Borrar
Dos miembros del equipo de estudiantes de Arqueología miden uno de los hornos de yeso del Monte Miravete.
Héroes de la arqueología

Héroes de la arqueología

Cinco jóvenes pasan el verano estudiando un yacimiento olvidado en el Monte Miravete

M. C. RAMÍREZ

Lunes, 1 de agosto 2016, 12:07

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Desde el pasado 4 de julio, cada martes, miércoles y jueves, cinco jóvenes de la zona sur de Murcia quedan en el entorno del cementerio de Torreagüera. Van provistos de sombreros, chalecos amarillos, una especie de palos como de escoba, pero de menor tamaño, agua fresca, un mapa SIG (Sistema de Información Geográfica) y unas ganas tremendas de comerse el mundo. Son chavales que no superan los 24 años y se han embarcado en un estudio por iniciativa propia, sin ayuda, sin apoyos y sin más conocimientos que sus sospechas. Desde hace mes y medio recorren el Monte Miravete, en la Cordillera Sur, de arriba abajo para georreferenciar unas estructuras olvidadas y en ruinas que para ellos, sin embargo tienen un valor incalculable. Estos cinco estudiantes de arqueología están dedicando su verano a estudiar un yacimiento plagado de canteras y hornos de yeso con el objetivo de documentar mejor la historia del siglo XIX en las pedanías de Beniaján, Torreagüera o San José. Son héroes de la arqueología.

En estos días han completado la primera fase del proyecto. Han localizado cerca de 85 hornos y unas 28 canteras. De las últimas se extraía el yeso y en las primeras se cocía. La industria era importante en la zona en el siglo XIX. Pero estos chicos quieren saber más. «Queremos saber cómo funcionaba, cuándo subían los huertanos al monte para cocer el yeso, si era una industria para la venta o lo hacían para uso propio, por qué se dejó de hacer y cuándo», cuenta José Mármol. Ahora empiezan la segunda fase. Ésta es muy exhaustiva y consiste en medir cada una de las estructuras, completar una ficha exhaustiva de datos con las características diferenciadoras de cada una, las dimensiones, los materiales y la coordenadas para su localización y hacerles fotos. Con este trabajo calculan que estarán cerca de tres semanas. La última parte del proyecto, que culminará el 20 de agosto, la pasarán dibujando las estructuras más importantes y preparando la charla de divulgación con la que quieren culminar el estudio. «Si nuestra actuación no tiene impacto inmediato sobre la sociedad, no tiene sentido», destaca Manuel Muñoz.

Simultáneamente a todo esto, los cinco jóvenes quieren hacer entrevistas a personas mayores que puedan conservar algún recuerdo de los hornos de yeso. Bien porque trabajaron allí en los últimos años de actividad, bien porque guarden en la memoria las vivencias que padres y abuelos les contaron. En ellas tratarán de encontrar las respuestas que no hallen en los restos documentados. Quieren saber cómo funcionaba la industria, de qué forma repercutía en la huerta, qué caminos usaban para subir y bajar o dónde dormían los tres días que duraba la cocción del yeso. Es importante que las conclusiones del proyecto sean relevantes, de ello depende que la Fundación Cajamurcia aumente la subvención de 300 euros que les concedieron para sufragar los gastos del estudio.

Falta de apoyos

Aunque tienen muchos factores en contra, como la soledad y la falta de apoyos, estos jóvenes son incansables y las ganas de saber más de su entorno pueden con las ganas de verano. José Mármol, Manuel Muñoz, Javier Valera, Miguel Ángel Molina y José Francisco García tienen entre 22 y 24 años y sus vacaciones las están pasando recorriendo los senderos del Monte Miravete en busca de ruinas. Y no lo tienen fácil porque su estudio choca también con la realidad de que la zona no está considerada un yacimiento, porque los restos son demasiado recientes. «La gente reconoce yacimientos con información de la Edad de Bronce, por ejemplo, pero este es único por la información contemporánea que nos puede aportar» declara Javier Valera. Ellos, ajenos a las dificultades, recorren esos caminos hechos por las esparteñas de los huertanos de hace dos siglos, no por las botas modernas de los senderistas de ahora. Porque están convencidos de que los senderos tienen cientos de años, los mismos que los hornos y las canteras, y que allí se guarda un pedazo importante de la historia de Torreagüera.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios