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Vista de la Torre del Negro, de su jardín y de los bancales que la rodean. El conjunto arquitectónico está en riesgo. Luis Miguel Pérez Adán
Un SOS por la Torre del Negro

Un SOS por la Torre del Negro

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN

Sábado, 5 de agosto 2017, 10:33

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La llamada Torre del Negro está situada próxima a Los Urrutias, en el término municipal de Cartagena, al paso de la antigua carretera N-332 en dirección a Los Alcázares. Hoy es visible desde la autovía, pero quizás mañana ya no esté, pues su estado de ruina inminente la condena a su desaparición, a pesar de esta catalogada con grado de protección e incluso encontrarse en la lista roja de algunas asociaciones de defensa del Patrimonio.

Varios medios de comunicación han denunciado su deterioro progresivo y la falta de mantenimiento de este BIC, que como otros muchos existentes en el Campo de Cartagena tiene sus días contados. Por citar uno de ellos, a pocos metros de esta torre se encuentra la Ermita de San José, una edificación del siglo XVIII a punto de derrumbarse para siempre.

La Torre del Negro fue construida en el siglo XVI por el pagador de la Armada y Galeras reales, Regidor de Cartagena durante el reinado de Felipe ll, quien levantó esta defensa en el 1585. Así consta en la lápida de mármol que todavía hoy puede observarse en su fachada.

Estas construcciones respondían a las necesidades defensivas de la monarquía española ante el peligro que supusieron los corsarios en el Mediterráneo. En concreto, la Torre del Negro, aun estando cerca del litoral, defendía lo que se denominaba la marina, zonas en las que la abundancia de cabezas de ganado que venían de otras regiones a invernar requería de este tipo de fortaleza para la protección y el aviso de ataques piratas en la zona del Mar Menor.

La denominación de Torre del Negro derivó de la presencia entre los servidores de aquella fortaleza de un hombre de color, reclutado entre los esclavos de las galeras reales. Se estableció que los moradores de la comarca bautizaran con esta adjetivación dicho enclave defensivo, para distinguirlo de otras próximas.

Anteriormente, su denominación era la de Torre de Arráez, posiblemente para recordar y defenderse de un visitante asiduo de estas costas. El Morato Arráez (Murad rais), «Capitán de Argel», era, como tantos corsarios berberiscos, un renegado de origen europeo. Nacido en Albania, fue capturado siendo aún niño y, tras abrazar el Islam, se inició como corsario a las órdenes de Dragut (Turghut) y Ochiali (Euldj Alí), alcanzando su primer gran éxito en 1580, con el apresamiento de una galera pontificia. Solo dos años más tarde tuvo lugar su hazaña más atrevida y brillante, con el saqueo de Lanzarote. En 1587, pues, estaba en el apogeo de su carrera y gozaba en Argel del máximo prestigio.

El proyecto de esta Torre está basado en los diseños de Juan Bautista Antonelli, ingeniero militar de Felipe II, según la descripción que de ella hace Serafín Alonso. El sistema inclinado de sus paredes ha facilitado su conservación, ya que los solados descansan sobre contrafuertes de obra que arrancan a modo de nervaduras de los ángulos de la torre.

La estructura de la obra es de enorme solidez, por su forma de pirámide truncada de base cuadrada, que evita el desplome de los lienzos de sus paredes, que se apoyan con sensible inclinación, sin que necesiten ser zunchados.

La base es de sillares de piedra marmórea, a partir de la primera planta, y la obra se convierte en más liviana con la aportación del ladrillo cocido de arcilla, integrado en el resto del lienzo de la pared mediante yeso moruno.

La segunda planta continúa la misma tónica de la anterior, aunque disminuye el espacio disponible por la inclinación evidente de las paredes de la torre. Finaliza la estructura con una terraza para la guardia y que servía de linterna y aviso.

Las medidas exteriores de la base de la torre son de 8,25 metros (caras norte-sur) y 8,15 (cara este-oeste). Los muros presentan un grueso de 1,50 metros y la superficie total aprovechable es 113,86 metros cuadrados más la terraza.

Hans, el buzo

Pero qué sería de una torre sin leyenda. Ésta la tiene, y la comparte con otras de su entorno. Es la del soldado veterano llamado Hans, procedente de los tercios españoles y que se alojó en la Torre del Negro, con la idea de desarrollar un equipo de buzo, adelantándose varios siglos, para poder descender al fondo del mar y recuperar los cañones de los barcos hundidos.

También se habla de la búsqueda incesante del tesoro de la Torre, algo que escondido entre sus muros ha sido anhelado por su distintos moradores. Éstos, con pico en mano, se han dedicado a horadarla en su estructura, sin resultado alguno. Sea lo que fuere, no debe buscarse más en su interior; el verdadero tesoro de la Torre del Negro está en sí misma, en su existencia como un Bien de Interés Cultural, al que debemos proteger porque representa un elemento que pertenece a la historia y a la tradición de un lugar. Éste es el motivo principal por el que deberíamos preservarlo: dejárselo a las futuras generaciones.

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