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Miguel Zapata, sentado, con bastón, en su última fotografía antes de dejar su casa de Portmán, con personas de su confianza.
La muerte del Tío Lobo
Fotohistoria de Cartagena

La muerte del Tío Lobo

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN

HISTORIADOR Y DOCUMENTALISTA

Sábado, 16 de junio 2018, 00:55

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Hoy se cumplen cien años del fallecimiento de Miguel Zapata Sáez, el Tío Lobo. Un personaje que se convirtió en el hombre más rico y poderoso de toda la Sierra Minera de Cartagena-La Unión.

Pero marchemos por partes, 1840 es un año clave en Cartagena y su comarca. Al calor del descubrimiento de los ricos yacimientos de Sierra Almagrera, en Almería, se produce una autentica fiebre minera que recorre todo el litoral de la Región de Murcia, desde Cartagena hasta Águilas.

Esa explosión puso en producción cientos de minas en esta sierra y la llegada de miles de obreros principalmente de la zona andaluza, que se prolongaría hasta principios del siglo XX.

La sierra refleja el modo de producción primario, un gran destello en los beneficios a su comienzo, pero paralelamente traerá consigo su total aniquilación económica. Su endémica deficiencia de infraestructura solo pudo mantener un ritmo de crecimientos relativamente autosostenido de un par de decenios. A partir de entonces entraría en una crisis crónica que sin duda agravaría con creces las condiciones de vida y de trabajo de los operarios que tan alegremente habían venido a estas tierras.

A pesar de ello, en la fase inicial de la minería cartagenera fueron muchos los obreros que pudieron aprovechar la dinámica económica vigente y enriquecerse. Este pequeño propietario, de humilde extracción social, que bajo las fórmulas de arriendo y subarriendo y con la suerte de encontrar alguna veta importante en su mina pudo subiese al carro de la fortuna, convirtiéndose en un nuevo rico que actuará en ocasiones con mayor dureza que el capitalista importante.

Para los demás, el panorama fue desolador, condenados a sufrir unas condiciones de trabajo infrahumanas, que provocarían el nacimiento de una poderosa conciencia de clase y su conformación en un movimiento obrero organizado que alcanzaría años más tarde un gran protagonismo histórico.

Miguel Zapata, envuelto en esa dinámica, llegaría a la cúspide empresarial y política a través del dinero y de un ingenio fuera de lo normal que le permitió organizar un imperio fabril sin parangón, lleno de ramificaciones políticas y sociales llevando a sus descendientes a emparentarse con las familias más poderosas de este territorio.

Pero hoy quisiera centrar el tema en el aspecto más íntimo de su vida y quizás el más triste. Al éxito empresarial no le acompañó el poder eximirse de las penas familiares que le supuso la sombra continua de la muerte de sus seres queridos.

Al Tío Lobo (el apodo le viene de familia) no le faltaron velatorios en su majestuosa mansión de Portmán. En 1878 falleció su hija Trinidad, a los 22 meses de nacer; su hijo Joaquín, a los 21 años de edad; a los 29 años fallecía su hija Visita, que se había casado con el médico José Maestre Pérez, a la postre el continuador y heredero de este imperio. En 1906 fallecería su propia esposa, Juana Hernández, pero quizás el momento de mayor tristeza fue la pérdida del único heredero varón que le quedaba, su hijo Miguel Zapata, ya marqués de Villalba de Los Llanos, que con solo 33 años desapareció de este mundo acabando con las expectativas sucesorias de su estirpe directa, dejándolo todo en manos de su yerno José Maestre, que viudo de su hija afirmó sus derechos hereditarios casándose de nuevo con otra hija viva que le quedaba al Tío Lobo.

Sus ojos vieron marcharse a sus seres más queridos uno tras otro sin que su fortuna pudiera evitarlo. No es extraño que su carácter se agriase cada vez más, su fama de hombre despiadado, tacaño y aprovechado de la miseria ajena, le creará una aureola de viejo resentido, solitario, huraño y cruel.

La felicidad no solo la da el dinero. Apartado de casi todo, con su imperio empresarial dirigido por su yerno, pasará sus últimos años de vida en su residencia de Portmán, enfermo de próstata y con una molestísima enfermedad alérgica producida por algún hongo que le provocaba molestos picores por todo el cuerpo, con la necesidad de cambiarse de ropa casi continuamente.

A principios de 1918 se trasladaría a San Javier, lugar de su nacimiento, y fallecería el 16 de junio de ese mismo año, hoy hace cien años. Allí fue enterrado, pero la historia de este hombre y su circunstancia con independencia de sus claroscuros puede resultar interesante para cualquier autor literario dispuesto a fabular con su vida y con la época y el lugar en donde transcurre su existencia vital.

El conocido periodista Juan Ramón Lucas, consciente de este potencial, acaba de presentar su opera prima, una novela que bajo el título 'La maldición de la Casa Grande' revive al Tío Lobo, mezclando personajes reales y de ficción y utilizando como base argumental la propia vida de Miguel Zapata, aquel minero despiadado que, se convirtió en uno de los hombres más ricos y poderosos de España.

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