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Mapas sin mundo

PEDRO ALBERTO CRUZ

Domingo, 28 de agosto 2016, 01:02

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«Remember' (2015), de Atom Egoyan, es uno de los filmes más incómodos, cabrones y desasosegantes de los últimos tiempos. El manido pero al mismo tiempo inagotable asunto de Auschwitz y el Holocausto invita siempre a pensar en fronteras nítidas e infranqueables entre el bien y el mal, víctimas y asesinos. Pero, como el director armenio demuestra, una cosa es la verdad y otra el maniqueísmo ramplón en el que se suelen resolver los relatos en torno a este periodo de devastación. Desde fuera todo está claro, nada ofrece la menor duda. Aunque ¿qué es lo sucede cuando la mirada ofrecida es desde dentro, por parte de los escasos y longevos protagonistas que todavía sobreviven? ¿Existen víctimas y asesinos, cada uno en su lado de lo real o, por el contrario, un mismo sujeto puede desempeñar ambos roles? Si el presente ya está mediado por miles de construcciones que, por asimiladas, hemos naturalizado y obviado, ¿qué es lo que sucede con la memoria? Lo vivido no se queda quieto, en un punto fijo. Se transforma, cambia radicalmente su sentido, hasta poder llegar a hacernos vivir lo contrario de lo que vivimos. La experiencia traumática ha difuminado los límites éticos. Y lo que es peor: el discurso que hilvana Egoyan a través de cada una de sus escenas viene a confirmar que el individuo no aprende ni se arrepiente de sus errores. O bien los preserva intactos en su intimidad, o bien elabora estrategias de autoengaño que le permitan transmutar su identidad y dulcificar su pasado. Subjetivamente, este mundo está vacío de asesinos y agresores. La memoria no conoce culpables.

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Me cruzo por la calle con un tipo que viste con una camiseta con la leyenda: 'Habla menos sobre la acción'. Y termino de comprender que el activismo ha muerto y lo ha hecho en forma de discurso. Nuestra cobardía la saciamos con palabras.

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No hay nada más bello que una ciudad vacía. El grado de rozamiento de tu cuerpo contra la mirada de los demás disminuye a un nivel mínimo y las calles dejan de arrancar jirones de tu piel. Caminar no produce heridas.

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La sociedad sufre los periodos de reflexión del mediocre. Porque, en realidad, lo que él entiende como 'reflexión' no deja de ser la reafirmación en su propia incapacidad. Dada la situación, mejor que nadie piense. Los tiempos muertos solo van contra el bien general. Determinados 'egos' no necesitan intervalos de 'recogimiento'.

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Es necesario hacer los placeres tan infinitesimalmente pequeños que ningún gilipollas quepa en ellos y no pueda así joderlos. Microbienestar contra la barbarie.

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En el momento en que la calidad dejó de ser un 'acto de producción' para pasar a ser un 'acto de recepción', esta sociedad abrió un agujero en su capa de ozono intelectual imposible de revertir. A día de hoy, toda la estructura educativa cabe en ese agujero. No digo más.

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A veces deseo con todas mis fuerzas 'ser' de algo en concreto para facilitar mi vida. Pero me resulta imposible: soy de todo y de nada al mismo tiempo. No sé recortar ni totalizar. El pragmatismo no es mi virtud. Estoy condenado a la supervivencia.

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