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Mora, durante la faena a su primero.
Un jandilla soberbio cierra la semana de las lamentaciones

Un jandilla soberbio cierra la semana de las lamentaciones

El último toro de la corrida y del abono fue el de mayores calidades de la semana. Empeño tesonero, pero discreto, de David Mora en una oportunidad única. Corrida de desigual son, con un trabajo seguro de Fandiño y soberbios pases de pecho de Diego Urdiales

Barquerito

Domingo, 28 de agosto 2016, 22:48

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El último toro de la semana, un castaño de Jandilla de infalibles hechuras -un verdadero cromo-, fue uno de los cinco mejores del abono entero, si no el mejor. La semana, que se abrió con un toro excelente de Puerto de San Lorenzo y encaste Atanasio, vino a cerrarse con este último -Marcadito, número 62-, representación viva del encaste original y puro Domecq.

No caben las comparaciones en toros de sangres o procedencias diferentes y tan marcadas, solo que la elasticidad de este sexto jandilla tan de última hora no se había visto en ninguno de los cuarenta y pico toros de la semana. La elasticidad: la prontitud, la fijeza, la manera de repetir, el temple al embestir con vivo son, la nobleza. Dechado de virtudes.

Antes de soltarse el toro rompió un discreto coro de palmas de tango en señal de protesta por el resultado y la tramoya del abono. La ciudad más optimista del mundo, Bilbao, pero con una población taurina en crisis de pesimismo unamuniano. No era la primera protesta de la semana. Sí necesariamente la última.

La bravura tiene efectos curativos, aunque parezca paradoja. Se comió las protestas. El sábado, la faena monumental de José Garrido a un belicoso sobrero de Fuente Ymbro mandó al olvido el resto de corrida y espectáculo, tan pobres. El sobrero de Fuente Ymbro y este sexto de Jandilla tuvieron en común alguna cosa. Para empezar, la procedencia, pues Fuente Ymbro es, de base, una de las partes en que se dividió Jandilla hace ahora veinte años. Las hechuras del sobrero Pegajoso -sienes estrechas, astifino de cepa a pitón, las puntas para arriba- siguen siendo propias de Jandilla, pero menos abundantes de lo que solían.

En cambio, las pintas castañas albardadas, como la de este Marcadito, pasaron a ser más frecuentes en Fuente Ymbro. Los intercambios o préstamos de sementales acaban casi siempre enredados. Una solución al enredo: la traza y la armónica belleza del gran jandilla de ayer es clásica, y no privativa, de cualquiera de las tres ganaderías en que se repartió la de Salvador Domecq hace apenas diez años. Venga a darle vueltas a las hechuras tan descompensadas del toro de ahora y de pronto asoma en Bilbao uno de áureas proporciones y fondo inagotable. No es costumbre premiar con la vuelta al ruedo a toros tan completos si no le han cortado una oreja o dos. Méritos sobrados hizo este jandilla de postre.

La manera de galopar de salida. De galopar y emplearse, porque ya en los lances de recibo de David Mora apretó muy de bravo. Señal de bravura viva hasta el final. Dos puyazos certeros, y en los dos se empleó sin pegar un solo cabezazo, sin quemarse los riñones tampoco. Galope de pura sangre en banderillas, que hizo por precaución tomar el olivo a un rehiletero tan espectacular y seguro como Ángel Otero, que gusta de dejarse llegar de largo y mucho el toro que sea. Antes del salto de barrera, David Mora salió a cortar el toro sin violentarlo.

Estaba cantado que el toro iba a romper desde el primer viaje de muleta y eso pasó. Codicia casi a borbotones, viajes largos y humillados, una forma de repetir rara de ver. Hubo que tomar aire ya en el arranque de una faena cargada de buenas intenciones pero apenas cumplida en una primera mitad de tres apuradas tandas rehiladas en redondo. Dio siempre la impresión de que el toro quería más y no ser soltado antes de tiempo. El son de la faena, con sus pausas, fue decreciente. Pero se arrancó la banda: "Nerva", de Rojas. Con su solo de trompeta. Por la mano izquierda, enganchones de muleta, las calidades del toro no fueron las mismas que por la diestra. La vuelta de Mora a la mano buena fue sin demasiada fe. Costó cuadrar al toro porque no paraba de embestir. No entró la espada. Un aviso después de una media estocada sin muerte. Llegó a levantarse el toro.

Si salen los otros cinco jandillas como ese sexto o parecidos, el signo de la semana cambia de raíz. Pero no salieron. Muy noble el primero, de pinta casi idéntica a la del gran sexto pero no tan bien hecho -más corto, algo más alto de cruz-, pero justo de fuerza, y por eso remataba arriba por sistema. Lo mejor de una faena caligráfica y paciente de Urdiales -demasiados cites a la voz- fueron los remates de pecho, que han pasado a ser parte del repertorio propio.

El segundo, rellenito y carnoso, excesivamente terciado para un Bilbao, fue de una bondad evangélica, el toro de algodón y caramelo, imposible embestidas más pajunas. No es fácil andar sobrado con esa clase de toros sin forzarlos, ni prenderlos en toreo de compás si no se acierta con tiempos y distancias. Dispuesto Fandiño en largo trasteo. Algo frágiles los apoyos del toro. Un extravagante final de manoletinas de rodillas. Un pinchazo hondo, demora ilógica para descabellar.

El tercero, el mejor hecho de los tres primeros, apretó de salida pero se sentó y claudicó después de varas. Lo devolvieron. El sobrero, de Jandilla también, descolgó bien, pero, toro a menos, se fue aplomando y enfriando. Discreto empeño de David Mora. Cuatro pinchazos antes de una estocada. Un aviso. Se marcharon unos cuantos de la plaza. Juagaba el Athletic en San Mamés. Razón de peso.

El cuarto, enmorrillado, uno de los toros más bonitos, se empleó codicioso en el saludo. Lances de Urdiales hasta la boca de riesgo y el toro no se rendía. Un puyazo de dejarse los riñones y una faena muy diligente de partida, como si las cosas estuvieran clarísimas, pero no tanto después. Al toro le faltó el golpe de riñón que se había dejado en la dura vara y, encima de él Urdiales, la falta de espacio fue agobiante. Por la mano izquierda costó estar: se encogía el toro, obligado solo en el cuerpo a cuerpo, Una primera estocada que hizo guardia. Y el refrendo después.

El quinto, colorado de amplia culata, salió con ganas. Fandiño lo violentó en una larga cambiada de rodillas que cortó el galope al toro y lo indispuso. El arranque de faena -en los medios de largo, hasta tres cambiados por la espalda- resultó contraproducente. Cambio de terrenos pero ya estaba cabeceando al toro, metiéndose encima. Antes de pararse, reculó. Y luego de recular, se afligió. En el arrastre, la banda tocó el Joselillo Cruz, tan pegadizo. Con Joselillo y su hierro de sangre Jandilla había comenzado el desfile hace ocho días.

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