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Un duro en el penal de Campos del Río

Un duro en el penal de Campos del Río

El director de la cárcel Murcia II, Felipe Burgos, es también criminólogo, le encanta la investigación científica y se considera un apasionado del deporte

Antonio Botías

Lunes, 3 de octubre 2016, 12:22

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Por más nombres que se inventen para denominarlas, o para disfrazar su utilidad primera y última, las cárceles siempre serán penales. Penales porque allí, por mucha política de rehabilitación al uso, se pena. A veces, a rabiar. Pero eso, por suerte para tantos, no se conoce más allá de las verjas y las cámaras y las alarmas. Lo mismo sucede con Felipe Burgos, a quien no lo conocían hasta esta semana la mayoría de los murcianos. Otros no hubieran querido oír su nombre jamás. Porque cumplen condena en la prisión de Campos del Río, que Felipe dirige, y eso no es plato de buen gusto para nadie, incluso para el más culpable de los reos.

Sin embargo, el director ha adquirido cierta fama después de que la coordinadora autonómica del sindicato Acaip denunciara el pasado martes que «tiene una forma peculiar de entender la dirección de equipos humanos en pleno siglo XXI, ya que se caracteriza por una forma de trabajar totalmente autoritaria, con muy malas formas contra los trabajadores». Ahí quedó eso.

Ante estas declaraciones, Burgos advirtió el viernes de que era una campaña contra su persona. En declaraciones a los medios aseguró que «es una persecución personal que se ha hecho en estos términos y no de carácter profesional, enfangando mi imagen y trayectoria de casi 37 años en instituciones penitenciarias, buscando que claudique y les otorgue una serie de beneficios personales a estos dos sindicalistas». Pero, ¿qué trayectoria es a la que se refiere?

Felipe Burgos ha desempeñado varios cargos en distintas cárceles españolas. En alguna ocasión se ha definido, precisamente, como «jurista de Instituciones Penitenciarias». Así lo hizo, por ejemplo, al firmar el artículo 'Evolución histórica de la legislación penitenciaria española'. Porque, si no en otros foros, se mueve como pez en el agua en los círculos universitarios, a la hora de impartir conferencias o colaborar en la edición de monografías. La investigación académica viene cultivándola desde hace muchos años. Y con éxito, a juzgar por el número de intervenciones públicas.

En variados campos científicos posee numerosas referencias bibliográficas Burgos, quien fuera subdirector de Tratamiento del Centro Penitenciario de Alicante y atesora también formación en Criminología. Estando en Fontcalent formó parte del cuerpo docente del Máster en Mediación que impulsaba la Fundación General URG-Empresa, dependiente de la Universidad de Granada. También en la cárcel de Albolote; en aquella comunidad desempeñó trabajos como jurista.

Frente a su contrastado currículo académico y docente, su personalidad, al menos según quienes lo conocen, resulta más compleja. Así, reconocen que Felipe Burgos es un hombre de carácter, de mucho carácter, que imprime rigor a cuantas tareas ejecuta.

En eso, insisten, denota que proviene de una familia de militares de origen granadino, pero que se estableció en Santa Cruz de Tenerife, cuyo acento conserva. Luego estudió en Granada y la Complutense y comenzó una trayectoria intachable con diversos destinos, incluso en el extranjero, que le depararon prontos ascensos. De su capacidad intelectual no dudan ni sus enemigos, que también los tiene como todo hijo de vecino. Y le temen. «La gente lo respeta. Le gusta primar la seguridad por encima de todo», advierte un funcionario de prisiones.

Si existe algo que a Burgos le encanta sobre otras muchas cosas es el deporte, que suele practicar y le permite mantenerse en forma. Cuidado con quien lo rete porque, además, pocas veces no consigue el objetivo que se plantea. Entretanto, es un apasionado del baloncesto, que sigue con mucho gusto. Estas aficiones, además de no fumar ni tampoco beber, le otorgan una buena planta cuando ronda, si es que no los ha cumplido ya, los sesenta años.

Con la conciencia tranquila

Otros aseguran que la actual polémica, aunque le duela que su nombre salte a los medios por ese motivo, no le afecta en absoluto porque está convencido de que tiene razón. Y antes de advertir de que la tiene se asegura de que no existe ningún argumento legal que ponga en tela de juicio esa afirmación. Método científico, de nuevo.

El delegado del Gobierno, Antonio Sánchez Solís, se apresuró también el viernes a defender a Burgos, a quien se refirió como un «magnífico profesional» en estos más de cuatro años que lleva dirigiendo el centro. Solo una cosa es evidente: no le gusta la prensa. Quizá por eso ni se tomó la molestia -hasta ahí podíamos llegar- de responder la llamada que este diario le hizo el pasado viernes. O quizá su secretario, porque todo es posible, no le transmitió el recado. En este último caso, si es cierto el gusto por la seriedad de Burgos, que su ayudante vaya buscando una buena excusa.

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