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La fresca narración de un testigo

FRANCISCO RUBIO MIRALLES PÁRROCO DE ZARANDONA

Domingo, 19 de abril 2015, 01:10

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Es difícil descubrir los sentimientos íntimos de los discípulos en los días posteriores a la Resurrección de Jesús. Le han visto, han comido con Él, han tocado sus llagas, han vivido el gozo inmenso de su presencia. Es evidente que todo esto les había impactado de un modo indescriptible. Han compartido momentos con Jesús, vivo y resucitado, pero después desaparecía de su vista y volvían a quedar solos. No saben qué hacer. Con un lenguaje actual podríamos decir que han perdido su identidad: ¿se trata de una experiencia interesante y única en sus vidas, que deben guardar celosamente en el recuerdo o deben esperar nuevas instrucciones?

Juan, el discípulo y evangelista, nos narra, con la encantadora naturalidad de quien ha sido testigo, que los discípulos, ante la incertidumbre sobre la situación que viven, deciden volver a su trabajo ordinario: regresan a Galilea, posiblemente a Cafarnaún, y Pedro toma la decisión de reemprender la tarea que tres años antes había abandonado: «Voy a pescar». El resto de compañeros le dicen: «Vamos contigo». Pienso que ése era el momento que esperaba Jesús: en la tarea de la pesca les había encontrado por primera vez, como nos cuenta el evangelista Lucas, y ahora, ocupados en esa misma tarea, les va a desvelar un poco su futuro.

Las dudas sobre la persona de Jesús, que les tuvo sumidos en el miedo y la incredulidad, han desaparecido. Es el momento de disipar la incertidumbre de lo que les espera. Tal vez no acaben de entenderlo, pero, como ya les había dicho en la larga conversación tenida con ellos durante la Cena pascual, «cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, os guiará hacia la verdad plena». Ahora Jesús quiere que vivan de nuevo la misma experiencia de los primeros días de conocerle: el trabajo infructuoso de toda una noche queriendo pescar y la abundante pesca, a primeras horas del día, al echar las redes donde Jesús les indica.

Han de descubrir algo fundamental: Jesús es el mismo, el poder de su palabra es el mismo, su llamada a seguirle es la misma y ellos son los mismos. Si confían en El y obedecen su palabra, ni su trabajo será inútil ni su vida carecerá de sentido.

La experiencia de los Discípulos se puede hacer también realidad en nuestras vidas. Jesús no es una persona voluble, que cambia de parecer. Él conoce perfectamente nuestras deficiencias y nuestras limitaciones. Pero su llamada la mantiene inalterable. Él sabe esperar, sabe comprender, sabe perdonar. Sólo nos pide que nos fiemos de Él, que no olvidemos su primera llamada, que mantengamos vivo el «primer amor».

Pedro le negó por tres veces. Jesús lo sabe y lo sabía desde el principio. Pero, a pesar de su cobardía, Pedro no olvidó su «primer amor»: «Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo». Su cobardía no enfrió el calor de aquél primer «Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Y Jesús no había cambiado su decisión: «No temas; desde ahora serán hombres los que pescarás». Así se escribe la historia de cada cristiano: una mezcla de debilidades personales y la fidelidad amorosa de un Dios que comprende y perdona. Ésta debe ser tu vida y la mía: ¡Siempre fieles al «primer amor»!; ¡siempre fieles a la primera llamada!

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