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LA COLUMNA GASTRONÓMICA

Comer en compañía

MARTA GARAULET MIEMBRO DE LA ACADEMIA DE GASTRONOMÍA DE LA REGIÓN

Lunes, 5 de enero 2015, 11:21

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En un congreso de nutrición y alimentación celebrado hace tiempo, uno de los ponentes comentaba en su charla el enorme parecido entre la conducta alimentaria del hombre prehistórico y el hombre moderno: «Nos asemejamos al hombre de Cromagnon. Éste, una vez que atrapaba a su pieza, se refugiaba en su cueva, solo, a comer con las manos el alimento que constituía su sustento energético». En la actualidad, muchos de nosotros nos dirigimos a la cocina donde, una vez preparado un bocadillo, hamburguesa o trozo de pizza, nos refugiamos en nuestra habitación, delante del ordenador a comer, aislados ,la 'pieza' de alimento.

No es exagerado, aunque lo parezca. En español, 'comer' lleva el prefijo 'com', indicando que es un acto en compañía, a diferencia de la italiana 'mangiare' o de la francesa 'manger'. Sin embargo, actualmente tendemos a comer solos, ante el ordenador o la tele, lo que influye negativamente sobre el grado de obesidad. Durante mis frecuentes estancias en Estados Unidos, observo que en mi laboratorio de la Universidad de Tufts, en Boston, en la mayor parte de sus catorce pisos dedicados únicamente a la investigación en nutrición, la mayoría de sus investigadores comen en soledad. Allí sacan su plato de comida preparada. Constituida mayoritariamente por alimentos susceptibles de comerse sobre un teclado que, además, es plano y de goma, para poder limpiarlo fácilmente de los restos de comida. Sin parar de teclear comen alitas de pollo, hamburguesas o algún sandwich adquirido en los múltiples establecimientos próximos de comida rápida. Todavía es más dramático que en muchos lugares del mundo los adolescentes, aun viviendo con sus familias, suelen comer solos.

Un estudio publicado en 'Journal of the American Dietetic Association' ha establecido los efectos positivos de comer habitualmente en familia durante la adolescencia. La investigación recopiló los datos de los jóvenes en dos fases. Primero, se anotaron los hábitos alimenticios de 3.074 chicos de Minessota mientras vivían con sus familias. Después, tres años más tarde, contactaron con 2.513 de estos individuos para examinar los cambios producidos en sus patrones alimenticios al independizarse. Las estadísticas mostraron que aquellos adolescentes que comían con su familia a menudo consumieron posteriormente más frutas y vegetales.

Te animo a hacer al menos una comida diaria en familia. Ya sé que a veces no resulta fácil, pero es importante.

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