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Guillermo Rubí, junto a una de las dos reversas intervenidas de un avión MacDonell Douglas que expone en el Centro Párraga.
Impacto en el Párraga

Impacto en el Párraga

Guillermo Rubí expone en Murcia piezas de su compañía de aviación ficticia

Antonio Arco

Viernes, 9 de diciembre 2016, 13:02

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En marzo de 2015, contra todo pronóstico, el copiloto Andreas Guenter Lubitz, de 28 años, en un acto suicida que se llevó por delante a 150 pasajeros, estrelló deliberadamente una nave Airbus 320, de la compañía Germanwings, contra los Alpes franceses. Aprovechando una ausencia momentánea en cabina del comandante Patrick Sonderheimer, que tampoco vivió para dar crédito a tan demoledor horror, Lubitz llevó a cabo el descenso del avión hacia una muerte segura. La noticia, en buena parte por la inquietante y macabra decisión del copiloto, causó un enorme impacto en la opinión pública, sobre todo europea. Ayer, Guillermo Rubí (Palma de Mallorca, 1971) inauguró en el Centro Párraga su exposición 'First time I ever made a mistake in my life', que «explora el concepto de impacto como elemento de cambio y de transformación, como un impacto que hemos de sobrellevar y cuyas consecuencias, a veces, se curan o desaparecen; y otras, en cambio, dejan secuelas permanentes». La muestra incluye dos potentes piezas: sendas reversas de un avión McDonell Douglas 82.

  • Exposición.

  • 'First time I ever made a mistake in my life'. Esculturas, pinturas, instalación.

  • Artista.

  • Guillermo Rubí.

  • Dónde.

  • Espacio 4 del Centro Párraga, en Murcia. Dirección Sergio Porlán.

  • Cuándo.

  • Hasta el 22 de enero.

  • Visitas.

  • De lunes a viernes, de 9.00 a 20.00 horas.

«Decidí intervenirlas», explica el artista mallorquín, «por las características de las mismas: su cometido principal es la ayuda al frenado de la aeronave al aterrizar, para evitar un posible impacto cuando las condiciones de la pista no son las adecuadas; y, a su vez, es una de las pocas piezas que, si durante el vuelo falla, causa que la aeronave entre en pérdida y se estrelle».

La exposición, que se podrá visitar en el Párraga hasta el 22 de enero, tiene su origen lejano en 'The Sound of Impact', un trabajo discográfico de la banda americana 'Big Black' (1982-1987). «En su contraportada», cuenta Rubí, «encontramos textos con fragmentos de las conversaciones entre pilotos y torres de control previas al momento en que se perdía la conexión con la aeronave y que anticipaban un fatal desenlace que se resumía con una misma frase final: sound of impact».

«Para la exposición que presento en el Centro Párraga», precisa, «desarrollo una de las muchas ramificaciones que propone mi proyecto: la que tiene que ver con lo aeronáutico, partiendo del título y la contraportada del disco, que tienen un evidente vínculo con este tema. Fue mi relación personal de amor-odio con el mundo de la aviación lo que hizo que decidiese crear una compañía de aviación ficticia, con todo el diseño corporativo que ello conlleva -nombre de la aerolínea, creación del logotipo, elección de colores y tipografías corporativas y todo lo que la creación de una nueva aerolínea implica-. Utilizo varios de estos elementos para intervenir piezas reales de aviones comerciales».

-¿Arte para qué?

-Mucho antes de convertirme en artista, de forma circunstancial, ya encontraba en mi relación con el arte de los demás, al que me acercaba en parte por una necesidad espiritual, un gran placer. Con el arte se disfruta. Una vez que yo mismo hago arte, doy a través de él rienda suelta a mis necesidades de expresión. Me encantaría poder hacerlo a través de la música, porque soy un músico frustrado [risas], pero sería un desastre. Son varias las disciplinas que, además de la pintura, la escultura y las instalaciones, también me interesan muchísimo: la música, la arquitectura, el diseño...; y las utilizo, principalmente la música, como punto de partida de muchas de mis obras.

-¿Qué no es usted?

-No soy una persona distinta a las demás. Mis preocupaciones son las de todo el mundo.

-¿Y sus obsesiones?

-No tengo muchas, prefiero vivir sin obsesionarme por nada. Tampoco, por suerte, soy una persona que se angustie con facilidad.

-¿No ha sufrido grandes impactos en su vida?

-No, no. Así es que no sé explicar muy bien por qué decidí hace unos años desarrollar un proyecto artístico a partir del concepto de impacto, tanto físico como emocional. Fue algo inconsciente. No me ha sucedido nada impactante que me haya cambiado la vida, ni tampoco he tenido una experiencia intensa de dolor, ni físico ni emocional. He tenido percances, claro, y desencuentros con familiares, amigos, amantes...; nada destacable, ni que me haya marcado. Precisamente por eso, creo que algo que ha podido conducirme a embarcarme en este proyecto es el hecho de que soy muy consciente de que en cualquier momento puede pasarme algo que cambie mi vida por completo, o de forma muy profunda; en un instante.

Vivo siendo muy consciente de que la vida es tremendamente corta y, por tanto, debemos disfrutar de ella al máximo y tener cuantas más experiencias interesantes, mejor. Estar convencido de ello me hace, lejos de deprimirme, ser positivo a la hora de vivir. Para dos días que vamos a estar aquí, aprovechémoslos.

-¿Jamás ha tocado fondo?

-Nunca.

-¿Qué procura?

-Más que juzgar a nadie, ponerme en el lugar de los otros cuando actúan de un modo que no comprendo. Me importa mucho la gente, valoro enormemente las enseñanzas que pueden aportarme. Soy una persona muy reservada, tímida, vivo solo porque me encantan la soledad y la independencia, pero los momentos de mayor disfrute son con la gente.

-¿De qué tiene la suerte?

-Creo en lo que hago y me siento muy cómodo haciéndolo, noto que voy creciendo como persona y como artista. Somos muy pocos los que podemos dedicarnos realmente a lo que nos gusta. Por otro lado, también tengo la suerte de ser una persona que se sabe adaptar a las circunstancias. Saber que es así contribuye a que no me agobie.

-¿Qué ha ido comprobando?

-Que cada uno, en general, tiene lo que se merece.

-¿España también?

-Sí, si España está en la situación en la que está es, al fin y al cabo, porque nos lo merecemos. Si queremos un cambio real, nos debemos esforzar de manera activa para llevarlo a cabo. No va a caer del cielo. No van a cambiar las cosas porque estemos todo el día quejándonos. Me he cansado de tanta queja. Pienso que no solo tenemos que ser más positivos, que es algo muy saludable, sino también mucho más críticos con nosotros mismos. Nos quedamos más tranquilos si nos decimos a nosotros mismos que no tenemos culpa de nada de lo que está pasando, que la culpa la tienen otros. Hemos desterrado la autocrítica. Yo me la autoimpongo. Si una exposición mía, por ejemplo, es un fracaso, lo primero que no descarto es que sea una mala exposición.

Hiperconectados

-Dice usted que le preocupa que, a estas alturas, sean pocas las cosas que nos escandalizan.

-Sí, en nuestra sociedad estamos todos hiperconectados, nos llaman la atención muchas cosas pero, cada vez más, son muy pocas las que verdaderamente nos impactan, nos movilizan. Nos hemos acostumbrado a las salvajadas, a las atrocidades. Venos una decapitación en directo y nos deja fríos. No sé, quizá esta sedación colectiva tenga una parte positiva porque, con lo jodido que está el mundo, si tomásemos clara conciencia de tanta brutalidad a lo mejor no saldríamos de casa. [Siendo un adolescente, a Rubí le marcaron unas imágenes que vio por televisión, las de Robert 'Budd' Dwyer, tesorero estatal de Pensilvania, disparándose en la boca, en directo, después de ser acusado de corrupción en 1987.]

-¿Qué nos propone?

-En cosas que no podemos controlar, que no está en nuestras manos poder manejarlas, como por ejemplo subirnos en un avión, hagamos lo siguiente: respirar hondo y afrontar el vuelo tranquilos, sin pensar que, a lo mejor, el piloto se quiere suicidar y llevarnos a todos con él. Tomémonoslo con calma. Pero en otros temas tenemos que ser más proactivos. Por ejemplo, en el tema de que los menores tengan accesibilidad a todo a través de internet. Que un chaval de diez años tenga acceso a la pornografía más dura es una salvajada. Los padres tienen que implicarse para evitarlo, tienen que actuar; mirando para otro lado no se resuelve nada. Hace un rato estaba mirando por la ventana: había un grupo de menores, cada uno tenía su móvil y todos estaban entretenidos con ellos. Todos mirando el móvil. Me preocupa mucho el tema de cómo estamos educando a las nuevas generaciones.

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