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El catedrático de Historia Juan Bautista Vilar, en la UMU.
Los lugares legendarios
EL TÍO DEL SACO

Los lugares legendarios

JOSÉ SÁNCHEZ CONESA

Miércoles, 27 de agosto 2014, 01:34

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La Tierra Austral, perdida o nunca hallada por los exploradores, alimentó la fantasía de muchos autores de utopías, que situaban en ella su sociedad feliz. Tierras soñadas o inventadas de Australia. A veces los habitantes de las islas de Madeira, La Palma, La Gomera y El Hierro, engañados por las nubes o los reflejos marinos, creían divisar una isla perdida entre el mar y el cielo, que aparecía y desaparecía. Es el mito de San Borondón, la isla fantasma, pero tomada muy en serio por muchos, ya que en el tratado que establecieron en 1479 las potencias de Castilla y Portugal, para repartirse el Atlántico ,se establecía claramente que pertenecía al archipiélago canario.

Tiempo después, un ingeniero mandado por Felipe II para fortificar las Canarias determinó la localización y extensión de San Borondón, llamada de muchas maneras: La Encantada, La Perdida, La Inaccesible, la No Encontrada. Para aquel funcionario, la misteriosa ínsula medía 450 kilómetros de largo, por 155 km de ancho, y para acreditar su existencia remitía a los testimonios de muchos navegantes.

El hombre se ha interrogado por lo que pasaba en el interior de la tierra. Ahí está la propuesta fantástica de Julio Verne en 'Viaje al fondo de la tierra' (1864), con dinosaurios y bosques de setas gigantes. Otros han situado allí el Reino de los Muertos. Para Homero o Virgilio era el Hades, el Infierno de Dante o de Mahoma, porque el Profeta lo visita. También lo hace Jesús, al descender en su muerte.

Hubo teorías, pretendidamente científicas, que estaban influidas por invenciones novelescas, en las que se describía un mundo subterráneo de galerías y pasajes habitados por monstruos o criaturas primitivas. Anteriores a la de Verne, se publicaron obras, en los años 1721 y 1734, en las que el interior de la Tierra se convierte en refugio de sabios egipcios, donde existen templos subterráneos y monstruos.

En fechas más próximas, de 1945 a 1949, se publicaron unas historias sorprendentes en una revista de ciencia ficción. En ellas, Richard Sharpe Sahver relataba que una raza superior prehistórica sobrevivía en la cavidad del planeta y empleaba instrumentos de tortura para atormentar a habitantes de la superficie que capturaban. Miles de personas escribieron afirmando que oían voces infernales, procedentes del interior de la Tierra.

'Utopía', de Tomas Moro

Utopía significa no lugar, aunque otros prefieren interpretar dicho término como buen lugar. Es el título de una obra de Tomás Moro (1478-1535), teólogo, escritor, traductor, político, profesor de Leyes, abogado, juez. Un humanista al que la Iglesia Católica canonizó como santo, ya que fue ajusticiado por orden de Enrique VIII al oponerse a las pretensiones reales de separarse de la Iglesia de Roma para constituir la Iglesia Anglicana. Le cortaron la cabeza.

El texto de 'Utopía' ha sido considerado, por algunos, como un antecedente del socialismo, en cuanto la búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria. El anhelo de sociedades ideales aparece en La República de Platón, en la concepción del Paraíso de la Biblia o en la Edad de Oro de la mitología griega y romana. Pero Moro hace un esfuerzo por describir de manera puntillosa todos y cada uno de los aspectos de ese estado, una isla, con sus ciudades y edificios. La 'Utopía' de Santo Tomás Moro predica la libertad de expresión y de pensamiento y la tolerancia religiosa, pero limitada a los creyentes, porque a los ateos se les deniega el acceso a los cargos públicos.

La literatura política y la ficción se dan la mano en este relato, como en otros posteriores: 'La ciudad del sol', de Tomás Campanella (1602), o 'Nueva Atlántida', de Francis Bacon (1627). Son no lugares, aunque sus autores pretendían expresar sus mejores deseos de un mundo mejor, presentando situaciones que deberían convertirse en realidad.

Muchos son los libros a estos asuntos dedicados, aunque destacaremos algunos como la sociedad tranquila y racional de los Houyhnhnn, descrita en 'Los Viajes de Gulliver' (1726), de Jonathan Swift, o las obras de los llamados socialistas utópicos como Fourier, Saint-Simon, Cabet y Owen. Se oponen a la sociedad capitalista, e influirán en el desarrollo de ideas posteriores como el cooperativismo, el ecologismo, las ecoaldeas, la socialdemocracia, el socialcristianismo, el socialismo científico o marxismo y el movimiento hippie.

Sociedad comunitaria

Uno de estos socialistas utópicos, el pequeño empresario francés Fourier, intentó plasmar en la realidad social su proyecto de falansterios. En una clase del profesor Juan Bautista Vilar, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Murcia (UMU), supe que el acaudalado empresario Manuel Sagrario de Beloy intentó poner en marcha un falansterio en Tempul, una localidad cercana a Jerez de la Frontera y otro en la diputación cartagenera de La Palma, en unos tiempos en que esta localidad tenía ayuntamiento propio.

El proyecto de esta sociedad comunitaria fue presentado en Las Cortes y al general Espartero, de ideología progresista. A pesar de ser aprobado por el Gobierno en 1842, nunca se aplicó. Al parecer, el poder ejecutivo no facilitó la mano de obra compuesta por soldados y presos, requerida para crear el gran edificio que acogería unas mil personas; nunca, en cualquier caso, debía sobrepasarse las mil seiscientos.

La ubicación óptima de los falansterios estaba en el campo, y cada miembro de la comunidad desarrollaría aquellas labores que iban más con sus cualidades y preferencias. La propiedad de los bienes y servicios sería comunitaria, pero cada uno recibiría un salario en función de la importancia del servicio prestado al grupo. Y los cargos públicos serían designados, según la elección de todos los integrantes de la colonia.

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