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Paco Ureña coloca una gran estocada a su primero, ayer, en la plaza de toros de Vista Alegre, en Bilbao.
Gran tarde de Ureña ante los 'victorinos'

Gran tarde de Ureña ante los 'victorinos'

El torero lorquino triunfa en el cierre de Bilbao al cortar dos orejas, una a cada toro de su lote. Compartió cartel con Rafaelillo, que perdió los trofeos con la espada tras firmar dos buenas faenas, y Manuel Escribano, que paseó un apéndice

BARQUERITO

Lunes, 31 de agosto 2015, 00:34

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Los seis toros de Victorino galoparon de salida. Lo seis fueron saludados con fuertes aplausos. No solo por el galope casi felino del toro de sangre Saltillo. También porque, no siendo corrida pareja, sí lo fue de buenas y serias hechuras. Más ofensivos los tres últimos que los tres primeros. Todos salvo el tercero, aplaudidos en el arrastre.

Con fuerza los dos primeros, que sirvieron el espectáculo que siempre se espera de un 'victorino' legítimo: correa, listeza, prontitud, movilidad, combatividad, una gota o dos de fiereza. La palma de las palmas se la llevó el quinto, que fue el toro de la corrida, el que más de verdad apretó en la primera vara, el de mejor salida del caballo y también el más complejo y mutante.

La espada fue filtro y catalizador de los premios. Sendas orejas para Ureña por dos estocadas del torero lorquino, que fue el triunfador de la tarde: la primera soltando el engaño, la segunda muy de ley al sexto tras una faena meritoria aunque con altibajos. A ese último toro de la semana lo toreó de capa el de Lorca con estupendo son. El tercero fue el de peor nota: revoltoso, sin golpe de riñón, claudicante, medios viajes arrepentidos. No fue toro listo, sin embargo.

Con la baja por lesión de Ferrera, entró de sustituto en el cartel Rafaelillo. Es probable que nunca hayan coincidido dos matadores murcianos en Bilbao en una misma terna. Rafaelillo no tuvo la fortuna de matar como Ureña -un pinchazo, una entera a capón y atravesada y dos descabellos en el primero, una estocada traserísima y un descabello en el cuarto- pero justificó su papel de torero de reemplazo, pues el toro que partió plaza fue, con el segundo, el que más tuvo que torear: pegajoso, buscó, tobillero, gatitos en la barriga, ganas de pelea. Pelea hubo y la acabó ganando Rafaelillo al descubrir que el pitón izquierdo del toro era un filoncito, hasta que se indispuso el toro y soltó un trallazo. Hubo muletazos a cámara lenta, que son especialidad de este Rafaelillo refrescado con las ganaderías duras. Y hubo, además, cabeza para medir faenas -esa primera y la del cuarto- e improvisar sobre la marcha. También el segundo fue toro celoso y por eso Manuel Escribano decidiría muletear más en línea que hacia dentro. Pero hacerlo con guante de seda. La misma manteca que gastó con el quinto. Serio trabajo, faena bien resuelta, de torero con sitio y fe. Está echando un verano extraordinario y eso se dejó notar. Una estocada trasera al segundo intento y rueda de peones.

No hubo faena, salvo la última, que no pasara de los diez minutos. Ni ninguna, salvo la del tercer toro, que no tuviera compañía de la música, que a veces se come faenas y adormila a la gente. Sin música, la faena de Rafaelillo al cuarto -cadenciosa, descarada, segura en el arranque- calentó al público. Cuando atacó la banda, se apagó el efecto. Salvo en un adorno de abanico y desplante. El único abanico de una semana de tanto calor.

El quinto toro sorprendió al banderillero Juan José Domínguez cuando trataba de abrirlo antes de que Escribano citara para un segundo par de banderillas. Con la sorpresa, una cogida que se saldó con una cornada más aparatosa que grave y una tremenda paliza. La de Escribano fue una faena de muy buena nota. Por su rigor: ajuste, calma, dominio, sentido del temple, ritmo. Una de las tres mejores de la semana.

Como conviene con los 'victorinos' prontos y agresivos, Escribano se salió de las rayas sin demora y en dos primeras tandas casi en los medios le perdió al toro pasos pero en muletazos encadenados. Notable sosiego. El quinto sentido de la bravura percibe justamente eso. En la tercera tanda ya estaba el toro embistiendo por derecho y Escribano toreando con mayúscula autoridad. Antes de montar la espada, cinco o seis muletazos de lógica y rica composición. Escribano es muy seguro con la espada, pero se le fue la mano en esta baza. Una estocada demasiado caída y sin muerte. Dos descabellos. Magro premio: Escribano solo salió a saludar hasta las rayas.

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