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Lixiviados en La Murada, en el límite con Alicante, cerca del vertedero de Proambiente.
El 'Prestige' de la basura

El 'Prestige' de la basura

La frontera de Murcia y Alicante tiene el alma emponzoñada. Decenas de miles de toneladas de basura han sido enterradas en huertos, de forma ilegal e incontrolada, a lo largo de años. Nadie adivina hasta dónde pueden llegar sus efectos

Ricardo Fernández

Miércoles, 30 de abril 2014, 17:33

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Los dioses que moran a los pies de la Sierra de Abanilla, en las planicies salteadas de huertos de cítricos sobre las que al atardecer se proyecta la sombra del imponente pico del Agudo, tendrían que hacérselo mirar cuanto antes. A juzgar por los fétidos olores -a metano, a sulfídrico...- que emanan por cualquier orificio de esas tierras por las que corre la frontera entre Murcia y Orihuela, resulta más que evidente que incuban un grave problema en sus vientres. Algo, podría aventurarse, muy parecido a una sepsis, a una severa infección cuya aparente causa no hay que buscarla muy lejos: la planta de tratamiento de residuos de Proambiente, que en 1998 entró en funcionamiento de la mano de Ángel Fenoll. El hijo de un chatarrero que logró fundar un imperio económico sobre tres pilares básicos: montañas de basura, una inmensa trama de clientelismo radicada en la política y en las administraciones públicas y una casi infinita falta de escrúpulos.

Si esa parte de su actividad sobre la que existen los datos más fiables llama ya a la alarma, estremece imaginar lo que puede ocultarse en las zonas donde las sombras son más densas.

Los caminos que conducen desde la pedanía oriolana de La Murada hasta la planta de Proambiente están bordeados de limoneros y naranjos. Los árboles que pueblan algunas amplias extensiones son jóvenes; no recién plantados, pero casi. Están regados por goteo y parecen cuidados con esmero. Eso es lo que se ve. Pero hay una realidad oculta que pervierte radicalmente el pacífico paisaje: decenas de miles de toneladas de basuras, cientos de miles quizás, enterradas ilegal e incontroladamente a lo largo de años y que constituyen el oculto e inquietante sustrato en el que esos árboles hincan sus raíces.

«Nadie en su sano juicio se comería un limón de estos huertos», admite con una triste sonrisa el portavoz de Vertivega, Vicente Pérez Basanta, que conoce como nadie esos parajes a fuerza de recorrerlos en busca de pruebas de las tropelías cometidas supuestamente por Proambiente. «El problema -añade- es que no sabemos si nos los estamos comiendo, porque lo que está claro es que salen al mercado».

Los huertos parecen normales desde una cierta distancia, contemplados desde la lejanía o a vista de pájaro, pero no superan la prueba del olfato. Los gases que surgen de la tierra no huelen a abono orgánico, sino al metano que produce la basura en descomposición. Mucho menos han superado las pruebas ordenadas por los juzgados de Instrucción número 4 de Cieza y número 3 de Orihuela, que desde hace unos años vienen investigando, por separado, el supuesto enterramiento ilegal de grandes cantidades de basura en el área de influencia de Proambiente.

En concreto, las catas en el suelo instadas desde uno y otro juzgado, en un caso en terrenos situados en término de Abanilla -en torno al barrio de Los Carrillos- y en otro caso en la zona de La Murada, han ofrecido pruebas irrefutables de esas prácticas irregulares. «Los técnicos designados por el juzgado llegaron con una excavadora pequeña. Yo les advertí de que con ese brazo no iban a llegar al fondo. Me preguntaron si estaba seguro de que allí había basura enterrada. Les dije dónde debían buscar y con la primera paletada solo sacaron tierra. La segunda ya todo era basura. Llegaron a seis metros de profundidad, que era hasta donde alcanzaba la máquina, y no tocaron fondo».

El relato pertenece a Roberto Sebastián, un conductor de excavadoras que, después de once años trabajando para Proambiente, salió de allí con una patada en el trasero después de intentar dar un impulso al comité de empresa. El despido le provocó una severa incontinencia verbal. Sus palabras hallaron la atención que requerían en los avezados oídos del fiscal anticorrupción de Alicante, Felipe Briones. Ahora, las actas de sus comparecencias en el juzgado conforman uno de los documentos más reveladores sobre las presuntas actividades ilícitas impulsadas por Fenoll.

«Ácido, neumáticos...»

«En los huertos se echaba de todo un poco: basura urbana, residuos hospitalarios, cubas con ácido procedente de la industria del galvanizado, desechos de la fabricación de cremas, neumáticos a montones... Durante una temporada nos llegaron también muchos camiones con harinas de las vacas locas; luego ya no. Las cubas y camiones con el material más delicado llegaban de noche. Un compañero de Colsur también me contó que había visto descargar animales muertos, pero de eso yo no fui testigo directo», cuenta a 'La Verdad' desde Valladolid, donde actualmente reside.

Cualquiera, con razón, podría aducir que su testimonio debe ser tomado con ciertas prevenciones, por aquello del despido. Pero no es menos cierto que resulta muy sencillo comprobar que al menos una parte de su denuncia está fundamentada. Como mucho, quizás exagere. Pero mentir no miente.

Las pruebas que confirman buena parte del relato surgen por doquier en una amplia circunferencia, que comprende terrenos de Abanilla y de Orihuela y cuyo radio desemboca en la planta de Proambiente. Un área que periodistas de 'La Verdad' recorrieron el pasado miércoles, guiados por cuatro integrantes de la plataforma Vertivega.

La primera parada de la particular 'ruta de la basura' se produjo en la denominada Finca Chica o De los Sigüenzas, uno de los epicentros de la investigación que promueve el Juzgado de Instrucción número 3 de Orihuela. En esa finca de unas sesenta tahúllas (unos 70.000 metros cuadrados) se vertió a lo largo de un par de años, según la declaración judicial de Roberto Sebastián, la sucia carga de miles de camiones.

Las vaharadas hediondas que arroja el terreno y la airada reacción de los empleados de esa explotación, que en tono amenazante instaron a periodistas y activistas a abandonar la zona, son buena prueba de que no todo está limpio por esos lares.

Algo más arriba se halla la Finca Grande, o la de Los Corrales, que comparte propietario con la primera. Aunque los terrenos figuran a nombre de una Sociedad Agraria de Transformación (SAT), el principal accionista es Francisco Poveda. Este empresario, de 77 años, fue detenido en 2011, después de que el Seprona sorprendiera a un grupo de camioneros descargando en la finca Los Corrales «miles de toneladas» de basuras urbanas, pilas, medicamentos, envases de todo tipo y materia orgánica, sin autorización ni control alguno». Entre los otros cuatro arrestados en esa operación, bautizada como 'Subterráneo', destacaba la figura de un concejal del PP de Albatera, Javier Bru, considerado uno de los hombres de la máxima confianza de Ángel Fenoll.

La mecánica que presuntamente seguía Proambiente, y que es la que trata de confirmar ese juzgado, habría consistido en 'convencer' -es de imaginar que previo pago- a agricultores de la zona para que le dejaran verter en sus tierras parte de los residuos de la planta. Una excavadora abría en los huertos profundas zanjas, a las que iban a parar los desechos no tratados, que luego eran cubiertos por una capa de tierra de no más de un metro. Sobre ella se plantaban luego limoneros y naranjos, con la secreta esperanza de que dieran eterna sepultura a tamañas tropelías.

Para Proambiente, si acaba probándose que era la impulsora de tales prácticas, todo habrían sido beneficios: evitaría seguir colmatando los ya saturados vasos del vertedero, y se habría ahorrado el coste del tratamiento de algunas basuras, que puede llegar a ser muy elevado.

La naturaleza las expulsa

Ocurre, sin embargo, que la naturaleza es sabia y tiende a expulsar de su seno aquello que la está envenenando. De tal forma que cuando llueve y se forman escorrentías, la fina capa de tierra que oculta el pecado es arrastrada en algunos puntos y la basura aflora con inevitable descaro. El pastel queda al descubierto y el terreno se cubre de un sinfín de desechos: plásticos y recipientes de todo tipo, trozos de teléfonos móviles, mandos de televisión, cucharas, pilas, maquinillas de afeitar, botes de insecticida, botellas rotas, juguetes, zapatos viejos, botes de pintura... e ingentes cantidades de desechos hospitalarios como vendas y gasas, jeringuillas, bolsas de transfusiones con restos de sangre reseca...

Tere, que durante unos años trabajó en la cinta de Proambiente, separando vidrio, cartón y plástico, afirma que los residuos sanitarios eran una presencia habitual. «Las bolsas pasaban por un tubo con unos ganchos, que las rompían para que el contenido cayera a la cinta. De vez en cuando, el encargado gritaba: '¡Bolsa amarilla! ¡Manos fuera de la cinta!'». Era la señal de alerta, explica, para evitar que alguien pudiera resultar infestado, pinchado por una aguja o lesionado.

Lo peor, la incertidumbre

Si malas son las certezas, peor resulta la incertidumbre. Para muchos vecinos de esa comarca, malo es conocer que el subsuelo está repleto de basuras, que a veces aflora a la superficie y que otras veces forma grandes charcos de lixiviados. Pero mucho peor es no saber exactamente qué tipo de desechos pueden haber sido enterrados, ni qué consecuencias tendrán para el medio ambiente -por ejemplo, en los acuíferos-, ni qué posibles efectos perniciosos en la salud de las personas.

Así, los temores y rumores se han multiplicado, hasta el extremo de que son muchos los que sospechan que en ese área han sido enterradas basuras radiactivas. Una hipótesis que expertos consultados por 'La Verdad', que prefieren no ser identificados, consideran muy infundada, o al menos carente hasta ahora de cualquier indicio que así lo apunte. Y ello a pesar de que un extrabajador denunció el año pasado, de forma anónima, que hasta Proambiente llegaron camiones del sur de Italia cargados con ese tipo de peligrosos desechos. Una historia que llevó a los agentes de la UDEF central a iniciar una investigación, con resultados desconocidos hasta el momento.

Proambiente se distancia

Los modos de Proambiente parecen bien distintos de un tiempo a esta parte, desde que Ángel Fenoll fue apartado de la gestión y quedó fuera del consejo de administración. El actual consejero delegado, Antonio Joaquín Fenoll, explicó que la postura de la nueva directiva es asumir los errores que pudieron cometerse en la anterior etapa y tratar de repararlos, como están haciendo con la regeneración de la sierra de Abanilla.

Respecto de los enterramientos ilegales de basura fuera de las instalaciones de la empresa, aseguró no saber nada de ello, recordó que «Proambiente no está imputada» y confirmó que la firma como tal no admite responsabilidad alguna en esos hechos. Cuando se le recordó que Ángel Fenoll sí está imputado en las diligencias judiciales que investigan tales vertidos incontrolados, este portavoz se limitó a señalar que «cada cual que responda por sus actos».

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