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Antonio Fernández y Álvaro Martínez, durante una estiba de contenedores, este viernes, en el muelle de San Pedro del Puerto de Cartagena.
«No somos unos privilegiados ni tenemos 'supersueldos'»

«No somos unos privilegiados ni tenemos 'supersueldos'»

Los estibadores del Puerto de Cartagena afrontan con incertidumbre la crisis que atraviesa el sector

Rebeca Martínez Herrera

Domingo, 26 de marzo 2017, 08:13

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Con la piel curtida por el salitre de quien lleva más de treinta años trabajando frente al mar, Antonio Fernández afronta una nueva jornada en los muelles de mercancías del Puerto de Cartagena. Es estibador, como lo fueron su padre, su abuelo y su bisabuelo. Un oficio milenario que se encuentra en el foco mediático a raíz de una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea que obliga a España a liberalizar el sector para garantizar la competencia, ya que actualmente la contratación del personal por parte de las empresas que operan en los puertos (las consignatarias de buques) se lleva a cabo a través de sociedades anónimas de gestión de trabajadores portuarios, donde tienen participación de capital. En Cartagena, las seis consignatarias que trabajan en la terminal tienen el 49% de las acciones de la antigua sociedad estatal Sesticarsa (Sociedad de Estiba y Desestiba del Puerto de Cartagena), mientras el 51% restante pertenece a la Autoridad Portuaria.

«El verdadero problema de los puertos es que los quieren dejar casi sin personal y meter a gente de empresas de trabajo temporal porque van a salir más baratos, supuestamente», denuncia Antonio, el más antiguo de los 17 estibadores de Sesticarsa. Junto a ellos, menean mercancía otros 10 trabajadores que pertenecen a la plantilla de las consignatarias. «Aquí somos muy pocos y cuando hay operativas en las que hacen falta más estibadores, se recurre a una ETT (empresa de trabajo temporal), que es quien selecciona y manda al personal», responde al ser preguntado por el supuesto enchufismo en el sector.

Naufragio legislativo

Tras la ruptura de año y medio de negociaciones entre la patronal y el Ministerio de Fomento, el Gobierno tramitó la semana pasada un real decreto ley para acatar el fallo de Luxemburgo (que se dictó en diciembre de 2014) y llevar a cabo una reforma laboral que no obtuvo el respaldo del Congreso de los Diputados. Un naufragio legislativo que amenaza al Estado con el pago de una multa de 22,98 millones de euros, que podría ser un preámbulo de una segunda sanción de más de 134.107 euros diarios hasta que se cumpla la sentencia. «Nos escandalizamos con la multa, y es verdad que es dinero, pero se va a arreglar seguro. En Cartagena hay entendimiento y estoy convencido de que vamos a llegar a un buen acuerdo», asegura Antonio.

Con la misma tranquilidad afronta José Carlos Ortiz, otro veterano de la estiba, la tormenta que azota al sector, aunque reconoce que los cambios siempre están sujetos a la incertidumbre, «que provoca malestar». «No tenemos un puesto privilegiado porque hay tareas muy duras y peligrosas, aunque es cierto que cada vez lo son menos gracias al desarrollo de la tecnología y a la modernización del trabajo. Antes nadie quería dedicarse a la estiba. Siempre se ha dicho 'si estás cabreado, vete al muelle'». «Estoy seguro de que habrá una solución, pero tanto la parte obrera como la empresarial tienen que ceder», explica sin perder detalle de la desestiba de un buque cargado con 2.400 toneladas de plomo procedente de Italia que, calcula, les llevará unas once horas de faena. «Tenemos que estar disponibles las 24 horas de los 365 días del año».

Salario base de 1.400 euros

A unos metros de distancia, Antonio, que se encarga de coordinar las operativas de estiba y desestiba de contenedores y mercancía general a granel (excepto los líquidos como el petróleo, el gas y el cemento-, que vienen en buques autodescargables), supervisa atentamente la carga de unos doscientos contenedores que se está realizando en el muelle de Santa Lucía. En total, más de 4.500 toneladas de mercancía con destino a Sevilla, detalla con la ilusión de quien ama su trabajo, a pesar de que su oficio esté en el punto de mira de la sociedad por los elevados sueldos. «En los grandes puertos como Algeciras, Valencia y Barcelona, hay mucho volumen de trabajo y los estibadores doblan y triplican turnos, por eso ganan tanto. Aquí, en Cartagena, la media es de unos 14 turnos al mes. Si vienen pocos barcos, mi salario base es de 1.400 euros. Gano dinero cuando hay mucha faena porque trabajo a destajo y cobro en función de la productividad. No creo que sea un disparate».

Ni las largas jornadas, ni las estibas de madrugada, ni las inclemencias del tiempo, para Antonio lo más duro de ser estibador son las críticas de la sociedad. «Quienes tenemos un puesto de trabajo digno tenemos que defenderlo. Me da rabia que nos critiquen sin conocer. Somos como cangrejos en un cubo; si uno intenta salir, los demás se lo impiden».

Al preguntarle qué es lo mejor de su profesión, no duda ni un instante. «Para mí es el mejor trabajo del mundo», asegura visiblemente emocionado, al mismo tiempo que recuerda las historias que le contaba su abuelo de aquellos 'tiempos de piratas', en los que los estibadores tenían que poner una tabla de madera para poder cargar barriles en los barcos y se echaban los sacos a hombros para transportarlos. Él y su padre, que «trabajaba cuando venía un barco cada 15 días y el resto se tenía que buscar la vida haciendo herraduras y limpiando botas», fueron quienes le transmitieron el amor por la estiba, «un oficio que nadie quería y ahora está en boca de todos».

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