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Iñaki prepara todos los días la comida en el camión. En la imagen, muestra un buen par de huevos fritos de los que se dispone a dar cuenta en la cabina del tráiler. :: j. r. p.
La vida marcada por una hoja de ruta
REPORTAJE

La vida marcada por una hoja de ruta

Cocina y duerme en el camión. No fuma, no bebe, nunca para en bares de carretera y se ducha en las áreas de servicio, donde hace los correspondientes descansos. 'La Verdad' comparte tres días y tres noches en la carretera con un camionero que transporta melones desde Torre Pacheco hasta Rotterdam (Holanda)

JUAN RUIZ PALACIOS

Lunes, 28 de julio 2014, 09:29

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Lleva una bandera de España que tapa la litera donde duerme y una foto de su nieta en la cabina. Junto a ese retrato hay un dibujo. Es un regalo de la pequeña. No hay duda de que ella es la reina de la casa. Es viernes por la tarde e Iñaki Isasi Llamas (Bilbao, 1956) arranca su camión en las instalaciones de la empresa Suditráns para dirigirse a Torre Pacheco. Allí cargará el vehículo con toneladas de melones que deben llegar a Rotterdam (Holanda). Iñaki es uno de los miles de camioneros que transportan las frutas y hortalizas de la Región hasta los mercados europeos. 'La Verdad' viajó durante tres días y tres noches con él, de Torre Pacheco a Rotterdam, para contar cómo es la vida de estos profesionales de la carretera. Una vida marcada por una hoja de ruta.

  • millones de euros es el valor de la mercancía hortofrutícola exportada en 2013 en la Región.

  • millones de toneladas de frutas se exportaron en 2013 desde Murcia. Supuso un aumento del 5,5%.

  • es el número de empresas de transporte que hay en la Región con vehículos pesados.

Viernes, 11 de julio

Mejor carreteras nacionales que autopistas de peaje

Iñaki está bastante pensativo. Tiene claro que va a pasar alrededor de una semana fuera de casa. Sabe que no verá ni a su esposa, ni a sus hijas, ni a su nieta. Pero, entre reflexión y reflexión, esboza una sonrisa cuando mira su volante. Tiene un trabajo que le apasiona. «Viajar en camión es más bonito que hacerlo en turismo; tu cabeza está tres metros más alta que la de los demás y tienes más tiempo de disfrutar del paisaje. Lo ves todo en panorámica». Reconoce que tiene una vida muy diferente al resto de personas. Es dura y los horarios de trabajo son completamente anárquicos.

«Buenas tardes, compañeros. ¿Cómo estamos?», pregunta Iñaki a los trabajadores de la empresa de fruta de Torre Pacheco. Allí bromea con ellos y aprovecha para ponerse una bata y un gorro blanco. Es necesario para evitar que cualquier bacteria de la ropa contamine la fruta. Una vez cargado el camión, el bilbaíno se pasa por la cantina de la mercantil para tomar un café. Es el preludio de un largo viaje que lo mantendrá ocupado varios días.

Lo primero que hace nada más subirse al vehículo es introducir su tarjeta identificativa en el tacógrafo. Es el aparato que registra los tiempos de conducción, de descanso, los kilómetros que recorre el camión, la velocidad a la que circula en cada momento y las infracciones que el conductor puede cometer. «Es mi policía particular», ironiza. «Los agentes pueden controlar a través de este artilugio lo que el camionero ha hecho en los últimos 28 días. Todos los viajes de un año se quedan grabados», explica Iñaki.

Comienza el viaje y el camión no sobrepasará en momento alguno los 90 kilómetros por hora porque tiene instalado un limitador de velocidad. Para los recorridos largos, Iñaki prefiere circular por carreteras nacionales en vez de hacerlo por autopistas. «Dan menos sueño. Las nacionales no son aburridas y uno se entretiene más. El sueño es muy traicionero. Lo mejor que uno puede hacer es parar si está cansado», señala.

Los camioneros tienen la obligación, por ley, de parar obligatoriamente cada cuatro horas y media como máximo. Deben hacer un descanso de 45 minutos como mínimo. En una semana, cada jornada conducen como mucho nueve horas, aunque dos días se les permite realizar un recorrido de diez horas.

Durante la primera tirada de kilómetros, que durará casi cuatro horas y media, este apasionado de la pesca submarina piensa en los días de playa que pasa con su familia en las Mil Palmeras y en La Manga del Mar Menor.

- Tiene que ser difícil de llevar eso de tener una profesión en la que uno no ve a su familia.

-Lo peor es pasar solo tantas horas; la soledad. Trabajo y vivo para mi familia. No tiene más. Creo que merece la pena estar tanto tiempo en la carretera si a los tuyos les aportas bienestar y comodidad.

-¿Cómo mata el tiempo?

-Escucho música, me pongo la radio, pienso en lo preciosa que es mi nieta... Muchas veces aprendo inglés con un curso que llevo en unos cd's... Lo que sea para no sentirme solo.

-¿Y su familia cómo lo lleva?

-Bien. Ellos me entienden y respaldan la decisión que tomé hace ya más de once años. Lo llevan bien.

Como muchos de sus compañeros, Iñaki no comenzó en esta profesión desde joven. Su vida siempre ha estado marcada por trabajos muy diferentes entre sí. «He hecho de todo. Fui chapista, después me hice marinero sin saber lo que era el mar, más tarde pertenecí al grupo de buceo de la Ertzaintza, fui profesor de dos autoescuelas... Al final, me metí a camionero. Siempre me gustó la carretera y conducir, pero todos los días pienso mucho en dejar mi profesión. Es muy dura».

Mientras conduce, los recuerdos se agolpan en la cabeza. «Siempre que salgo de viaje me acuerdo de cómo conocí a mi mujer. Me mandaron a Cartagena cuando hice la mili en Ferrol. Un día fui con unos colegas a Mazarrón y, al volver, pasamos por Alcantarilla. Entramos en la discoteca Chuys para tomar algo. Allí estaba mi Paqui. Me enamoré de ella y en menos de un año nos casamos», relata. Iñaki esboza un gesto de felicidad, luego calla y mira fijamente al frente. Continúa el viaje.

Tras una tarde larga en carretera, este conductor detiene el camión en un área de servicio de Barracas (Castellón). Es momento de descansar un poco y llevarse algo a la boca. ¿El menú? Tortilla de patatas de su Paqui, coca cola y un café. Su objetivo es continuar hasta Pamplona y pasar la noche allí. Reanuda la marcha. Las horas comienzan a hacerse un tanto pesadas e Iñaki bosteza por momentos. «No tomo nada de alcohol. Además de hacernos pruebas para saber si hemos bebido, la Guardia Civil debería controlar el sueño. Es un auténtico peligro. El alcohol es lo peor. Hace que creas que no tienes sueño», asevera. Pasadas las cuatro y media de la madrugada del sábado, llegamos a Pamplona. Ikañi busca la mejor área de descanso para pasar la noche: la Ciudad del Transporte. Una vez dentro, aparca entre un camión y un autobús, y retira su tarjeta de conductor del tacógrafo. Prepara la cama y cierra las puertas con todas las medidas de seguridad. Está cansado. Se pone el pijama, se acuesta y cierra los ojos.

Sábado, 12 de julio

El problema de Francia y los robos de gasoil por la noche

Después de pasar la noche como un lirón, Iñaki se ducha en el área de servicio, vuelve al camión y abre un compartimento del lateral del vehículo. Ahí tiene un camping-gas, todo tipo de especias, servilletas, platos, sartenes y demás enseres para cocinar, porque no le gusta alimentarse en bares de carretera, ya que «sale caro». Prepara un desayuno a base de huevos fritos con jamón, un batido verde elaborado con perejil, espinacas, brócoli, pera, naranja y plátano, y para terminar, café. Tiene que coger fuerzas porque en unos instantes se subirá de nuevo al vehículo para dirigirse a Francia.

Iñaki conduce unos horas hasta llegar a la frontera por Irún. Comienza a caer una fina lluvia. El camionero coge el teléfono y llama a su esposa. «Estoy bien, cariño. Voy a entrar en breve a Francia y quería decirte que te quiero mucho. Dile a las niñas y a la pequeñaja que las quiero». Y cuelga. Minutos después, el bilbaíno ya está en Francia. Es consciente de los problemas de los agricultores de allí por la crisis de los bajos precios de los productos españoles. La respuesta, repetida en las últimas semanas, es vacíar la carga de los camiones de nuestro país. También sabe que van a instaurar tasas para circular, al igual que ocurre en Bélgica y Holanda. Lo último es que Alemania pretende cobrar a cualquier conductor extranjero por circular por sus autopistas.

«Veo bien que los agricultores franceses defiendan su mercado. La solución es que todos tengamos un mercado regulado. Deberían hacer leyes que protejan la producción interior de los países», defiende. «El sector del transporte en España está mal. No hay unidad entre las asociaciones y no se lucha por un objetivo común. Ahora hay empresas que se llevan todas las cabezas tractoras a Rumanía y contratan a trabajadores de allí, y los gerentes pagan sueldos muy bajos porque pactan con aquellos convenios». El sueldo de un camionero varía dependiendo de los kilómetros que hace. Iñaki cobra entre 2.500 y 2.700 euros al mes. Eso sí, las multas que le pongan las paga él.

El vehículo sigue haciendo kilómetros hasta que lo detiene en Bedenác, a las 18.45 horas. Es hora de comer y el conductor sabe qué va a preparar: bacalao con tomate y pimientos asados. «Desayuno, como y ceno en el camión porque me alimento de forma más sana que si lo hiciera en un bar de carretera. Es más barato. Si ya de por sí estoy lejos de casa, intento que mi trabajo merezca la pena económicamente», explica. «Hay camioneros que comen en bares de carretera, después se van a locales de alterne... Y, al final, vuelven a casa con 1.000 euros al mes. Pero la mayoría cocinan en el camión cuando cruzan la frontera».

La ruta continúa. Iñaki llega a Blois. Antes de acostarse, le da un bocado a una tosta de queso con membrillo y se bebe un yogur. «Uno de los peligros a los que siempre estamos expuestos es a los robos de las bandas organizadas. Se llevan palés o el gasoil mientras dormimos. Llegan con una furgoneta y sacan el gasóleo con un extractor. Hace poco, en Inglaterra me robaron más de 500 litros. Otra noche, un tipo con pasamontañas quiso entrar en la cabina para atracarme, pero me asomé y se fue», relata con gesto de preocupación. Seguidamente, pone en su ordenador portátil 'Jungla de Cristal: Un buen día para morir'. Le gustan las películas de «acción y disparos». Pero Iñaki no termina de verla. Está bastante cansado y decide acostarse.

Domingo, 13 de julio

Fin de la ruta: la descarga de los melones y nuevo destino

Dos hamburguesas para desayunar, la adquisición de las tasas para circular por Bélgica y Holanda, y otras tantas horas, hasta que Iñaki llega a Barendrecht (Holanda), donde descargará en Hillfresh International. Una vez aparcado el camión, este amante de los relojes y las caravanas prepara su bicicleta -la lleva en la parte trasera del camión- para hacer algo de ejercicio.

Le han informado de que descargará los melones a las siete de la mañana y decide dar un paseo. Tras cenar con otros compañeros (comentan lo mal que está el trabajo) se va a su vehículo y carga en su portátil 'Mentiras Arriesgadas'. El sueño le puede. Se acabó la peli. Cierra los ojos.

Se despierta a las 06.30 horas. Descargan la mercancía e Iñaki toma un café. Está inquieto. Aún no sabe que tendrá que volver a cargar el camión de alimentos, transportarlos a Barcelona y, después, viajar a Alemania. Aprovecha para descansar mientras recibe órdenes. Es consciente de que, viaje donde viaje, siempre le acompañará su «ángel de la guarda», el mismo que hace que nunca haya sufrido un accidente y que siempre vuelva a casa. A casa, con su Paqui, sus hijas y su pequeñaja. Esa niña que le regala a su abuelo dibujos para que no se sienta solo.

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