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El presidente de los regantes, Andrés del Campo.
El presidente de los regantes españoles lamenta la «fobia que existe a los trasvases»

El presidente de los regantes españoles lamenta la «fobia que existe a los trasvases»

Andrés del Campo asegura que «siempre obedece a cuestiones políticas y al dicho fácil 'nos quitan el agua y nos impiden el futuro'»

EFE

Sábado, 22 de octubre 2016, 01:21

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El presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (Fenacore), Andrés del Campo, está convencido de que «en España hay agua para todos si se usa con eficiencia y se distribuye bien». Del Campo, que lleva más de tres décadas representando a cerca de 700.000 regantes españoles, critica desde su perspectiva lo que él denomina la «contaminación política del agua», «la fobia que existe a los trasvases» o el cada vez más extendido argumento de que es un bien que pertenece «al que lo tiene más cerca».

En una entrevista con Efeagro, el presidente de Fenacore asegura que «2016 no es un año catastrófico gracias a los embalses, excepto para las provincias de Almería, Murcia y Alicante», donde están sufriendo una «sequía prolongada», con «daños en los árboles de secano» y una gran pérdida de plantaciones.

«A diferencia de cultivos anuales como los hortícolas, que si no hay agua no se siembran, con los frutales hay que esperar hasta cinco años para volver a tener producción, con la consiguiente pérdida de nichos de mercado de exportación, que son difíciles de recuperar si los conquistan competidores internacionales», explica el presidente.

Del Campo reconoce que, antes de los actuales días de lluvias, «la campaña ha sido corta de agua, pero ha salido adelante». Sobre la política hidrológica, defiende que hay que ser «mucho más liberal y permitir no solo las obras de regulación, con todas las medidas de impacto ambiental necesarias, sino también mostrarse más flexible a la hora de permitir mayores trasvases intercuenca de carácter temporal».

«Esa fobia que hay a todo tipo de trasvases, que siempre obedecen a cuestiones políticas y al dicho fácil de 'nos quitan el agua y nos impiden el desarrollo de futuro' crean un conflicto que es falso», asegura. A su juicio, «el interés político no coincide, desgraciadamente, con el interés general basado en un bien común» y «el problema del agua en España y su distribución se debe a la contaminación política» y al «interés localista».

El presidente apunta que «parece que el agua no es de todos los españoles, sino del que la tiene más cerca, y eso se está transmitiendo a la sociedad». Además, califica la situación de «un engaño, que va, incluso, en contra de la propia Ley de Aguas, en la que se dice que el dominio público del agua es de todos».

Del Campo achaca «los conflictos, los recursos entre comunidades autónomas y la paralización de la planificación hidrológica nacional» a las «trampas legales para ceder no una cuenca -porque la ley no lo permite-, pero sí la gestión de cuencas intercomunitarias», que transcurren por varias comunidades, a gobiernos regionales, como ocurrió con la del Guadalquivir al andaluz.

Desechar el trasvase del Ebro y optar por desaladoras «que han resultado muy caras por sus brutales costes energéticos», según continúa, «tampoco han logrado solucionar el problema del Plan Hidrológico Nacional», que tiene entre sus principales objetivos «garantizar el abastecimiento de agua de las zonas de Levante que dependen de otras cuencas». En España, gracias a los embalses y los trasvases, hay disponibilidad de agua y «si no existiesen apenas podrían vivir cuatro millones de habitantes, si se consideran los ratios actuales de consumo de los meses de julio y agosto».

Un territorio húmedo

Del Campo divide España en un territorio húmedo, que ocupa el 11% de la superficie y que es una franja estrecha del Norte que recorre Galicia, el Cantábrico y los Pirineos, y recibe el 40% de las precipitaciones del país; y uno seco, en el que incluye a Canarias y Baleares, que «se aprovecha» del otro 60% gracias a que existen cuencas muy reguladas con embalses y trasvases.

«La solución pasaría -tal y como ya está previsto- por distribuir el agua y, evidentemente, cuando vaya agua de un sitio a otro, compensar si se perjudica a alguien con dinero o infraestructuras», insiste Del Campo.

En su opinión, para acometer obras hidráulicas, que tienen siempre un alto coste, «hay que mirar a medio y largo plazo» y no a corto o en legislaturas. «Para 2050, la población mundial rondará los 9.500 millones y será necesario una mayor productividad agroalimentaria», señala.

La visión de futuro del presidente no pasa por «aumentar significativamente la superficie de riego, sino por mejorar la eficiencia» en los trabajos de riego, en lo que España, junto a Israel, es referencia mundial y el primer país en número de hectáreas con riego tecnificado.

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