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Tras la I GM, cuatro grandes imperios dejaron de existir: El Austro-Húngaro, el Alemán, el Imperio Otomano y el ruso
El nuevo orden surgido del caos y el horror

El nuevo orden surgido del caos y el horror

Hasta 1914 las potencias europeas dominaban el mundo. Desgastadas por la guerra, en 1918 quedaban relegadas a un segundo nivel

Manuel MONTERO

Viernes, 25 de julio 2014, 03:44

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A finales de julio se celebrará el centenario del comienzo de la Gran Guerra. Antes, el 6 de junio, se conmemorará el 70 aniversario del desembarco de Normandía, el principio del fin de la SGM. En medio, hubo tres densas décadas marcadas por las tensiones bélicas que se sucedieron casi sin solución de continuidad. Fueron las mayores catástrofes humanitarias de la Historia, produjeron grandes cambios y gestaron un mundo nuevo. Su resolución sigue siendo el acontecimiento fundacional de nuestra época.

El año 1914 marca una línea divisoria en la Historia de Europa, un corte profundo y sin parangón. En la guerra de masas se enfrentaron potencias modernas, pero con ella quebró el optimismo que desde la Ilustración acompañaba a la cultura occidental. Se descubrió que persistían las brutalidades en unas sociedades que se sentían cultas y civilizadas.

Hubo más cambios. Hasta entonces las potencias europeas dominaban el mundo. Desgastadas por la guerra, en 1918 quedaban relegadas a un segundo nivel. La vitalidad económica de EE UU comenzaba a traducirse en la superioridad internacional. Había cambiado profundamente el mapa de Europa. Desaparecieron cuatro imperios: el de Austria-Hugría, el Reich alemán, el ruso y el turco. Surgieron nuevos estados, vertebrados en torno al principio de las nacionalidades, muchos con serios problemas internos por su complejidad étnica interna. Otra novedad condicionó el resto del siglo XX: con la Revolución rusa de 1917 surgió un nuevo modelo socioeconómico.

Pero los cambios políticos implicaron a todos los beligerantes. El Estado asumió nuevas funciones para encauzar la producción hacia las necesidades bélicas, y algunas de las novedades serían irreversibles, como la mayor intervención estatal en la vida económica. También avanzaron los conceptos democráticos.

No valían ya las restricciones del voto, una vez que se había exigido a todos la inmensa cuota de sangre que supuso la guerra. Fue imparable el avance del sufragio universal e incluiría el voto femenino, tras la masiva incorporación de la mujer al mundo del trabajo, por las necesidades bélicas. Entre 1918 y 1920 lo implantaron Irlanda, Polonia, Rusia, Alemania, Holanda, Suecia, Austria, Hungría, Checoslovaquia, parcialmente el Reino Unido...

No cabía una paz parcial

Se creó la Sociedad de Naciones, la primera organización internacional que quería garantizar la paz. Sin embargo, el Tratado de Versalles que puso fin a la Gran Guerra cerró mal las heridas y creó en Europa el caldo de cultivo para los totalitarismos. Llevaba en su seno el germen para otro conflicto a escala aun mayor. La humillación de Alemania, con la obligación de onerosas reparaciones, permitió que aflorasen los revanchismos.

En la SGM todas las naciones implicadas combatieron hasta el final. No pensaron nunca en un armisticio como el de 1918. No cabían paces parciales. Fue todo o nada: ideologías buscando la aniquilación de las otras, sistemas sociales y políticos que se jugaban su supervivencia, naciones que si perdían quedaban esclavizadas o destruidas.

Tras la victoria aliada hubo cambios en el mapa de Europa y más de veinte millones de desplazados por la modificación de fronteras y la expulsión de minorías. La guerra apuntaló a los EE UU como principal potencia y debilitó a los europeos, cuyos imperios se volatilizaron. También provocó la emergencia de la URSS, que lideró un bloque de estados comunistas, básicamente los que había ocupado.

La IGM no pareció resolver ningún problema, pero esto no sucedió después de 1945. Los nuevos conflictos serían ya distintos a los que se habían dirimido en la contienda. Tras los enormes costos de la guerra se producía la estabilización política de Europa, al tiempo que se extendían en Occidente las democracias, que hacia 1939 habían quedado circunscritas a apenas media docena de países. Con el desprestigio rotundo de los fascismos, llegaron un sistema internacional presidido por la ONU, el triunfo de una economía liberal sin intervencionismos totalitarios y la aspiración a que se desmantelasen las barreras nacionales.

Se abrió una larga etapa de paz y asentamiento democrático, pese a sus déficits. En 1945 se cerró el ciclo histórico que se había abierto en 1914. De forma sangrienta gestó el orden político e internacional en el que seguimos reconociéndonos.

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