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Cartageneros vestidos de época modernista, en la última Noche de los Museos.
Cartagena de mi Alma

Cartagena de mi Alma

JOSÉ SÁNCHEZ CONESA

Miércoles, 27 de julio 2016, 01:43

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Cartagena de mi Alma es toda una declaración de amor que designa como una exclamación unánime a un grupo de amigos que se reúnen en tertulia para hablar de vivencias comunes, pasajes de un tiempo ido y preocupaciones presentes, siempre al fondo la Cartagena compartida. Me comenta Diego Campillo Baños uno de sus artífices, junto a Pedro Pérez Martínez y José Antonio Martínez 'El Cachimanero', que son tres años organizando excursiones para conocer una Cartagena semioculta, un patrimonio existente pero que pasa desapercibido por culpa de nuestras prisas vanas.

La primera salida, de un total que supera la treintena, fue a la batería de La Parajola, una asignatura pendiente de Diego. Recomendable escapada para conocer una instalación militar de estilo historicista que imita el arte y la arquitectura del Antiguo Egipto con elementos modernistas. Fue levantada en 1926 bajo el mandato de Primo de Rivera y contaba con cuatro cañones construidos en Reinosa, bajo licencia de la casa británica Vickers-Armstrong, de gran importancia estratégica para hacer frente a los aviones que bombardeaban la ciudad departamental durante la guerra civil. Desde allí se disparó al 'Castillo de Olite', buque finalmente hundido que pretendía apoyar al bando franquista en la toma de Cartagena el día 7 de marzo de 1939.

Cartagena de mi Alma, en vías de constituirse en asociación cultural, ha subido a otras baterías como Cenizas, Aguilones, las cinco colinas, han visitado Portmán y El Gorguel, y conjuntamente con la Liga Rural del Campo de Cartagena el Teatro Apolo y la Fuente del Sapo en El Algar. Resultó espectacular la ruta titulada 'En busca del agua', por los campos de Perín, una auténtica alfombra vegetal verde aquel domingo de octubre, como si de Irlanda mismo se tratase, relata Diego. Han organizado excursiones nocturnas a la luz de la luna y exitosos ritos de comensalidad que han contribuido a estrechar lazos para que nadie se sienta extraño entre ellos.

Piensan acertadamente que la comarca hay que andarla para amarla, por eso pisan sierra, mar y campo. Últimamente desarrollan su proyecto 'Ponte un sombrero' para vestirse de época. Cualquiera que se anime lo puede hacer para celebrar el año del Modernismo en Cartagena, recordando el centenario del Gran Hotel. En su Facebook se encuentran las fotografías que testimonian esta singular campaña para hacer más presente entre nosotros la que fuera una etapa clave en el desarrollo de Cartagena y su comarca, los años comprendidos entre 1880 y 1920, marcados por el auge de la minería y el desarrollo portuario y comercial. Incluso Francisco Calderón, segundo teniente de alcalde y su esposa, Rosario Terón, tomaron parte activa en el lúdico evento, paseando por las calles del centro, entrando en el Casino o disfrutando de alguna de las numerosas terrazas y sorprendiendo a autóctonos y extranjeros que echaban mano a sus cámaras fotográficas.

El grupo Cartagena de mi Alma forma parte de una red de asociaciones defensoras del patrimonio, que apuestan por su conservación involucrando a las instituciones públicas responsables del mismo pero también de forma activa a la ciudadanía. Gran número de colectivos patrimonialistas propugnan su participación directa en la Administración municipal y regional para que sus propuestas sean tenidas en cuenta.

Tienen claro que el desarrollo local está unido al turismo cultural en una sociedad del ocio que busca con ansia patrimonio material e inmaterial. No solamente el ostentoso palacio sino la fiesta y el ritual singular porque las comunidades declaran sus identidades vía celebración. Corren tiempos en los que se revaloriza el paisaje histórico, un concepto que une naturaleza y elementos arquitectónicos del pasado como los doloridos molinos de viento; el patrimonio industrial de las instalaciones mineras o del Arsenal Militar.

Las acciones de estos amigos evidencian una necesidad esencial como es la formación de los ciudadanos en el conocimiento de su historia, una preocupación reflejada en el Facebook del colectivo y en el de todos y cada uno de sus miembros. Existe una sed de conocimiento histórico y etnográfico de su comunidad, un ferviente deseo de sentirla intensamente al recrearla en escenificaciones callejeras para comulgar con ella.

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