Borrar
Maximino Medina, con su hijo Maxi en una foto de 2013.
«Perdí a mi hijo y a mi mujer por una negligencia»

«Perdí a mi hijo y a mi mujer por una negligencia»

El SMS tendrá que indemnizar al padre de Maxi, fallecido a los 3 años de edad tras nacer con una grave encefalopatía

Javier Pérez Parra

Miércoles, 1 de junio 2016, 02:02

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El 19 de abril de 2011 iba a ser «un día de fiesta» en el Maternal de La Arrixaca. Una de las matronas del hospital, Celia, había ingresado para dar a luz a su hijo Maxi. Pero la alegría no solo tenía que ver con que la madre fuese 'de la casa'. Se trataba de un bebé muy deseado, porque Celia y su pareja se habían sometido a un tratamiento de fecundación 'in vitro' para poder traerlo al mundo. Por el paritorio pasaron compañeros y amigos para arropar y dar ánimo a la madre. Todo parecía ir bien, pero las cosas terminaron torciéndose. Maxi nació por cesárea urgente, sin oxígeno y casi muerto. Salió adelante, pero con una gravísima encefalopatía hipóxico-isquémica. Falleció a los tres años, en 2014. Para entonces, su madre también había muerto, en 2012, fruto de un cáncer fulminante. Tenía apenas 36 años.

«Perdí a mi hijo por una negligencia, y no tengo ninguna duda de que aquel trauma influyó en la enfermedad de Celia», cuenta el padre, Maximino Medina. Derrotado, se mudó a Málaga, donde trabaja como controlador aéreo y donde trata de seguir adelante, ayudando a otras familias con hijos afectados por parálisis cerebral. Ahora, la Justicia acaba de concederle una victoria moral, después de un largo litigio en el que ha estado representando por la Asociación Defensor del Paciente.

El Juzgado de Primera Instancia número 17 de Madrid ha condenado a Berkley, la aseguradora del Servicio Murciano de Salud (SMS), a indemnizarle por los «daños causados por la encefalopatía isquémica de su hijo, mientras vivió, así como por su muerte». La magistrada Milagros del Saz, que firma la sentencia, considera probado que hubo mala praxis, y deja para un pleito posterior la cuantificación de la indemnización. El fallo es recurrible ante la Audiencia Provincial de Madrid.

Se perdió tiempo

La madre, según relata la sentencia, ingresó el 19 de abril de 2011 tras 41 semanas de gestación con indicación de inducción al parto. A las dos de la tarde se le suministró la epidural, y a partir de las 15.40 horas los monitores empezaron a señalar «desaceleraciones variables aproximadamente cada diez minutos, iniciándose de forma continua con casi todas las contracciones a las 17.25». A las 17.39, «aparece una bradicardia fetal de 60 latidos por minuto y de 3 minutos de duración». La magistrada no entiende por qué en ese momento no se indicó cesárea urgente, pese a que los protocolos de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) marcan esos tres minutos como «tiempo de desaceleración para considerar el monitor patológico». Pero, en lugar de proceder a la extracción urgente, la ginecóloga encargada del parto indicó un Ph de calota fetal, un test con el que quiso comprobar si el bebé estaba recibiendo suficiente oxígeno. Como «los resultados no le salieron muy coherentes, repitió la prueba», relata Maximino Medina.

Según la sentencia, se perdieron veinte minutos que pudieron ser vitales. Pero, además, cuando a las 18.00 horas se ordenó la cesárea urgente, todavía se tardaron otros veinte minutos en proceder a la intervención, «sin que consten probadas las circunstancias concurrentes, ya que la doctora que atendió el parto manifestó que la extracción del niño no duró más de dos o tres minutos».

Maxi nació a las 18.20 horas con ausencia de esfuerzo respiratorio, hipotonía generalizada y bradicardia extrema. Las pruebas de neuroimagen y la exploración clínica confirmaron el sufrimiento fetal agudo y el diagnóstico de encefalopatía hipóxico-isquémica. La sentencia concluye que este gravísimo cuadro se derivó de «una incorrecta asistencia obstétrica en el parto». El pronóstico de Maxi tras el desastroso alumbramiento era poco optimista, pero sus padres no tiraron la toalla. Acudieron a Filadelfia, a Santiago de Compostela y a Pisa, en Italia, en busca de los mejores tratamientos de rehabilitación. «Maxi ni veía ni escuchaba, y al final no solo podía hacerlo, sino también andar un poco», recuerda su padre. Pero las complicaciones pudieron con él. Falleció a los tres años de un paro cardíaco. Antes, en 2012, había muerto Celia, su madre. «Tuvo un cáncer de estómago fulminante. Creo que somatizó el sufrimiento que le generaron las complicaciones de Maxi. Antes era una persona alegre, optimista y vital, pero cambió tras el parto. No comía, estaba cada vez más delgada y más pálida, hasta que apareció el cáncer», confiesa Maximino.

«Numerosos casos»

«Antes de morir me pidió que siguiese luchando, y eso es lo que he hecho». Ahora ha conseguido que la Justicia les dé la razón, aunque su esposa ya no pueda verlo. «Lo que quiero es que esto no vuelva a suceder», advierte. La Asociación Defensor del Paciente denuncia los «numerosos» casos de mala praxis en el Maternal de La Arrixaca. «En 2012 solicitamos una entrevista con la Consejería por este motivo, pero no hemos obtenido respuesta», se queja Ignacio Martínez, letrado del Defensor del Paciente. Maximino, que colabora con la asociación Happy Hope, de apoyo a afectados por daño cerebral, dedicará la indemnización que reciba del SMS a continuar su lucha por estos niños. Sanidad no hizo ayer declaraciones, al tratarse de un caso judicializado.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios