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Tina, la pitonisa

«Oiga, mire, somos de Cartagena y hemos venido por si usted nos podría decir si Pilar Barreiro va a repetir como alcaldesa»

JOSÉ HERNÁNDEZ MONDÉJAR

Lunes, 30 de marzo 2015, 12:33

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Hace unos días estuve en Madrid con mi amigo Antonio. En el tiempo libre que tuvimos allí, quiso ver el Parque del Retiro y comerse un bocata de calamares sentado en el chiringuito que hay justo enfrente del estanque, por lo que allí nos dirigimos.

La boca del metro desembarca justo ya al interior del mismo, por lo que pasamos del más profundo agobio bajo tierra a las espectaculares vistas de la naturaleza en medio de tanto hormigón.

Pisando el suelo de tierra, nada de enlosados como por nuestros parques, nos encaminamos hacia el chiringuito entre cientos de personas, por no exagerar. Allí habían puestos de barquillos, malabaristas, músicos, vendedores de cualquier cosa y pitonisas, con sus mesas plegables, con una falda negra, un par de sillas para los clientes, la bola de cristal, la vela, las cartas y un letrero que decía '10 euros'.

Como quiera que mientras nos dirigíamos hacia el sitio íbamos comentando el hecho de que el PP haya nominado a mi Pili como candidata al Ayuntamiento estando imputada, sospechando que ella ya se huele que va a ser desimputada, porque si no no se entiende, se me ocurrió pincharle a Antonio: «¿Por qué no le preguntas a esa bruja si mi Pili va a ganar?», respondiendo rápidamente con un 'pues sí, mira, por diez euros me entero'.

Imagínense, parecíamos Esteso y Pajares presentándonos a la bruja. «Oiga, mire usted, somos de Cartagena y aquí estamos que hemos venido para saber si usted nos podría decir si Pilar Barreiro va a repetir como alcaldesa». Nos faltó ir con boina.

La mirada de la pitonisa llamada Tina no dejó lugar a dudas de lo que pensó de nosotros.

Primero Antonio soltó los diez euros para que la pitonisa empezara. Le dio unas cartas para que las barajara, diciéndole 'piensa en la alcaldesa, visiónala, concentrate...' ¡Pero si no se me va de la cabeza ni en sueños!, le contestó entre risas.

Al mismo tiempo ella hacía lo propio con una baraja suya y empezaba a echar cartas.

Allí empezaron a salir espadas clavadas en el corazón, rejas, más rejas, momias, demonios, brujas, lunas... Luego comenzó con la baraja que Antonio había barajado y dale que te pego con las espadas, rejas, puñales, cárceles, muertos...

Entonces vino la explicación: «Esta mujer lleva muchos años en la política y tiene muchos problemas. Tiene uno que está judicializado pero le vienen más. Su triunfo depende de que un señor que habla mucho saque trapos sucios de ella y eso le haría perder las elecciones».

Solté una sonrisa de incredulidad con gesto de «no ha dicho nada, y diez euros». Entonces, mirándome con fijeza, me dijo: «Toma, coge mis cartas, barájalas, córtalas y dámelas». ¿Quién, yo? No, mire usted, yo no entiendo de estas cosas ni quiero saber nada. Pero ya era demasiado tarde, al gesticular con las manos, me las puso en la izquierda.

Pues nada, que hice lo que me dijo y se las devolví, observando que la cara le había cambiado.

La mujer comenzó a echar cartas en parejas, dos aquí, dos allá, otras dos por este lado, y así hasta que paró de echar y comenzó a hablar: «Mirad, vuestra amiga alcaldesa tiene mucho carácter, es muy dura y fuerte, su temperamento la pierde, tiene muchos enemigos, tiene mucho que callar y ocultar, pero como uno le salga a la luz, pierde las elecciones. ¡Lo siento mucho!, pero es lo que hay, la culpa es suya».

La cara de mi amigo Antonio cambió de sonriente a seria.

Al despedirnos, la bruja, jodida por mi incredulidad, me dijo: «Tú escribes en el periódico de tu pueblo, ¿verdad?»

¡Clavao, me dejó clavao!, tanto que le dije a mi compañero de viaje: ¡Antonio! dale otros diez euros a la mujer que vamos a saber qué va a ser de Paco Espejo.

¡Chsssss, Don José! que yo no pongo diez euros para adivinar algo tan fácil, soltó Antonio, al tiempo que le dio la espalda a la pitonisa marchándose sin despedirse.

¿Y esa cara tan seria? Pero si la pobre mujer te ha dicho que pierde la Pili. ¿Qué más quieres?, le comenté a mi compañero de viaje.

¿Serio? ¡Me cago en la videncia de la bruja! Primero me toma por amigo de la alcaldesa y luego me dice que siente mucho que pueda perder las elecciones. ¡Para creerla! Y encima, diez euros.

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