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Murray Molloy, en plena actuación.
«Solo duermo en la cama de clavos cuando mi novia se enfada conmigo»

«Solo duermo en la cama de clavos cuando mi novia se enfada conmigo»

Tragasables

Antonio Botías

Sábado, 25 de febrero 2017, 00:39

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Pues sí. Come cristales y fuego, se introduce espadas de medio metro 'guajerro' abajo, que diría un huertano castizo, y hasta se acuesta en una cama de púas. Por si fuera poco, también permite que alguien le pise la cabeza mientras la coloca encima de un montón de cristales rotos. Y no está loco, al menos a primera vista. Pero es un tragasables, como le gusta denominarse. El único que vive en Murcia y, si me apuran, en gran parte del país. Murray Molloy llegó a la ciudad invitado por su novia, Helena Llopis, quien ya lleva doce años a su lado, y ambos decidieron quedarse, con sus espadas y alfileres, en esta tierra.

-¿Duerme en una cama de púas?

-¡Solo cuando mi novia está enfadada conmigo y me echa de la cama!

-No la enfadará a menudo, claro. ¿Cómo llegó a Murcia?

-Conocí a una chica, que es mi actual novia, quien había estudiado aquí, y me trajo para visitar la ciudad. Me gustó mucho. Vinimos a vivir una temporada y ahora la tenemos como una base en España. ¡Murcia mola!

-Solo le faltaba un faquir. ¿Es usted el único tragasables que hay en España?

-Creo que sí. Antes había otro chico que lo hacía, pero lo dejó porque tuvo un accidente.

-No me extraña...

-(Risas). ¡Desde luego que es un arte que está muriendo!

-¿Cuándo decidió dedicarse a esto?

-Cuando tenía 16 años me interesé por el mundo de los tatuajes, 'piercings' y modificaciones corporales. Mientras aprendía sobre ellos conocí los 'Sideshows' de EE UU, los faquires, comefuegos y artistas con habilidades extrañas y raras. Me llamó la atención, aprendí a comer fuego, construí mi primera cama de clavos y fui a actuar por las calles de Dublín.

-¿Es complicado aprender? ¿Qué precauciones se deben tener en cuenta?

-No es muy complicado, sino muy desagradable el aprender a tragarse una espada. No es un aprendizaje que empiezas a lo ligero. Tardé tres años y medio en aprender. Hay que superar el reflejo de vomitar, controlar la respiración, conocer tu anatomía para no meter la espada en los pulmones o dar un golpe al corazón, aprender a controlar los músculos del esófago...

-Ya hay que tener ganas, ya.

-Tienes que estar verdaderamente interesado y, posiblemente, también un poco mal de la cabeza.

-¿Nunca se ha atragantado?

-Sí. Y acabé en el hospital. Un día actuando en Barcelona, una mota de polvo se quedó pegada a la espada y me hizo toser. ¡No es una cosa que quieres hacer con 58 centímetros de hierro sólido atravesando tu cuerpo!

-Por nadie pase. ¿Se ha pinchado alguna vez?

-Hasta ahora no, pero tengo colegas a los que sí les ha pasado. No es una broma: es una actividad peligrosa. Creo que cada año hay dos o tres accidentes. Gracias a la medicina moderna, normalmente no son fatales, pero antes sí que lo eran.

-¿Qué proyectos lleva entre manos o en la boca?

-(Risas). Ahora mismo estoy muy enfocado en la 'escapología'. Es mi nuevo reto. Y con las espadas estoy intentando tragar más a la vez. Acabo de hacer unas espadas nuevas para tragar ocho simultáneamente y también tengo una que me regaló el director del Museo de Historia de los Sikhs, en la India. Es una espada curvada tradicional 'punjabi' que espero utilizar pronto.

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