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José Alberto González
Viernes, 20 de enero 2017, 01:35
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«Me estaba cayendo de todo: lluvia, granizo, nieve... Estaba muerto de frío y no podía dormir. Entonces, pensaba en mi mujer y mi hija. Pensaba que la niña es muy pequeña y que, si me pasaba algo, no me iba a conocer. Que iba a saber de mí a través de fotos y vídeos. Y ahí se pasa un poquillo mal. Pero enseguida intentaba cambiar mi mente para tener pensamientos positivos y ver cómo podría salir de allí. Mi error fue pensar que el temporal no sería tan fuerte, y he pasado casi veinticuatro horas muy malas, donde pensé en lo peor. Pero, afortunadamente, todo ha acabado bien».
Mientras se recuperaba de la hipotermia y del susto en las Urgencias del Hospital Santa Lucía, en Cartagena, Alberto Rodríguez Guillén relataba ayer a 'La Verdad' los peores momentos que vivió en la noche del miércoles y la madrugada del jueves, cuando se las apañaba para sobrevivir al temporal en una cala a los pies del monte Roldán, donde se perdió a primeras horas de la tarde.
De 33 años años, licenciado en Derecho, auxiliar de Justicia pendiente de destino y aficionado al monte y al deporte en general, Alberto no podía evitar pensar en su esposa, Lidia, y en su hija de un año y medio, Olivia. Pero tuvo que hacerse fuerte para «resistir», tras cometer, según sus propias palabras, «una serie de errores», como echarse a la montaña sin móvil y sin GPS, y adentrarse entre senderos cada vez más alejados, como Las Escarihuelas.
«Fue un descuido y un exceso de confianza. Mi padre me llamó para salir al monte de Tentegorra, y yo decidí ir al Roldán, y luego me animé y tiré para las Escarihuelas. Pero la nieve se me echó encima y me desorienté. Fue un cúmulo de circunstancias que jugó en mi contra», contó.
Al verse «solo y perdido», Alberto se puso «nervioso». «Empecé a correr sin rumbo, sin senda. Menos mal que vi la costa y pensé que allí haría menos frío. Entonces, intenté costear hacia Cartagena. Llegué a la playa, supongo que sería la de Fatares, debajo del Roldán, y pasé dos o tres calas. Pero era muy complicado, porque es una zona muy escarpada. Además, con el barro y la nieve, me resbalaba mucho y me caí dos o tres veces. Al final, llegué a una cala bajando de culo y pensé: 'Me quedo aquí. Ya no me la juego más'».
Una gruta y un cortavientos
Mientras unidades de Bomberos, de Protección Civil y de Policía Local de Cartagena, así como miembros de Infantería de Marina y del Greim (Grupo de Rescate e Intervención en Montaña de la Guardia Civil) rastreaban la zona, ayudados incluso de focos, el montañero buscaba entrar en calor. O al menos no helarse, porque el termómetro apenas superaba los grados positivos. Tiró de imaginación y le dio fuerzas pensar en sus compañeros del club senderista Mudos Trail, que vivieron dos jornadas de angustia y que también se movilizaron.
«Por suerte vi una gruta. No era una cueva, no tenía techo. Me hice un refugio, un muro con piedras para contener el viento, me tapé con unas cajas que había allí y ahí pasé la noche», dijo Alberto. Y, con los ojos enrojecidos por el esfuerzo y de la emoción, rememoró el momento del rescate: «He bebido agua de un charco, me he quitado el cortavientos naranja fosforito y lo he dejado cerca de la playa, en una roca grande, con la esperanza de que alguien estuviera buscándome y lo viera. Calculo que a la hora y media [eran las 10.30], porque no tenía reloj, he escuchado el ruido de un motor, he salido corriendo y estaba la patrullera de la Guardia Civil. Me he derrumbado y les he dicho a los agentes: 'No me he alegrado tanto en mi vida de ver a la Guardia Civil'».
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