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Vete a Murcia y serás diputado

Vete a Murcia y serás diputado

Medizábal, Espartero y Cánovas del Castillo fueron célebres cuneros por la Región

PPLL

Domingo, 26 de abril 2015, 02:24

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A la siempre incomprendida frase 'Mata al Rey y vete a Murcia' se le podría añadir, en lo tocante a la política, la apostilla 'o vete a Murcia y serás diputado'. Incluso presidente del Gobierno. Y, sin apurar demasiado, ni siquiera era necesario pisar tan bendita tierra para conseguirlo.

Así ha sucedido durante los últimos dos siglos con los llamados cuneros o 'paracaidistas', candidatos que engordan las listas electorales en un distrito distinto al que pertenecen. Para luego, en muchos casos y ya acomodados en la bancada, engordar sus señorías también sin recordar aquello de la «patria bella de la Huerta sultana», que cantara Jara Carrillo.

La repulsa popular a estos candidatos advenedizos tuvo su reflejo constante en la prensa local. Y tampoco extraña que hasta el diccionario de la Real Academia aceptara llamar cunero al toro «que se corre o lidia en la plaza, sin saberse o designarse la ganadería a que pertenece».

Uno de los primeros cuneros por Murcia de la historia, en esta tierra donde todo lo extraño recibe un aplauso y lo propio un 'pescotazo', era, ni más ni menos, que venezolano. Se llamaba Antonio Ros de Olano, diputado entre 1843 y 1845 y ministro en dos ocasiones. Aún permanece en pie en Balsicas, a la izquierda de la autovía en dirección al Mar Menor, la imponente mansión, conocida como Castillo de Ros, que comprara tras la desamortización impulsada, mire usted por donde, por otro cunero murciano.

No fue el único. Ventura García, diputado en 1863 y ministro en tres ocasiones, era mexicano. Según las estadísticas, treinta de los 44 diputados en las listas murcianas que lograron el cargo de ministro no habían nacido en Murcia. Ni falta que les hacía. Pero, en muchos casos, la prensa acostumbraba a mentarles a sus madres, que tampoco eran huertanas, por cierto.

Muñequitos de juguete

En una sesión de las Cortes de 1871, el diputado Orense aportó una de las más originales descripciones sobre esta figura al advertir de que «la palabra cunero significa diputado a quien nadie conoce, más que el ministro de la Gobernación». Añadió Orense, para deleite de sus señorías, que «solo puede compararse a esos muñequitos de juguete [...] que ejercen funciones dadas mediante un hilo que los pone en movimiento».

Tal era el enfado del diputado que incluso concebía la máquina política como una noria, aunque, como publicó 'La Paz de Murcia', «no dijo que clase de jumento la hacía funcionar».

'Las Provincias de Levante', en 1895, exigía a los partidos conservador y liberal que se comprometieran a no incluir cuneros en sus listas, «para que no vuelva a ocurrir en la provincia de Murcia el triste espectáculo que hemos presenciado». No era otro que «distritos enteros queden entregados a las rapiñas más vergonzosas y al cunerismo más denigrante».

El mismo diario aportaba otra definición interesante: «Llamamos cunero al que es rechazado por la opinión pública y por los hombres sinceros de su partido». Eso le sucedió por aquellos años al liberal valenciano Joaquín López Puigcerver, quien fue elegido en dos ocasiones por Murcia. Y en las dos obtuvo una cartera ministerial.

Cunero puro, intentó que su yerno también lo fuera por Cartagena, lo que provocó airadas críticas de la prensa que llegaron a denunciar la maniobra como «un ultraje para el pueblo de Murcia, al cual se supone tan imbécil que pueda seguir prestándose a hacer el juego» al diputado. La revista 'El Diablo Verde', en 1898, concluía que «Murcia debe esperarlo todo de sí misma y de sus hijos, porque los tiene más aptos que todos los cuneros que nos regalan nuestros dominadores».

Cunero de excepción, aunque sin merecerse el apelativo, fue José Echegaray, diputado entre 1905 y 1907, y ministro de Fomento y Hacienda. Echegaray, quien se convertiría en el primer Premio Nobel de Literatura, disfrutó de su infancia en Murcia pues su padre era profesor del Instituto Alfonso X. Y hasta la muerte diría que se sentía murciano.

Hasta Isaac Peral

Otros 'paracaidistas', a pesar de serlo sobre el papel de las listas, podían presumir de murcianía. Como Ricardo de la Cierva, antes que ministro de Cultura en 1980, nieto del político Juan de la Cierva Peñafiel y sobrino del inventor del autogiro. O el madrileño Joaquín Garrigues Walker, cuyo impulso como ministro de Obras Públicas en 1978 fue determinante para el Trasvase Tajo-Segura.

Murcia, sin peso alguno en la política nacional, permitió a muchos tener la vida resuelta. Algunos, incluso, se convirtieron en presidentes de gobierno siendo diputados por nuestros distritos. Y a cuál de ellos es más célebre. Por ejemplo, Juan Álvarez Mendizábal, el impulsor de la no menos recordaba Desamortización y diputado por Murcia en 1839. O Espartero, quien llegaría a ser candidato al trono español. O Cánovas del Castillo, diputado por Cieza hasta en 13 ocasiones. Trece.

El último presidente cunero, que obtuvo su primera acta por Cieza, fue Joaquín Chapaprieta, natural de Alicante, y al frente del Consejo de Ministros en 1935. En 1899, por otro lado, fallecía en San Pedro del Pinatar el presidente Emilio Castelar, uno de los más célebres oradores parlamentarios y quien acababa de resultar elegido por Murcia.

Si el nombre de la ciudad sirvió para que forasteros consiguieran su credencial en las Cortes, el sistema también favoreció que varios ilustres murcianos se presentaran por otras regiones. Es el caso del escritor Federico Balart, diputado por Castellón, o los cartageneros Isaac Peral, por el Puerto de Santa María (Cádiz), y el conde de Heredia-Spínola, quien incluso llegó a ser alcalde de Madrid entre 1875 y 1877. Allí igual se acuerdan de él, porque lo que es aquí...

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