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Una viajera insaciable

Una viajera insaciable

Encarna Zamora, que ha sido propuesta por el rector José Orihuela para presidir el Consejo Social de la Universidad de Murcia, colecciona amigos, arte africano y aventuras

Antonio Botías

Miércoles, 18 de enero 2017, 12:38

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De entre todos los éxitos que ha alcanzado en esta vida, y no anda muy necesitada de triunfos, son sus tres hijos y sus siete nietos el mayor tesoro que la mazarronera Encarna Zamora custodia en su corazón. Ante ellos poco le importa su doctorado en Farmacia o sus investigaciones como profesora de las universidades de Granada y Murcia. O sus títulos de Dirección y Administración de Empresas y Dirección de Comercio Exterior. O su paso por Hefame durante once años. Nada. No hay nada que tenga tanto sabor como la familia. Si acaso, un buen caldero, como los que acostumbra a preparar porque le chiflan los guisos de cuchara. A Encarna la proponen estos días para que presida el Consejo Social de la Universidad de Murcia, en el que ya desempeña el cargo de vocal y, de hecho, la presidencia. Tras la renuncia del anterior presidente, Javier Ruano, quien ahora anda de diputado en Madrid, Encarna asumió esa responsabilidad por ser la vocal más antigua de la institución.

El rector, José Orihuela, ya ha advertido de que es idónea para tan alta encomienda si se valora «el trabajo en el afianzamiento de las relaciones entre la institución y las empresas y su independencia política». Porque otra cosa igual no, pero si algo siempre ha sido Encarna es independiente.

«No he servido jamás para la diplomacia ni la política», confesó en una entrevista. «Soy demasiado clara». Lo que le ha permitido, curiosamente, no tener demasiados enemigos. Más bien al contrario. Incluso presume de ser una persona muy sociable y que posee una gran capacidad para comunicarse con quienes la rodean. Que se lo pregunten, si no, a los miembros de aquella tribu de Etiopía con los que hablaba sin parar, sin conocer su lengua, en uno de sus interminables viajes. Y el adjetivo interminable no es baladí. El año pasado, por ejemplo, dio una vuelta al mundo en barco. Y hoy mismo parte del puerto de Barcelona en otro periplo que la llevará a cruzar al Atlántico y rodear América por el Sur. Así que es posible que acabe la novela sobre sus viajes que lleva entre manos.

Aunque Encarna ame la mar, como buena mazarronera, jamás le ha bailado el agua a nadie. Viajera insaciable, quizá por ese irresistible impulso de libertad, no comulga con las ruedas de molino de las modas y las tendencias. Que no la busquen en un quirófano haciéndose retoques estéticos. Que no vayan a por ella a tiendas de marcas tan conocidas como inasequibles para el bolsillo del común de los vecinos. Pero sí es posible que la encuentren en algún mercadillo probándose cualquier prenda. Le encanta estar a pie de calle, conocer gentes distintas más que monumentos, otras formas de vivir. Hasta que estalló la crisis, organizaba en su casa de Mazarrón una fiesta veraniega que se hizo célebre. Pero decidió suspenderla por prudencia.

A Encarna la nombraron miembro de la Academia de Farmacia Santa María de España, en cuya toma de posesión propuso una lección magistral sobre los medicamentos y la globalización. Desde luego, que pocas murcianas le ganan en eso de saltar fronteras.

De hecho, ha presidido distintas organizaciones y empresas radicadas en Francia, Miami (EE UU) o Polonia, entre otros países. Sin contar que se dedica a evaluar proyectos e iniciativas empresariales en otros lugares como Colombia, Panamá, República Dominicana o Costa Rica. Y en ellos se desenvuelve a la perfección porque domina, aparte de su lengua natal, el francés y el italiano.

Junto a la labor de la consultora que dirige, mantiene una farmacia en Mazarrón. Y una espléndida colección de arte, otra de sus debilidades. Pocos autores murcianos faltan en su pequeño tesoro, un auténtico museo improvisado en la espaciosa casa donde vive, en una de las urbanizaciones que rodean la ciudad de Murcia. En ella, además, puede admirarse otra colección más curiosa: se trata de las centenares de piezas de arte africano que, a lo largo de toda su vida, ha ido reuniendo.

Aparte, colecciona amigos. Quienes la conocen aseguran que aprecia en los demás la lealtad por encima de cualquier otra cosa. Y también exige lo mismo. Aunque no le cuesta demasiado perdonar. Ni tampoco perderse en las páginas de un buen libro o escuchar música.

Hace apenas unos días, esta viajera infatigable pronunció el discurso inaugural de su Academia de Farmacia. Y vino a titularlo 'Apariencia versus supervivencia'. Estuvo la lección centrada en los avances en el mundo de la cosmética. Ella apenas necesita usarla en su cuerpo, que se mantiene vigoroso como un tomate de su Mazarrón natal, ni tampoco en su mente: jamás le ha gustado aparentar lo que no es. Aunque juega con ventaja, claro. Porque Encarna es tantas cosas que no necesita inventarse otras.

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