Borrar

Pastora Vega

«Como actriz, he aprendido a tirarme a la piscina y a intentar ponerme un techo». La actriz protagoniza el sábado en El Batel de Cartagena junto a Lolita y María Galiana 'La Asamblea de las mujeres' tras su estreno en Mérida

Rosa Martínez

Martes, 25 de agosto 2015, 12:18

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Diez funciones y más de 30.000 espectadores. Desde el estreno, hace apenas dos semanas en el teatro romano de Mérida, solo han recibido «aplausos, aplausos y más aplausos». Lo dice Pastora Vega (Madrid, 1960), testigo privilegiado de la sonrisa alegre y cómplice con la que el público le ha obsequiado en cada final de 'La Asamblea de las mujeres'. A ella y a todo el elenco de actores que forma este montaje con el que Juan Echanove (actor y director madrileño) ha batido el récord de espectadores en el festival de teatro clásico emeritense, y en el que desfilan con brío Lolita Flores, María Galiana y Concha Delgado, entre otros. La obra, escrita por Bernardo Sánchez a partir del texto de Aristófanes, se podrá ver el sábado en el Auditorio El Batel de Cartagena.

-¿Qué ha aprendido?

-Como actriz, a tirarme a la piscina, a intentar ponerme un techo, que es lo que nos han enseñado con esta obra con la que ahora vamos a Cartagena; a tirarnos, a hacerlo grande, a hacerlo verdadero, a conectar con el público desde otra manera de contar.

-¿Y lo consigue?

-Cuando Juan [Echanove] me llamó y leí el texto me pareció un poco fuerte todo, no veía el cómo. Él me contaba cosas, me hablaba de las chirigotas de Cádiz, pero yo no entendía nada. Hasta que empezamos. Fue cuando vi la respuesta del público, cuando empecé a encajar todas las piezas. Ahora, cada día valoro más la dirección de Juan, su propuesta y lo que él tenía en la cabeza.

-¿Le costó decir que sí?

-No, no lo dudé. Juan me dijo: 'Vas a trabajar conmigo en Mérida', y acepté. Ni siquiera sabía que sería con esta obra.

-Así, a ciegas.

-A mí si Juan me dice que me tire por un barranco me tiro. Bueno, no tanto [Ríe]. Juan y yo tenemos una relación muy buena, sé que si me propone algo es porque cree que puedo hacerlo. Así que al principio siempre digo que sí.

-¿Qué le costó?

-El tono y el registro son muy neorrealistas, muy hacia afuera, con momentos casi de cabaret. Yo eso no lo había hecho nunca, y menos en teatro, así que era un reto. Un reto por un lado apetecible, porque son dos personajes [interpreta a Clytia, disfrazada primero de hombre, y más tarde asume el papel de una prostituta], y por otro tenía nervios.

-¿Ha logrado vencerlos?

-He confiado plenamente en Juan, y bueno, también en Pedro Mari [Sánchez, interpreta a Blípero en el montaje]. La compañía está llena de sabios y eso te da mucha confianza.

-¿Qué ha sido una sorpresa?

-El estreno en Mérida. El día del estreno no nos lo podíamos creer. Estábamos todos levitando. Siempre piensas en cómo te gustaría que fuera ese momento, siempre sueñas, pero los estrenos son muy complicados. Es como el día de un parto, y más en Mérida.

-Y...

-Fue el estreno soñado. A partir de ahí lo único que hemos recibido son aplausos, aplausos y más aplausos. Aunque también quejas de quienes no lo han podido ver porque estaba todo lleno.

-¿Cómo se siente en el escenario?

-Muy bien. Estoy rodeada de gente con mucho arte, con mucho talento y con mucha gracia, como Lolita, que es como una hermana; y con María Galiana, a la que conozco desde hace 14 años. La única a la que no conocía era a Concha Delgado [Lavinia, en la obra] y ha sido un descubrimiento: no puede ser más entregada, más trabajadora, más dulce, más mona, y así, es un lujo. Imagínate, el público esperándote con una actitud super positiva, y encima tú, rodeada de gente a la que quieres y a la que admiras, ¿qué más puedes pedir? No se puede pedir más.

-¿Cómo son las mujeres de esta asamblea?

-Son unas mujeres en el fondo muy graciosas. La gente se muere de risa con ellas, pero esa risa está siempre mezclada con otra más cómplice porque decimos cosas muy gordas y muy potentes que son de total actualidad.

-Hablan de derechos y de lucha por la igualdad.

-En esta obra hay muchas lecturas, y a estas mujeres también se las puede leer de muchas maneras, sobre todo a Praxágoras [Lolita Flores], que es la cabecilla y la que dibuja cómo sería una sociedad mejor, gobernada por mujeres en vez de por hombres. Ahí hay mucha verdad y mucho sentido del humor.

-¿En qué no ha avanzado todavía lo suficiente la mujer?

-Hemos hecho muchísimo, pero nos queda también mucho por hacer. La mirada que hay sobre la realidad es masculina, y tenemos que tener en cuenta que el mundo está formado por hombres y mujeres, con sus cosas iguales y sus cosas distintas, pero eso no está instalado. A las mujeres nos sigue costando mucho más, seguimos ganando mucho menos y solo hay que ver los índices de maltrato de género; la mayoría de víctimas son mujeres, no hombres. En mi oficio, cuando tienes 40 o 50 años, que nos escriban personajes con enjundia, importantes, activos, protagonistas, es muy difícil. La mayoría son personajes masculinos y todo eso se traslada también a la vida de las parejas. Un hombre ya con una edad puede ser objeto de deseo y estar con una mujer 30 años más joven; al revés es muy difícil encontrar una pareja estable.

-¿Se considera feminista?

-Hay mucho por hacer para que la mujer esté revalorizada y reconocida y tenga más oportunidades y derechos en todos los aspectos de la vida. Iguales no podemos ser. Lo importante es convivir con la diferencia, tanto de sexo, como de cultura, como de tradiciones o de razas. Creo que hay que saber convivir en la diferencia. Ese sería mi eslogan: convivir en la diferencia, respetándose, que por el hecho de ser mujer o por pertenecer a una raza no te corten las alas y tus derechos. Si eso es ser feminista, pues lo soy.

-¿Y luchadora?

-Sí, soy una mujer valiente, en el sentido más amplio de la palabra. Valoro mucho las cosas y me gusta vivir la vida en cada momento con lo que toca. Cuando creo en algo o en alguien, me vuelco.

-¿Qué le da fuerzas?

-La ilusión de contar. En el caso de mi oficio, de contar historias; de ser un vehículo para emocionar a los demás. Da igual qué emoción sea: la risa, el llanto..., todo eso me mueve. La comunicación es otra forma de amor y el amor es el motor de todo.

-Ha dicho que el teatro es su espinita.

-Sí, pero me la estoy sacando. Cuando empecé, con veintipocos años, no tuve la oportunidad de formarme en el teatro, que para mí es la gran escuela. Creo que hubiera aprendido un montón si en vez de ser esta mi sexta obra de teatro hubiese sido la decimosexta, pero la vida viene como viene y hay que aceptarlo.

-¿El teatro rejuvenece?

-Depende cómo lo vivas. A mí me divierte porque es como jugar y seguir jugando, explorando, pero si no estás a gusto con lo que haces, es muy duro. Supongo que llega un momento en el que después de hacer muchos personajes ya no quieres más. Yo, sin embargo, estoy como una niña pequeña, con la inocencia de cuando uno empieza. En ese sentido sí rejuvence.

-¿Qué le han dicho sus hijos? [Tiene dos, uno de 27 y otro de 13 años]

-Están encantados. Vinieron a verme el último día de Mérida y me han dicho: 'Mamá, hemos flipado contigo'. Están muy orgullosos.

-¿Y usted, cómo se ha visto vestida de hombre?

-[Risas] ¡Tenemos unas pintas tremendas! Eso me hace mucha gracia, me lo paso muy bien porque esto de hacer el payaso no lo había hecho mucho. Al principio me preguntaba que cómo iba a ir vestida de hombre con esas barbas, y encima un hombre rubio, yo que soy la típica morenaza, pero ahora muy bien, la verdad.

-¿El público se va a sorprender?

-Sí, y además gratamente. Es una función que transmite alegría a pesar de la crítica y de poner los puntos sobre las íes sobre cómo está Europa y cómo está todo de mal, pero bueno, vamos a reírnos y a no perder nunca el sentido del humor y las ganas de celebrar la vida.

-¿Cómo ve usted Europa, el mundo?

-Hay momentos en que lo veo todo muy negro. Me digo: 'No hay solución, todo es mentira'. Estamos todos un poco decepcionados, los indigandos seguimos indignados y pensando que tiene que haber una solución a todos los niveles: local, continental y mundial, pero a veces lo veo todo muy complicado. Otras, intento pensar que hay cosas y gente por las que merece la pena luchar. Estamos en un momento con muchos cambios. Me preocupa el mundo que pueda encontrar mi hijo pequeño, por ejemplo, pero supongo que como a cualquier persona llena de sensatez. No quiero hacer un análisis de la situación política; yo voto, y pienso que los cambios que están habiendo son buenos, si no, apaga y vámonos.

-¿Conoce Cartagena?

-Mentiría si dijera que sí. Estuve hace unos años pero muy poco. Ahora estoy deseando conocer ese espacio tan sigular en el que vamos a actuar y ver qué se siente.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios