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Agentes de la Brigada de Policía Judicial de la Guardia Civil recogen pruebas a las puertas de la discoteca Caracas, donde se produjo la pelea.
Una reyerta a golpe de hoz se salda con un marroquí muerto y dos españoles heridos

Una reyerta a golpe de hoz se salda con un marroquí muerto y dos españoles heridos

«¡Llévame al hospital, que me ha matado!», exclamó uno de los implicados tras recibir una puñalada que le afectó a un pulmón

Jorge García Badía

Sábado, 29 de agosto 2015, 00:31

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Una larga madrugada de drogas y alcohol terminó ayer teñida en sangre, a golpe de hoz, en el polígono industrial de Los Alcázares. Una pelea a las puertas de la discoteca Caracas acabó de la peor manera, con un hombre de origen marroquí fallecido y dos heridos de gravedad. Uno de ellos, un joven de etnia gitana de 20 años, que fue operado ayer de urgencia en el hospital Los Arcos del Mar Menor por una perforación de pulmón y una bisección aórtica. «¡Llévame al hospital, que este me ha matado!», le dijo el joven Juan U.A. a su primo, José Antonio U.H., de 35 años, después de la sangrienta refriega que mantuvieron contra unos marroquíes pasadas las seis de la mañana.

Otro de los magrebíes salió aún peor parado que el joven gitano, ya que falleció nada más llegar a la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Los Arcos.

La tragedia se había fraguado apenas un rato antes, cuando la discoteca Caracas había echado ya el cierre, a las 5 de la madrugada, y el personal del local se había marchado unos veinte minutos después. En la árida soledad del polígono industrial, a la hora en que despunta la primera luz sobre los cierres metálicos, un empleado de un taller cercano vio de lejos una trifulca entre tres hombres, junto a los que estaban dos mujeres, alrededor de dos coches. «Levantaban la voz y se iban poniendo agresivos», cuenta el obrero, que divisó la escena al final de la calle.

Eran las seis de la mañana, la hora de entrada al trabajo cada sábado en el taller, y no habían pasado más que 25 minutos cuando sonó en el Centro Operativo de Emergencias Municipales (Cecopal) una llamada de auxilio, breve pero alarmante: «Hay dos heridos; uno sangra mucho, le han apuñalado con una hoz». Se trataba del joven gitano de 20 años, que en ese instante se desangraba tendido en el suelo de la calle Isaac Peral.

Sin poder hablar, con los ojos vidriosos y la mirada perdida lo encontraron los agentes de la Policía Local de Los Alcázares. Cerca de él, apoyado en la valla de la discoteca, trataba de reaccionar su primo José Antonio, con el ojo derecho completamente cerrado e inflamado, el rostro lleno de moratones y un intenso dolor en la cara por la paliza recibida de sus agresores.

La ambulancia de Protección Civil de Los Alcázares trasladó a ambos primos heridos al hospital costero. Mientras José Antonio se recuperaba ayer de las heridas en el hospital Virgen de La Arrixaca de Murcia, su primo se debatía aún entre la vida y la muerte en la Unidad de Cuidados Intensivos de Los Arcos.

El cuerpo del marroquí fallecido ya no se encontraba en el lugar de la disputa cuando llegaron los agentes, porque sus propios amigos lo habían subido a un vehículo con dirección a Los Arcos en un último intento de salvarle la vida. Nada pudieron hacer por él, ya que falleció poco después en el centro hospitalario. La herida que recibió con una hoz de siega lo sentenció a muerte.

Un calentón mortal

Tras la primera impresión policial, que apuntaba a un ajuste de cuentas, se empezó después a barajar el supuesto de que todo había sido desencadenado por un enfrentamiento puntual, que tuvo su origen esa misma mañana en la puerta de la discoteca. Un calentón entre los gitanos y los marroquíes que acabó de la manera más trágica, o al menos así se deduce del testimonio de una joven que presenció la trifulca.

Dicha testigo aseguró a los policías locales que cuatro o cinco magrebíes se encontraban «metiéndose rayas de cocaína en el capó del coche de uno de los gitanos», al parecer un conocido vecino de Los Pozuelos, el barrio de Santiago de la Ribera, famoso por sus 'supermercados de la droga', según fuentes cercanas a la investigación.

La presunta actitud insolente de los marroquíes encolerizó a José Antonio, que les amenazó: «Como saque la herramienta que llevo en el coche...». Así se lo repitió hasta en seis ocasiones, sin respuesta alguna de los marroquíes, que seguían a lo suyo con la droga. Dicho y hecho, el hombre se dirigió a su coche, lo desplazó unos 90 metros en la misma calle y volvió con una hoz de siega y un bastón con flecos, que presuntamente empleó para comenzar la agresión.

Pese a que José Antonio habría sido el primero en atacar, los investigadores no saben si fue él o Juan el autor material del homicidio. Los marroquíes respondieron lanzando piedras contra ellos y su coche que, tal y como los policías pudieron comprobar después, presentaba cristales rotos y marcas de pedradas, e incluso uno de los proyectiles alojado en el asiento trasero, además de huellas de manos ensangrentadas en el volante y en el resto del vehículo.

La corvilla cambió de manos

Cuando el marroquí ya había recibido las heridas mortales propinadas con la corvilla, y según fuentes policiales, los amigos le arrancaron presuntamente a los agresores esa herramienta, convertida ya en arma letal, e intentaron devolverles el golpe. Su traslado urgente no impidió que el marroquí falleciera a los pocos minutos en Los Arcos, donde sigue ingresado en la UCI el joven Juan. Su primo José Antonio, con mejor pronóstico, se recupera en La Arrixaca. Un cuarto herido leve recibió ayer el alta médica. La Policía Local cree que podría haber más implicados en la pelea y ha activado la alerta a todos los agentes de la comarca del Mar Menor. La Guardia Civil también se ha movilizado con el fin de proceder a la detención de todos los iparticipantes en la reyerta.

Agentes de la Brigada de Policía Judicial de la Benemérita acordonaron ayer el entorno de la discoteca. Después de tomar declaración a los testigos, inspeccionaron la zona y señalizaron las posibles pruebas, un puñado de vidrios rotos de botellas y numerosas manchas de sangre.

Las salpicaduras rojas llegaban a la puerta de una empresa contigua, que trataba de funcionar ayer con normalidad. Algunos trabajadores de almacenes y talleres de los alrededores de la discoteca aseguraron que no es raro que los fines de semana amanezca la calle repleta de cristales rotos y con los restos de alguna pelea de trasnochadores. Eso sí, ninguno recordaba incidentes con resultados tan trágicos como el de la madrugada de ayer.

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