«El pez cebra es de gran utilidad para la investigación contra el cáncer»

Bueno, bonito, barato... y transparante. Además de presentar un asombroso parecido genético con el ser humano. Así es el pez cebra, el que permite a los científicos, como hace Manuel Bernabé en La Arrixaca, investigar cómo evolucionan las enfermedades para promover novedosos tratamientos contra el cáncer. Manuel trabaja a las órdenes de la reconocida bióloga María Luisa Cayuela y sus compañeros de laboratorio, pues insiste en dar sus nombres, son Francisca Alcaraz, Diana Garcia Elena Martínez, Jesús García, Ana Belen Pérez, junto a los alumnos Elena Naranjo, Miriam Fernández y Francisco Quiñonero. Quizá su trabajo sea uno de los más importantes que se desarrollan en la Región.

-¿Por qué es tan valioso el pez cebra para sus experimentos

-Cada vez tiene más fuerza en Biomedicina como modelo para enfermedades y búsqueda de tratamientos. Los mecanismos de los principales procesos biológicos se conservan entre humanos y peces (como el cáncer, o el envejecimiento), no hay que olvidar que compartimos un ancestro común. Es transparente al principio y se desarrolla fuera de la madre. Junto a la facilidad para manipular su genoma hace que podamos visualizar procesos in vivo, como ocurre con las metástasis o la formación de células sanguíneas. Estas ventajas me han permitido estudiar los mecanismos por los que un tumor es más agresivo que otros, mirando la invasión de distintos tipos de tumor con distintas modificaciones.

-¿Qué enfermedades investiga?

-En teoría el 85% de los genes que producen una enfermedad está presente en el genoma del pez. Podríamos utilizarlo de modelo para esas enfermedades. Nuestro laboratorio estudia la función de un complejo telomerasa en cáncer y en envejecimiento. La telomerasa está sobre-expresada en el 90% de los tumores y les confiere inmortalidad. Pero la ausencia de ese complejo desencadena una enfermedad cuyos pacientes sufren envejecimiento prematuro. Nosotros estudiamos cómo la telomerasa hace esa función y cómo buscar dianas terapéuticas.

-¿Necesitan estos animales algún cuidado especial?

-Como cualquier animal de laboratorio necesita unas condiciones óptimas de mantenimiento para sacar el mayor rendimiento, por lo que controlamos las condiciones ambientales, temperatura, conductividad de agua, ph y la alimentación. Pero no es un pez delicado.

-Hay quien mantiene que estos peces incluso son un termómetro para conocer el estado de las aguas, ¿se desarrolla este uso en España?

-Se utiliza para estudiar la toxicidad de diferentes moléculas (también metales pesados en el agua) o de aditivos alimentarios. Se utiliza más en este sentido, viendo qué compuesto producen o no defectos en el desarrollo de los embriones. Nuestro laboratorio lo utiliza con diferentes medicamentos que pretendemos desarrollar contra el cáncer.

-¿Desde cuándo se desarrolla esta investigación en Murcia?

-Llevo trabajando con pez cebra desde 2011. El grupo, desde 2006.

-¿Cuál cree que será el futuro de estos trabajos?

-El objetivo es identificar porqué unos tumores son más agresivos que otros. Y estudiar que función tiene la telomerasa en eso. Hemos identificado una molécula que correlaciona bien con el tipo de tumor (en cáncer de mama): cuanto más cantidad tenemos, más agresivo es el tumor. Cuando lo inhibimos se produce menos metástasis en el pez. Así que tenemos dos objetivos: buscar medicamentos o estrategias para inhibir esa molécula y utilizarlo como marcador en el hospital para nuestras pacientes.

-¿Podrían contribuir a la preparación de 'tratamientos a la carta'?

-Esa sería nuestra meta. Probar las líneas de tratamientos en el tumor del paciente creciendo en los peces y saber a qué tratamiento las células son más sensibles. Esto ya se hace en ratón, pero el pez cebra tiene ventajas: se necesitan menos células del paciente y los resultados son más rápidos. Su tamaño permite tener gran cantidad con el trasplante y probar más tratamientos.

-¿En que situación están los investigadores en la Región?

-La investigación no pasa por su mejor momento y la Región no es una excepción. Los investigadores vivimos en una situación de inestabilidad, principalmente por el carácter de los contratos que, en mi caso, suelen durar tres meses, pero siempre con la incertidumbre de saber si me lo renovarán.