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La edil del IUMA, María Dolores Saurín (c), ayer, hablando con Sarah y Mónica, dos residentes extranjeras que vieron cómo los muros perimetrales de sus dos chalés en el paraje de Los Uliques, de la pedanía de Macisvenda, quedaban reducidos a escombros por la fuerza del agua que arrastra la rambla de la Boquera.
«It is like a tsunami»
ABANILLA

«It is like a tsunami»

El Ayuntamiento estudia pedir la declaración de zona catastrófica para las pedanías altas, donde residen algunos extranjeros, por la tromba de agua

Jorge García Badía

Miércoles, 24 de septiembre 2014, 02:05

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Muchas horas de sol, buen clima, temperaturas agradables y una vista privilegiada del inconfundible paisaje árido de Abanilla. Eso fue lo que compraron un veintena de residentes ingleses, alemanes, belgas y holandeses, que se instalaron hace años en el paraje de Los Uliques, en la pedanía de Macisvenda. Pero el pasado lunes conocieron la letra pequeña de sus contratos de compraventa que superan los 150.000 euros: sus chalés fueron construidos sobre la rambla de la Boquera. «It is like a tsunami -esto es como un tsunami-», no paraba de repetirse ayer Sarah James.

Lo hacía sin llegar a entender cómo el agua que arrastró la rambla el pasado lunes, arrancó de cuajo el muro perimetral de su vivienda, llevándose su furgoneta, su todoterreno y esparciendo parte del mobiliario de su terraza campo a través. «Si los constructores me hubieran dicho que aquí había una rambla, no me compro la casa», lamentaba Sarah. Su marido, Glenn Brown, al contemplar el vídeo que grabaron mientras el agua alcanzaba un metro de altura, impidiéndoles abandonar el chalé durante una hora, exclamaba: «¡This is a fucking crazy!» -esto es una puta locura-.

En la grabación se escucha gritar y llorar a este matrimonio británico, porque, entre otros motivos, el agua también dejó aislada a su vecina belga del número 18, Mónica Dupont. «Ellos me decían que cruzase hasta su casa. Estaba sola, caía mucho granizo, se fue la luz, no tenía cobertura en el teléfono y el agua superaba el metro de altura en el sótano, no podía salir. Me refugié en la terraza porque la lluvia hizo saltar el lavabo y los grifos», rememoraba ayer Mónica.

Chapurreando castellano reconocía que «sentí miedo por mi vida», sobre todo, cuando vio cómo el torrente de agua que bajaba desde la Sierra de Barinas por la rambla arrastró el pesado muro de su chalé de 40 metros de largo y dos de alto. Su marido, el alemán Uwi Bernhardt, explica que «después de abandonar mi puesto de trabajo en Rojales, cuando llegué no podía subir con el coche y entré a por mi mujer andando por los bancales, el agua iba con mucha fuerza. Este desastre de la 'gota fría' no lo conocía».

Uwi no dejaba de enseñar ayer las fotos de cómo estaba su enorme jardín que durante dos meses decoró con palmeras, geranios, goteo, grava y mobiliario entorno a la piscina, que ayer estaba llena de lodo. Solo entre la casa de Sarah y Mónica los daños superaban 50.000 euros. Paco Pacheco, perito de Allianz Seguros, resumía que «esto lo tramitaremos de urgencia, no es un siniestro corriente».

Un panorama que se repetía en el resto de chalés de estos residentes extranjeros de Macisvenda, que incluso vieron cómo el temporal arrancó algunas puertas metálicas. Sin olvidar un boquete de dos metros de largo y un metro de profundidad en el camino de acceso a la casa de una pareja que se está casando en Las Vegas, y que será el regalo de bodas que se encuentra a su regreseo a Abanilla.

Incomunicados y sin luz

Estos agujeros se repetían ayer en los caminos que circundan el paraje de Los Uliques. De forma que esta comunidad de residentes extranjeros no podían moverse ayer con sus vehículos, tenían que bajar a pie a la pedanía y muchos seguían sin luz ni agua. La edil del IUMA, María Dolores Saurín, fue el único miembro de la Corporación que ayer visitó la zona. «El Ayuntamiento no ha mandado una pala para retirar los muros, ni medios para achicar agua. Tampoco han repuesto caminos, esto es una dejadez absoluta y vamos a exigir medidas en el próximo Pleno. Solo se preocupan por ellos en las elecciones».

El primer teniente de alcalde, Pacual Martínez, le recordó que «los caminos son veredas para ganado y no se pueden asfaltar, solo compactar». El portavoz popular reconoció que no habían hecho nada por los residentes foráneos, «porque cuando hay una catástrofe de estas características no se puede arreglar todo en unas horas». Y avanzó que los técnicos municipales están elaborando un informe sobre los daños en El Cantón, Macisvenda, El Algarrobo, Barinas y Cañada de la Leña. «Estudiaremos si solicitamos a la Comunidad Autónoma la declaración de zona catastrófica. Las cinco ramblas cogieron virulencia por lo que llovió en la sierra».

Los técnicos estiman que estas pedanías altas recibieron más de 60 litros por metro cuadrado el pasado lunes. El agua de la rambla de la Hita que atravesó Barinas, anegó corrales y mató gallinas, ahogó cerdos en el barrio de las Casicas, acabó con un rebaño de veinte cabras, arrancó dos farolas y arrastró los hinchables de las pasadas fiestas. La rambla de Zurka cortó la carretera de acceso de la pedanía que ayer fue limpiada, pero que en unos de sus campos con oliveras lucía un remolque hincado en el lodo.

Un retén especial de limpieza, con veinte efectivos y una pala, se ocuparon de limpiar el barro del colegio de Macisvenda, que tenía parte de su verja colgando. Los trabajos prosiguen hoy porque todavía quedan muros convertidos en mantequilla, caminos rurales cortados por piedras enormes, bancales anegados... Esta semana el Ayuntamiento entregará al Ejecutivo regional el informe con la resaca de la 'gota fría' en Abanilla.

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