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El egiptólogo José Ramón Pérez-Accino, que esta tarde estará en el Centro Cultural Las Claras.
«El busto de Nefertiti no es, ni mucho menos, lo que la gente se imagina»

«El busto de Nefertiti no es, ni mucho menos, lo que la gente se imagina»

El egiptólogo José Ramón Pérez-Accino explica hoy en Murcia el misterio que todavía rodea la tumba de Tutankamón y de la enigmática reina

PEDRO SOLER

Jueves, 4 de febrero 2016, 01:50

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«En los últimos meses, de nuevo, se ha puesto de actualidad el tema de Nefertiti y Tutankamón; pero Nefertiti no es, ni mucho menos, lo que la gente se imagina. Me refiero al busto, al objeto. Los antiguos egipcios no lo consideraron una obra de arte, como sí lo consideramos nosotros. Voy a explicarlo, porque antes del verano se produjo un revuelo, que sigue, porque el egiptólogo británico Nicholas Reeves publicó un informe en el que señalaba la posibilidad de que Nefertiti esté enterrada en la tumba de Tutankamón, más allá de las paredes que ahora se conocen».

  • Qué. Conferencia de José Ramón Pérez-Accino sobre 'Nefertiti y Tutankamón nuevos enigmas para el siglo XXI'.

  • Cuándo y dónde. Hoy, a las 19.30 horas. En el Centro Cultural Las Claras (Santa Clara, 1. Murcia).

Sobre este tema tan antiguo y a la vez tan reciente hablará esta tarde el egiptólogo José Ramón Pérez-Accino (Madrid, 1961) en el Centro Cultural Las Claras, de la Fundación Cajamurcia. Será presentado por Cristina Torres-Fontes, profesora de Historia del Arte, y el oftalmólogo Fulgencio Alemán. «La argumentación de Reeves -añade Pérez-Accino- es francamente buena, de tal manera que las teorías en el estado egipcio corroboran en un 90% que, efectivamente, existe esa cámara oculta que se corresponde con el sepulcro de Nefertiti».

El propio conferenciante, quien ha pasado doce años como profesor de Egiptología en la Universidad de Londres y ahora desempeña la función en la Complutense madrileña, reconoce que para él y para otros entendidos en la materia se trata de teorías «tremendamente sólidas, con lo que Tutankamón y Nefertiti están de nuevo en el candelero, y nos plantean enigmas. Son dos figuras que entraron en nuestro mundo en los años veinte del siglo pasado, y un siglo después todavía estamos tratando la posibilidad de nuevos descubrimientos y el planteamiento de nuevas incógnitas que han de ser esclarecidas a partir de la exploración arqueológica».

Una puerta secreta

Pérez-Accino considera que no ha sido la falta de interés lo que ha impedido la solución definitiva a los problemas que siguen planteados, porque «hay que tener en cuenta que ahora tenemos tecnologías de las que antes no disponíamos. Se ha descubierto, gracias a que ahora sí contamos con ellas, la posibilidad de que detrás de esa pared de la tumba de Tutankamón haya una continuación. El informe del arqueólogo británico está basado en otro informe anterior, hecho por una empresa española, utilizando un escáner de alta resolución que es capaz de encontrar huellas de haber emplastecido una puerta hace siglos. Esto, por supuesto, es magnífico; pero, claro, hace cien años no existían esas tecnologías que, además de servir para otras cosas, también nos permiten grandes descubrimientos con una inversión mínima».

Afirma que hay datos fehacientes, porque si no, «¿cómo se pondría alguien a destruir esa tumba para comprobar si continúa si no se disponen de esos datos? Solo con la información que da una nueva tecnología se permite acometer este proyecto, dañando lo menos posible la estructura ya conocida». Y no niega que «la destrucción de no pocas obras interesantes forman parte de la historia de la ciencia. La arqueología es una ciencia muy reciente, y cómo nosotros tratamos las antigüedades y la información que pueden dar es algo que no se concebía hace un siglo o siglo y medio. Para nosotros es muy fácil decir qué brutos eran, pero también es cierto que nosotros en esa época hubiésemos actuado igual. Lo bueno es ir aprendiendo, y quienes trabajamos ahora con objetos antiguos sabemos mucho más, cómo tratarlos y cómo conservarlos, porque conocemos la importancia que tienen. Y, aunque no sepamos interpretarlos, es necesario conservarlos, porque es posible que en el futuro sí habrá quien los sepa interpretar».

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