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Dos agentes de la Policía Científica desentierran los cuerpos de Ingrid Visser y Lodewijk Severein, en la noche del 26 de mayo de 2013.
'Caso Visser': Las claves del juicio por un crimen atroz

'Caso Visser': Las claves del juicio por un crimen atroz

Muchos enigmas sin respuesta, un asesino 'fantasma', varias versiones para unos mismos hechos, peticiones de condena de medio siglo, un juez 'virgen' en juicios con jurado... Nunca antes hubo una vista oral como la del crimen de los holandeses

Ricardo Fernández

Domingo, 25 de septiembre 2016, 09:16

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Retornarán a casa con los hechos, pero no con los motivos. Los familiares más cercanos a Lodewijk Severein e Ingrid Visser, la pareja holandesa brutalmente asesinada y descuartizada en Murcia en mayo de 2013, tendrán la oportunidad de asistir al juicio por el doble asesinato que arranca este miércoles en la Audiencia Provincial. Y aunque las autoridades judiciales van a tratar de que se sientan lo más cómodos posible, dentro de las especiales circunstancias que rodearán esta vista oral, será sin duda una experiencia durísima para ellos. Terrible y, muy previsiblemente, también frustrante. Porque volverán a Holanda con la versión oficial del crimen, cualquiera que sea la que establezcan los nueve miembros del jurado, pero nunca llegarán a saber las razones por las que esa pareja llena de ilusiones y esperanzas, que en aquellos días estaba empeñada en traer un hijo al mundo, acabó siendo apaleada hasta la muerte, y luego descuartizada, en una aislada casa rural de la pedanía molinense de El Fenazar.

La investigación sobre el doble asesinato -o doble homicidio, como lo califican las defensas- fue asumida por la titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Molina de Segura, Olga Reverte, quien se centró, con toda lógica, en esclarecer las circunstancias del suceso y el concreto grado de participación de los encausados: el exgerente del Club Voleibol Murcia 2005, Juan Cuenca, los supuestos sicarios de origen rumano Constantín Stan y Valentín Ion, y el presunto encubridor, Serafín de Alba. Pero a las motivaciones se les asignó un papel marginal. Y es que a la diosa Justicia, a diferencia de los mortales, le interesa conocer el qué, el cómo y el quién, pero casi nunca el porqué. De tal forma que si de un delito se averiguan las circunstancias básicas y los autores, el asunto se da por resuelto por más que nunca lleguen a conocerse las razones que lo desencadenaron. Algo que no deja de resultar curioso teniendo en cuenta que la pregunta que más veces se suelen formular las familias de las víctimas es: ¿por qué?

En las diligencias 864/2013 hay no pocas referencias a los negocios que se traían entre manos el principal procesado, Juan Cuenca, y el empresario holandés Lodewijk Severein -planeaban la venta de una cantera de Abanilla, propiedad de Evedasto Lifante-, y también hay bastantes evidencias acerca de las diferencias surgidas entre ambos en los primeros meses de 2013. Todo apunta a que Cuenca le debía unos 50.000 euros a su socio y que este le exigía que le devolviera el dinero, llegando incluso a reclamárselo en tono bastante agresivo. Nada, de cualquier modo, que pueda llegar a explicar la extrema brutalidad con la que actuaron, presuntamente, el exgerente del club de voleibol y los dos presuntos asesinos a sueldo contratados para la ocasión.

Pero ese asunto, el del móvil del crimen, es el más trascendente de los que se han quedado por esclarecer en estas diligencias judiciales, pero desde luego no el único.

Preguntas sin respuesta

El hombre sin rostro

En la mañana del 14 de mayo, Paquita, la dueña de la Casa Colorá, se acercó hasta el paraje de La Hurona para echar un vistazo a otra de las viviendas que tenía en alquiler: La Casa de Piedra. Ella no lo sabía, pero a esa hora, a solo unos pocos metros, los cuerpos machacados a golpes de Ingrid y Lodewijk esperaban a ser descuartizados sobre el suelo del salón de la casa rural. Escuchó el rumor del coche y se asomó a la puerta para ver llegar a dos hombres en un turismo blanco. Uno era Juan Cuenca, sucio y con aspecto cansado. Al otro lo describió como «un individuo igualmente de unos cuarenta años, de pelo moreno pero en más cantidad que el antes mencionado, piel blanca y complexión normal». Llevaba un portafolios sobre las rodillas y se comportaba de manera huidiza. Ningún parecido con los dos rumanos que supuestamente se habían encargado de cometer el doble crimen. Pero la investigación judicial no ha logrado determinar quién era esa persona ni las razones por las que se encontraba en el escenario de la matanza.

Pero lo que más extraña no es que la incógnita subsista, pues no hay investigación que se cierre sin una sola fisura; lo que sorprende es el corto interés que en apariencia suscitó entre los investigadores. La cuestión no es tanto la ausencia de respuestas como la escasez de preguntas.

Tampoco se ha averiguado quién es ese personaje a quien el holandés mencionó con una simple inicial en un correo remitido a Cuenca el 15 de abril, apenas un mes antes de ser asesinado. «Espero que tú y 'M' aportéis el dinero que me dijisteis que iba a estar aquí la semana pasada!!!». Teniendo en cuenta que parecía estar metido de lleno en los negocios de Cuenca y Severein, habría resultado muy interesante averiguar quién se encontraba detrás de esa sigla y qué papel jugaba en esta historia.

Un 'fantasma' llamado Danko

Todos le cargan el mochuelo

Que nadie espere que el juicio permita resolver esas ni el resto de las incógnitas. Las vistas orales se caracterizan, las más de las ocasiones y más todavía las que se desarrollan ante un jurado popular, por los denodados esfuerzos de las defensas para enmarañar el proceso. Cuantas más sombras logren sembrar en la causa, mejor para sus intereses. No es una conducta irregular ni amoral; en absoluto. Solo es la consecuencia de trasladar a un ámbito terrenal el principio 'in dubio pro reo', que establece que cualquier duda beneficiará siempre al acusado, de tal forma que quien consigue poner en entredicho la versión oficial del juez instructor y las imputaciones del fiscal se lleva el gato al agua.

Con tales reglas, que tiempo sobrado han tenido ya de interiorizar los acusados, resulta absurdo esperar revelaciones que no estén en los miles de folios del sumario. Y hay que desechar cualquier esperanza de que llegue a ser desvelado quién era el cuarto hombre de la Casa Colorá, ni quién es ese 'M' que le debía dinero a Severein y si se trata del mismo personaje a quien Cuenca se refería como 'May' en algunas conversaciones telefónicas interceptadas por la Policía, ni...

Por paradójico que resulte, sí se hablará largo y tendido sobre la participación en los hechos de un 'fantasma' llamado Danko o Dankovich. Aunque la investigación no ha hallado un solo dato que confirme la existencia de alguien con tal identidad, los tres presuntos autores del crimen se sacaron de la chistera a ese personaje -real o de ficción- ya bien mediada la instrucción judicial, y lo señalaron como único y exclusivo responsable del crimen.

Cuenca declaró ante la juez que en el transcurso de una reunión en la Casa Colorá con motivo de unos negocios, Severein se puso «nervioso» por cuestiones económicas, y que comenzó a amenazarle y a insultarle. En ese momento de la discusión, el rumano Valentín Ion intentó mediar y Severein le dio un golpe. «Después, el holandés sacó una pistola, pero en medio del forcejeo se le cayó al suelo. Fue entonces cuando Visser cogió el arma, pero Danko le propinó un golpe en la cabeza a la jugadora de voleibol».

A partir de ese momento, siempre la versión de los acusados, se desencadenó la tragedia. La pareja holandesa habría muerto a manos de Danko, quien seguidamente «nos amenazó a los tres -a los dos rumanos y al propio Cuenca-. Nos dijo que si no colaborábamos en hacer desaparecer los cuerpos, mataría a nuestras familias».

No hay que estar muy ducho en juicios para afirmar que las defensas se aferrarán al clavo ardiendo de Danko para tratar de crear en los miembros del jurado una duda, medianamente razonable, de que los hechos pudieron producirse de esa forma. Algo que significaría la absolución de Cuenca, Stan e Ion por ese hecho de sangre, aunque fueran condenados luego por encubrimiento.

Asesinato u homicidio

Una diferencia abismal

En previsión de que tal estrategia no prospere, las bazas de los expertos abogados defensores pasan por conseguir que Cuenca y los dos rumanos se libren de ser condenados por dos asesinatos, lo que podría suponerles hasta 50 años de prisión por cabeza, y que los hechos pasen a ser considerados como un simple homicidio. Para ello se esforzarán en convencer al tribunal popular de que los tres principales encausados no se concertaron ya en Valencia para acabar con las vidas de Lodewijk e Ingrid, algo que habrían hecho con ensañamiento y alevosía; esto es, provocándoles un sufrimiento inhumano y sin otorgarles la menor oportunidad de defenderse. Su versión radicará en que todo se desencadenó durante la reunión, a resultas de una violenta discusión que tuvo un desenlace trágico y no deseado.

Si los nueve miembros del jurado se convencieran de que los hechos pudieron ocurrir de tal forma, o al menos dudaran de que hubo un plan para matar a sangre fría a la pareja, Cuenca y los rumanos podrían ser condenados por dos penas de homicidio a entre 20 y 25 años de prisión cada uno. E incluso existiría la posibilidad de que alguien pudiera resultar exculpado, que es lo que pasaría si no pudiera probarse que tuvo una participación activa en esas muertes. No otra cosa se busca ya, abiertamente, respecto de Constatín Stan, a quien las defensas sitúan en la planta alta de la Casa Colorá -y completamente ignorante de todo lo ocurrido- en el momento de producirse la reyerta.

Claro que, en honor a la verdad, no son pocas las armas de que la fiscal y los letrados de la acusación disponen para desmontar la teoría del homicidio e insistir con la calificación de asesinato. Pues, entre otras muchas cuestiones, no suele ser habitual que alguien pida «bolsas de basura grandes y pequeñas, sosa cáustica y una radial» mientras se dirige a una reunión de negocios. Al menos por estos lares, lo habitual es proveerse de una botella de buena malta irlandesa y unos puros habanos.

'Virgen' en juicios con jurado

Un magistrado muy fiable

La responsabilidad de presidir el tribunal ha recaído en Enrique Domínguez, magistrado de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial. Está considerado en ámbitos judiciales un profesional muy fiable y dotado de un gran sentido común. Aunque buen parte de su carrera la ha desarrollado en uno de los juzgados de Familia y solo lleva un año en la Audiencia, fuentes próximas a este magistrado afirman que ha asumido el reto del 'caso Visser' «con una pasmosa serenidad», y ello a pesar de que nunca antes ha dirigido una vista con jurado popular. Y es que, al margen de la gran expectación que el asunto ha despertado, no cree que el juicio vaya a resultar más complejo que cualquier otro de los que asume a diario. «Además, está convencido de que todas las partes van a tener un comportamiento ejemplar», afirman esas fuentes.

El miércoles, a partir de las 9.40 horas, comenzará el que, si no es el mayor juicio de la historia en la Región, se convertirá sin duda en el más mediático. Como cualquier otro, arrancará a la voz de «¡audiencia pública; los testigos no pueden pasar!». Y la suerte estará echada.

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