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Ramón Galindo, segundo por la izquierda, en su casa junto a Carmen Pedregal, Beatriz Vázquez-Díaz, José Antonio Lombardero y los ediles del PP Francisco Espejo y Carolina Palazón. Pablo Sánchez / AGM
Despedidas de verano

Despedidas de verano

TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN

Domingo, 27 de agosto 2017, 11:01

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Se acerca el final de agosto y, con él, el del verano, aunque muchos ciudadanos de la Trimilenaria, hasta el 15 de septiembre cuando se incorporen a nuestras fiestas históricas de Carthagineses y Romanos, todavía se queden en la costa, tanto del Mar Menor como del Mediterráneo. A pesar de ello, lo cierto es que en la última semana de este caluroso mes, la mayoría de la gente deja su hotel o apartamento para regresar a su lugar de origen; eso sí, con el recuerdo de unos maravillosos días de sol, playa, gastronomía, espectáculos, paisajes y muchos nuevos amigos.

Llega así el momento de las despedidas, como la que celebramos en casa de mi buen amigo Ramón, en su palacete de la zona del antiguo Vivero en el Mar Menor. Allí nos reunimos para despedir a algunos amigos que terminaban sus vacaciones y que marchaban a Madrid, principalmente, aunque también a muchos otros destinos. Ramón nos convocó a las 13 horas para tomar un largo aperitivo; tanto, que hizo innecesaria la celebración de una comida posterior en casa, tal y como ya nos advertía en el momento de la invitación. ¡Y vaya si fue largo! Terminamos inmersos en el mundo del hielo a las 6 de la tarde, y no clausuramos hasta la puesta de sol.

Ramón Galindo, Moncho para los amigos, es un auténtico 'pata negra' en la Trimilenaria. Amigo de sus amigos, es el perfecto anfitrión y el compañero ideal de la sobremesa, a la que, cuando la ocasión así lo requiere, procura poner colofón con un buen habano y un extenso y divertido repertorio de buenos chistes. Moncho es un gran aficionado al mundo taurino y amigo de grandes matadores como Rafaelillo, Pepín Liria o los hermanos Rivera Ordóñez, estos últimos hasta el punto de que Cayetano fue testigo de su boda y viceversa. De hecho, en pleno aperitivo, recibió la llamada de Cayetano, imagen de Loewe, para confirmarle la reserva de seis entradas para la corrida Goyesca de Ronda, que el amigo Moncho ha conseguido para el mismo número de políticos de la Trimilenaria y de Murcia que quieren presenciar tan singular evento este año.

'Moncho' Galindo fue jefe de seguridad de la Armada y encargado de proteger al Rey en la Escuela Naval Militar. Y ve a Cartagena como un diamante sin pulir

En cuanto nos enteramos de la conversación, y dado que allí se encontraban también políticos en activo y alguno que otro de los que estuvieron y ahora chupan banquillo, enseguida se empezaron a meter con el bueno de Moncho, bromeando sobre sus vinculaciones políticas de cara al 2019. Casi sin darnos cuenta, solo queda otro verano de por medio para estar votando otra vez, y Moncho, como buen taurino, sacó rápidamente el capote para capear el temporal, pues había políticos de diferentes ganaderías (bien valga el símil).

Y es que él es de los que piensan que, en política, queda mucho por hacer; que Cartagena y su entorno necesitan un plan de actuación urgente, para favorecer el embellecimiento del paisaje y la puesta en valor de nuestras joyas arquitectónicas, como los molinos de viento o las antiguas baterías de Costa, y que la lucha por el Mar Menor debe ser contundente.

Moncho es cartagenero por los cuatro costados. Por eso, cuando se pone a comparar a nuestra Trimilenaria con otras ciudades españolas en las que ha vivido por motivos laborales, poniendo en la balanza los pros y los contras de cada una de ellas, cree que nuestro diamante en bruto, con su campo y sus costas, es muy superior a otros municipios. Lo que pasa es que está sin pulir.

Aperitivo en La Manga

Y entrando más de lleno, Moncho es de los que piensan que nuestra política municipal debe estar dirigida directamente al bienestar de los ciudadanos, olvidándose de esos «fabricantes de falsas ideologías» que, al más puro estilo de los vendedores del «elixir de la vida» de los viejos espaguetis-western, nos ha tocado sufrir en estas tierras.

En el apartado culinario, y como gran anfitrión, empezamos el aperitivo con algo que, según él, en un ágape cartagenero no puede faltar: michirones poco picantes al estilo Don Federico, y unos tacos de tortilla de patatas, de grosor más que aceptable y en su punto justo de cocción. Continuó con una fuente de embutido 'made in La Aparecida', con panceta y longaniza a la plancha, y morcillas recién hervidas sobre loncha de pan Moreno, combinación que sorprendió gratamente a todos los madrileños. Lo acompañó con unos tomates flor de baladre, trozos con aceite, sal, cebolla y olivas partías, que estaban exquisitos. Tanto es así que tuvo que preparar otra fuente.

Y de plato estrella, pescado; unas bandejas de raones bien fritos, que estaban para casi tocar el cielo. El raón, raor o raó, como lo conocen en las Baleares y del que solo se puede pescar 50 piezas por licencia y día, es un pescado de escama rojiza y ojos saltones que mide unos 12 centímetros y que tiene un gran sabor y textura. Con una carne muy blanca, es muy graso y de un sabor suavemente yodado; su piel gelatinosa se funde en boca como tocino ibérico, y se convierte en un espectacular bocado.

Este pescado tiene la particularidad de que cambia de sexo con la edad. En su primera etapa, es hembra y, al alcanzar cierto tamaño, se convierte en macho, anécdota que nos impresionó a todos los presentes. Conseguirlos no resulta fácil. Se trata de una especie que apenas se comercializa y que, en su mayoría, proviene de la pesca deportiva. Se utiliza para ello aparejos artesanales, como la caña o el volatín. De ahí su rareza y nuestro desconocimiento con respecto a ellos.

Todo ello estuvo regado con Bodegas Juan Gil, D.O. Jumilla, en blanco y tinto para, como dijo Moncho al descorchar la primera botella, librarnos de absurdos complejos sobre otras zonas. Los más de veinte invitados (Ignacio, José María, Víctor, Edye Seitz, Javier Merino, Miguel Olarrieta, etcétera) se desvivieron en elogios a Ramón Galindo, que cada año despide de esta manera a sus amigos de fuera y de dentro. Y como Moncho también ha sido alcalde de carretas de la Romería de San Ginés de la Jara, la sorpresa final fue el nuevo Licor de la Jara, que salió al mercado este año con motivo de la Romería y que, chupito a chupito, nos encantó a todos.

Contaba, ente sorbo y sorbo, Obdulio la historia de Ramón, nacido en el seno de una familia profundamente cartagenera en 1960, en el viejo Hospital de María de La Muralla, y que es padre de hijo e hija y abuelo de dos niñas. Ismael también nos contó cómo había ingresado con él, en 1978, en la Escuela de Infantería de Marina de San Fernando, donde comenzó su dilatada carrera militar. Nos contaba su compañero que es especialista en automovilismo y medios anfibios, boinas verdes, policía naval, protección de autoridades, buceador de combate, instructor de judo y defensa personal, socorrista titulado y con dominio de francés e inglés.

Moncho participó muy activamente en los años 90 y 91 en la lucha antiterrorista contra ETA. Llegó a ser Jefe del Equipo de Seguridad de la Armada, encargado de la seguridad del entonces Príncipe de Asturias y actual Rey de España, Felipe VI, cuando este fue alumno en la Escuela Naval Militar, en Marín (Pontevedra). Galindo estuvo destinado en varios Tercios y posee varias condecoraciones, entre las que destacan las Cruces del Mérito Naval y la de San Hermenegildo, algo excepcional para un militar en tiempo de paz. También tiene el valor reconocido en su hoja de servicios, por haber arriesgado su vida para salvar a una persona al caer por la borda al mar durante la noche, en el buque Juan Sebastián Elcano.

Ya retirado de su carrera militar desde hace más de diez años, es copropietario y director ejecutivo de la constructora Galmar, aficionado del Efesé, capataz del trono del San Pedro de Cabo Palos, caballero de la Orden de Caballeros Pobres de Cristo y presidente de la Federación Nacional de Veteranos de Infantería de Marina. Desde esta capitaneó la promoción del primer monumento a la Infantería de Marina, que luce en la Plaza del Rey de nuestra Trimilenaria.

Del Ejército a la construcción

Todos disfrutábamos de una relajante pausa inmersos en el mundo del hielo, con unos gin tónics perfectamente preparados, con hielo cubriendo toda la copa y sin romperle la burbuja a la tónica, y unos dulces refrigerados de Busquets de Cabo Palos, con los que nos endulzamos antes de entrar de lleno en el debate político. En él, más de uno elogió las capacidades de Moncho de cara al futuro y algunos avanzaron los movimientos que ya se están realizando de cara a las próximas elecciones, para las que los distintos partidos mueven ficha, de cara a crear equipos que ilusionen a los ciudadanos y obtener así un mayor número de concejales.

Entre sorbo y sorbo, termino con una reflexión sobre la Actitud y la Fe: «Un día, los hombres del pueblo decidieron orar para pedir que lloviera. El día de la oración, toda la gente se reunió, pero solo un niño llegó con paraguas». Eso es FE. «Había un anciano con la siguiente leyenda escrita en su camiseta: 'No tengo 80 años, tengo 16 más 64 de experiencia'». Eso es ACTITUD.

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