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San Pedro y San Pablo

JOSÉ CERVANTES SACERDOTE MISIONERO Y PROFESOR DE SAGRADA ESCRITURA

Domingo, 26 de junio 2016, 11:03

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La Iglesia celebra hoy la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo, como grandes pilares de la fe de la Iglesia primitiva. Ambos tuvieron que asumir los desafíos del inicio de la expansión y difusión del Evangelio de Jesucristo. Fue una fase crucial de la Iglesia, que impulsada por el Espíritu Santo, se abría al mundo entero para comunicar la buena noticia de la salvación a todos los seres humanos. Ambos, apasionados por Jesucristo y su Evangelio, dieron testimonio con su sangre del mensaje de la salvación. Por caminos muy diferentes, pero con el mismo amor a Jesucristo, los dos proclamaron con su vida y su palabra la alegría de la fe. La Iglesia los venera juntos, en el mismo día, haciendo memoria creyente de estos apóstoles y mártires, cuyos sepulcros se encuentran en Roma en sus respectivas basílicas.

Pablo era un judío fariseo de la diáspora, profundamente convencido y orgulloso de su fe en la religión de Moisés, que, tras el encuentro personal con el Señor Jesús, recibió el impulso del Espíritu para ser el testigo más convincente del Evangelio de Cristo en las vastas regiones de Asia Menor y la Europa de la cultura clásica grecolatina. Su testimonio y su pensamiento, su experiencia religiosa y su pasión misionera han quedado reflejados en los Hechos de los Apóstoles y en las trece cartas atribuidas a él en el Nuevo Testamento. Pablo fue un entusiasta apasionado del Evangelio, es decir, del mensaje de salvación que para el género humano supone el anuncio de Jesús, el Mesías, y éste crucificado y resucitado. El Evangelio de Cristo es el fundamento de la fe, el sostén de la esperanza y la palabra más potente para transformar el mundo. Pablo propició el encuentro del evangelio con la cultura grecolatina. Desde su primer escrito, la Primera Carta a los Tesalonicenses, hasta el último original, la Carta a los Romanos, todas sus cartas son cartas amistosas que responden puntualmente a los problemas de las comunidades eclesiales de vida urbana que en su mayor parte él mismo fundó. Sin embargo, reflejan también la fuerza del Evangelio en su vida como potencia del Espíritu para dar respuesta a los grandes interrogantes de la existencia humana. La trascendencia de las grandes cartas, a los Gálatas, las dos a los Corintios, y sobre todo la Carta a los Romanos, ha marcado la historia de la cultura occidental. La entrega de Pablo a la causa del Señor en la misión y en medio de no pocas tribulaciones queda patente en el testamento final de su vida que, escrito por él o por algún discípulo suyo, leemos hoy (2 Tim 4,6-18).

En el texto evangélico sobre Pedro (Mt 16, 13-20) Jesús plantea la cuestión de su identidad, pero reclama, sobre todo, la respuesta personal de sus discípulos. Destaca sobremanera la confesión de fe de Pedro, profundamente creyente, que reconoce en él al Mesías y al Hijo de Dios vivo. A esa confesión de fe de Pedro corresponde Jesús con una triple indicación: la felicitación por haber recibido de Dios la revelación que le ha llevado a profesar su fe, la elección particular de Jesús para que Pedro desde su fe constituya el fundamento sólido de la única Iglesia de Cristo y la concesión de toda la autoridad, mediante la entrega de las llaves del Reino, para ejercer su misión al servicio del mismo con la potestad de atar y desatar. Especialmente resuena la correspondencia entre las palabras de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» y las de Jesús: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».

La confesión de Pedro, decidida y audaz, impulsa a Jesús a conferir a Pedro una misión y un estatuto especial en el interior de su Iglesia. Mediante el juego de palabras, Pedro y Piedra, Jesús transforma su identidad personal apuntando a la misión específica que va a tener en la construcción de su Iglesia. La piedra es símbolo de la estabilidad, de la solidez y de la durabilidad. De este modo el nombre de Pedro refleja su misión y su función en la Iglesia.

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