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Cartagena en la época del Obispo Rodrigo de Borja, según recoge un dibujo de Leopoldo Sánchez y Joaquín Alcaraz.
El Papa que fue obispo de Cartagena

El Papa que fue obispo de Cartagena

Rodrigo Borgia, quien se se convirtió en Alejandro VI, llegó a la Diócesis en 1480 e impuso sufragar los gastos del nuevo arzobispado de Valencia

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN | HISTORIADOR Y DOCUMENTALISTA

Domingo, 1 de abril 2018, 09:19

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En la diócesis de Cartagena, se produce el nombramiento de un nuevo Obispo: Rodrigo de Borja. No se trataba de un desconocido, pues pertenecía a la familia aristocrática de los Borgia. Nació en la localidad valenciana de Játiva en 1431, hizo una rápida carrera eclesiástica a base de intrigas, bajo la protección de su tío y padre adoptivo, el papa Calixto III (Alfonso Borgia), y en 1540 viajó a Bolonia. Allí, en su universidad, cursó estudios jurídicos y religiosos, y en 1456 Calixto III lo nombró cardenal. Tras la muerte de su protector, Rodrigo Borgia volvió a la península Ibérica y ostentó varios cargos de relevancia, incluyendo la sede obispal de Barcelona, Cartagena y la Archidiócesis de Valencia.

Acumulando riqueza, poder e influencia, llegaría el 22 de diciembre de 1480 a su nombramiento como obispo de Cartagena; otro cargo más a sumar para lograr su objetivo, la silla de San Pedro. La Diócesis de Cartagena, como la de Barcelona, por su antigüedad, dependían directamente de la Santa Sede, en Roma. Al nombrar archidiócesis a Valencia, Rodrigo de Borja su titular, incluyó al episcopado cartaginense, ilegítimamente establecido en la ciudad de Murcia, como sufragáneo del nuevo arzobispado valenciano.

Solamente cuando el interés político lo requería se interesó por esta diócesis, algo que ocurrió cuando los Reyes Católicos estuvieron por estos lares, se preparaban a combatir en Granada y aquí tenemos a nuestro obispo atento al agasajo.

Su labor pastoral en nuestra sede se resume en aceptar varias fundaciones de conventos, arreglos y nuevas construcciones en la Catedral de Cartagena en Murcia, instaurar el tribunal de la Santa Inquisición, expulsión de los seguidores del islam y retener bajo su nombre este Obispado, hasta que subió a la sede pontificia con el nombre de Alejandro VI.

Guerra contra el Islam, obras en Murcia e Inquisición

Su nombramiento como Papa en 1492 desencadenó una fuerte oposición en Roma, tanto por su condición de extranjero como por su vida licenciosa e inmoral (había tenido cuatro hijos con su amante más conocida, Vanozza Catanei, entre los que figuraban César y Lucrecia Borgia). Esta hostilidad explicaría la leyenda negra que se creó alrededor de su figura, y que llegó a deformarla hasta presentar a Alejandro VI y a su familia como unos seres monstruosos y abyectos. Para los parámetros de la época, sin embargo, muchas acciones suyas que hoy parecen abominables estaban poco alejadas de los usos corrientes. El nepotismo practicado por Alejandro VI llegó a extremos insospechados; no tuvo escrúpulo en utilizar los recursos de la Iglesia para enriquecer a su familia y situar a sus ocho hijos ilegítimos en puestos relevantes del Vaticano y de los Estados Pontificios.

Como soberano, hubo de defender su independencia frente a la amenaza francesa. Para ello, impulsó la Liga de Venecia (1495), alianza que unió a los soberanos de Milán, Venecia, Austria y España. A cambio del apoyo militar, los Reyes Católicos obtuvieron de Alejandro VI las llamadas Bulas alejandrinas (1493), que reservaban para España las tierras descubiertas en América y extendían sobre ellas el patronato de la Corona, resultando favorecidos los españoles por el trazado de una línea de demarcación que desatendía las pretensiones de los portugueses.

Logró mantener la independencia del Papado frente a Francia y España, que luchaban en aquel entonces por el control de Italia. Esto, unido a otros factores, le granjeó muchos enemigos.

El ascenso de un pontífice español levantó ampollas entre las más importantes familias italianas. Los Médici, parte de los Sforza, los Orsini y los Colonna no toleraban que un extranjero hubiese accedido al papado y no estaban dispuestos a permitir que consolidase lo que ellos tenían ya: poder territorial y político en Italia. Arrojaron el rumor de que el nuevo Papa se había valido de toda clase de sobornos, prebendas y chantajes para alcanzar el poder.

Cuando Alejandro VI y su hijo César Borgia cayeron gravemente enfermos tras un banquete campestre en 1503, los rumores de asesinato resonaron por toda Europa. El patriarca de la familia falleció a los pocos días, y el origen de la caída en desgracia de César Borgia, modelo a imitar por los príncipes europeos según Nicolás Maquiavelo, quedó marcado por la extraña enfermedad.

Con España y con las artes y las ciencias

Alejandro VI puede ser considerado un prototipo de príncipe del Renacimiento, que unía a su estilo de vida lujosa y corrompida la protección de las ciencias y las artes. A su mecenazgo se debe, por ejemplo, la Piedad de Miguel Ángel.

Lástima que, cuando fue nominado obispo de Cartagena, no apareciera por aquí, para poner su atención en la defensa y embellecimiento de esta ciudad, como luego hizo en Roma; una pena, pues podría haber ensayado en Cartagena y en nuestra Catedral Vieja lo que luego encargaría a Bramante: el proyecto para la construcción de una nueva basílica de San Pedro.

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