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Juan Sánchez atiende a dos clientes en su agencia de viajes, situada en la calle Serreta de Cartagena, a pocos metros de la iglesia de la Caridad. Pedro Martínez / AGM
Comerciantes en las calles del olvido

Comerciantes en las calles del olvido

Empresarios de la Serreta, San Vicente y el Lago echan en falta un impulso municipal que saque del aislamiento, de una vez, a esta parte del casco histórico. Denuncian un trato «injusto», respecto a las zonas con más turistas, y exigen cambiar la imagen de «inseguridad» y de «abandono» del barrio

Antonio López

Cartagena

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Lunes, 5 de febrero 2018, 08:29

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Solo el optimismo de May Calín y Eduardo Díez, que acaban de montar una tabaquería en la calle Serreta, quita algo de desolación a una zona en la que, desgraciadamente, se ven cada vez más carteles de cerrado por jubilación, como el de Muebles Juan Antonio, un negocio con 45 años de servicio que echó el candado el pasado miércoles. Estos dos jóvenes empresarios han optado por un local vistoso y colorido. Su ilusión y alegría contrasta con el ambiente que se vive en una zona de Cartagena casi vacía de vida comercial, que decae conforme pasa el tiempo y donde apenas se invierte para devolverle el esplendor que un día tuvo.

El muro virtual e interminable que separa a las calles Serreta, San Vicente, Duque, Cuatro Santos y Plaza de la Merced (Lago) de otras con más tirón empresarial como Mayor, Puerta de Murcia, Carmen o Santa Florentina, frena la llegada de vecinos y turistas. Y las tiendas van a menos, hasta que desaparecen. Eso lo saben muy bien May y Eduardo, pero a pesar de ello confían en «comenzar a revertir la situación». Creen «en esta calle y en sus posibilidades, de ahí que hayamos apostado por ella».

La falta de inversión pública y privada en esas calles las ha dejado al borde de un abismo, que critican denodadamente los comerciantes, como el dueño de Antigüedades Hispania, Ángel Barquero. Este empresario lleva 24 años en un local de la calle Serreta y no pocas veces ha pensado en cambiarse a un bajo de las vías más transitada por vecinos y turistas. «A la gente le da miedo pasar por aquí a partir de ciertas horas, algo que no comprendo, porque en todo el tiempo que llevo en mi negocio, jamás me ha ocurrido nada», explica.

«Sin apenas ambiente»

Este anticuario achaca a «la falta de inversión» el contraste entre unas áreas sin apenas ambiente comercial, como el que se vive en la zona donde tiene su tienda, y aquellas del eje Puerto-Plaza de España.

Otra de las comerciantes que resisten, en medio del olvido institucional, es la propietaria del Bazar X, Nieves Íñiguez. Ella tiene un local de venta de abalorios, lencería y mercería que fue abierto en 1932 en la calle San Vicente, justo en la desembocadura de la calle San Fernando. Íñiguez critica que la situación que vive allí el comercio es causa «del total abandono al que tienen sometida esta zona, desde hace más de dos décadas».

En su opinión, «lo que se necesita en esta parte de Cartagena es una regeneración total y una apuesta en firme, como se hizo con otra calles del centro o como se está haciendo con la Plaza San Francisco».

Precisamente, esta zona es un claro ejemplo de regeneración. Hace apenas una década estaba plagada de negocios cerrados y en los alrededores proliferaba la prostitución. Ahora, media docena de bares y restaurantes han devuelto la vida a la plaza, gracias, en parte, a las ayudas municipales que ofrece el Ayuntamiento. Eso es lo que piden los comerciantes de esas calles, una apuesta clara y decidida por la zona.

Urbanizar el Monte Sacro

Y es que «a partir de las seis o las siete de la tarde, nuestras tiendas comienzan a vaciarse de cliente y la calle queda vacía. A la gente le da miedo pasar por aquí a ciertas horas», añadió Íñiguez.

En la misma calle Serreta también está Viajes Ortuño, cuyo propietario, Juan Sánchez, lleva en el mismo local casi 25 años. Él no se queja de la falta de clientes, pero cree que la zona podrían cambiar con un poco de inversión en renovar la imagen. Pero si algo haría revertir la situación sería la urbanización del Monte Sacro. «Unido al barrio universitario convertiría a este barrio, como yo lo llamo, en una zona excelente para vivir y poner un negocio. Pero creo que para ello aún falta mucho tiempo», augura.

Muy cerca de allí está la confitería Davo, un negocio regentado por Ramón Miguel García. Cree que el verdadero problema de la falta de clientes es la escasez de un aparcamiento decente. «Si no hay un lugar donde mis clientes estacionen sus vehículos, no vienen. Solo con un buen servicio se mantiene un negocio como este», opina. Dice ser plenamente consciente, como la mayoría de vecinos de la calle, de que la inseguridad es un obstáculo, pero asegura que «en todo el tiempo que llevo aquí nunca he visto altercado alguno. Ocurren más robos en otras calles más céntricas que aquí», afirma.

Su panadería, de pan de masa madre, aclara, está muy cerca de la calle Duque y Gisbert, dos arterias también con algunos comercios, pero donde predominan ante todo los bares. La situación de abandono y falta de inversión en ambas es similar a las anteriores.

Gisbert, mil y un anuncios

Los empresarios de esta zona, a pesar de sus esfuerzos por ofrecer negocios nuevos y diferentes que atraigan a la ingente cantidad de universitarios que a diario acude a clase al cercano Campus de la Muralla, no consiguen captar a este tipo de cliente. Un claro ejemplo de lo que ocurre allí también es el mercado de Gisbert, donde apenas quedan abiertos unos pocos puestos.

La falta de concreción de los muchos planes municipales anunciados desde hace años para este emplazamiento comercial empujan a su posible al cierre. Los escasos pequeños empresarios que aún regentan un lugar allí, llevan reclamando inversiones desde hace años.

El Gobierno local, con la alcaldesa y concejal del área económica Ana Belén Castejón al frente, vuelve a anunciar un plan de choque para revitalizar esta plaza de abastos pública. Para ello ha solicitado ayudas económicas a la Dirección General de Comercio de la Comunidad Autónoma. La Agencia de Desarrollo Local y Empleo (ADLE) también presentó un proyecto para rehabilitarlo mediante programas mixtos de formación y empleo del SEF.

Esta problemática no es muy diferente a la que se vive en la Plaza de la Merced, donde ya apenas quedan negocios. El que la plazoleta lleve levantada más de dos años, no ayuda a hacer atractiva un enclave donde la inseguridad no puede ser una excusa, al haber un cuartelillo de la Policía Local.

Parte de la calle San Fernando, al menos la que desemboca en San Vicente, vive una situación similar de abandono y carestía, al contrario que la zona que da a Santa Florentina, reflotada en los últimos años por negocios que cada vez atraen a más clientes. A pesar de ello, desde la Asociación de Comerciantes exigen una reforma integral, que vaya desde el soterramiento de los cables que afean las fachadas, hasta la renovación del pavimento y el alumbrado. El Ayuntamiento se comprometió hace más de un año a que pondría en marcha un plan 'renove', pero transcurrido ese tiempo aún no se ha hecho nada de lo prometido.

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