza de los individuos con respecto a quienes nos gobiernan y deciden por nosotros. Y eso lo estamos viendo claro, por ejemplo, aquí en España, donde vivimos enfrentados a una constante desconfianza hacia las clases dirigentes. Yo, que vengo de Cuba, pensaba que estas cuestiones iban a estar aquí solucionadas, que las democracias europeas eran más perfectas. Pero ahí están los males: corrupción, opacidad, concentración excesiva de poder y capacidad de tomar decisiones por parte de personas que no son las adecuadas.
-Ahí está: es Donald Trump.
-Me quedé alucinado. Jamás pensé que algo así fuese posible, pero está claro que todo es posible.
-Y, en Francia, Marine Le Pen.
-Espero que triunfe la cordura. Estamos viviendo una época muy fértil para los nacionalismos y extremismos de todo tipo, y por tanto hay que estar cada vez más sosegados, ser más inteligentes y tener una mirada muy crítica con nuestro contexto; y generar, si se puede, espacios de belleza en mitad de toda esta realidad. Buscar aire fresco. Yo la encuentro, por ejemplo, en la reflexión, en la creación. Y hallo sosiego en los momentos de reflexión propios a la creación. Aspiro a que nos demos cuenta de la importancia de una educación más completa, más rica, más exigente. Todos deberíamos tomarnos mucho más en serio la educación de nuestros hijos, para hacerlos personas capaces de luchar sin temor por ser seres verdaderamente libres y con una gran capacidad de análisis y de crítica. Como decía José Martí, hay que ser cultos para ser libres. El arte te ayuda a poner la mirada sobre cosas en las que muchas veces no nos fijamos. Y refuerza tu sensibilidad, algo que ayuda a aprender a convivir con sensibilidades diversas y a enriquecerse con las visiones del otro.
Regresos
-¿Qué hay que combatir?
-Uno de los grandes males que hay que seguir combatiendo, porque no han aportado nada bueno a las sociedades durante siglos, son los nacionalismos. Son un gran mal de las sociedades, y lo son en este preciso momento. Hemos visto lo malo de todos los fascismos, y de los socialismos y los comunismos extremos. Lo hemos visto, no consintamos que regresen. Vivimos momentos extremadamente superficiales en los que no se cree en la importancia del pensamiento, en su fuerza. Y también vivimos un momento de extremo mercantilismo, donde el capitalismo ha logrado que se piense que la gran respuesta a todas las preguntas y a todos los problemas está en el dinero, que además siempre manejará una minoría.
-¿Cómo le gustaría que saliese el público que visite su exposición en el Centro Párraga?
-Pensando que de la cotidianidad más inmediata de cada uno se pueden extraer lecciones de belleza y deseos de contribuir a transformar la realidad que no nos gusta. Y, eso me gustaría que pasase siempre, pensando que lo más importante es el respeto a los otros.
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