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Fernando García de Cortázar, que hoy visita Murcia, en una imagen de archivo.
«La ultraderecha está representada en España por los partidos nacionalistas»

«La ultraderecha está representada en España por los partidos nacionalistas»

miembro de la Real Academia de Historia

Daniel Vidal

Jueves, 28 de abril 2016, 02:28

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Nada de canto gregoriano ni piezas de Manuel de Falla. En el móvil de Fernando García de Cortázar (Bilbao, 1942) -que asegura que tiene la edad «que manifiestan mis palabras»- suena 'Sweet dreams' (sueños dulces), de Eurythmics: «Siempre me ha gustado la música moderna, además de la música clásica. Siempre he vivido en un ambiente muy juvenil, he sido director de un colegio mayor de los jesuitas muchos años y tengo una curiosidad renacentista y universal. ¡Me interesa todo!», sonríe García de Cortázar, catedrático de la Universidad de Deusto, miembro de la Real Academia de Historia, Premio Nacional de Historia en 2008 y presidente de la Fundación Vocento. Autor de decenas de libros, entre ellos el que está considerado como uno de los éxitos editoriales más importantes de la historiografía española, 'Breve historia de España', García de Cortázar acaba de terminar su última novela histórica, titulada 'Alguien heló tus labios'. «Trato de transmitir al lector la razón, pero también el sentimiento de pertenecer a un gran país», revela el escritor, que hoy imparte en Murcia la conferencia 'La vocación universal de España'.

  • A partir de las 19 horas.

  • Palacio Almudí (Murcia). Organizan Infebex e Internationtal Business Moya Angeler Group.

  • Mesa redonda.

  • 'Objetivo Murcia internacional'. Participan

  • Conferencia.

  • 'La vocación universal de España'. Fernando García de Cortázar. Presenta Alberto Aguirre de Cárcer, director de 'La Verdad'.

-¿Tiene usted un sueño dulce sobre España... o son todo pesadillas?

-Mis padres me enseñaron, y se lo agradezco enormemente, que España era admirable, que había que conocerla. Que amáramos lo mismo a Sevilla, que a Murcia que a Bilbao. Sueño con que volviéramos a esto. Ahora es al contrario y la España de las autonomías ha dejado como lastre esta exageración del hecho diferencial, cuando los hechos diferenciales son mínimos. Un hecho diferencial es encontrarse un señor rezando en la calle y mirando hacia La Meca, no el hecho de que en Murcia haya más verduras que en Albacete.

-¿Cómo definiría el momento histórico actual de nuestro país?

-De extrema gravedad. La cultura, los grandes valores se están quebrando. Creo que la destrucción del patrimonio histórico-cultural, de nuestros sentimientos, se ha producido con mayor intensidad que en cualquier otro país. La banalidad, la trivialidad, la falta de sentido, la sinrazón se han metido en nuestra vida cultural y en nuestra vida política. De hecho, fenómenos como Podemos, casi exclusivos de España y de Grecia, obedecen a una quiebra de la educación y a una quiebra de la cultura. Esto se ve también en las producciones de las editoriales, que han bajado su listón de calidad, y en las televisiones. Yo a los tertulianos les llamaría 'intelectuales orgánicos de la trivialidad'. Y esto se da con mayor intensidad en España.

-¿Por qué en España no se produce un auge de la ultraderecha, como sí sucede en otros países de Europa?

-No nos engañemos: la ultraderecha en España está representada por los partidos nacionalistas. Ese espacio que en otros países ocupa la ultraderecha, aquí lo ocupan las opciones nacionalistas, que muchas veces tienen principios antidemocráticos basados en el territorio, en la lengua, en lo telúrico, en el sentimiento enfrentado a la razón. En una tradición que muchas veces se la han inventado y que desemboca en un determinismo que condiciona la libertad de los hombres. Se da razón y derechos a las lenguas, y no a los hablantes; y se da razón y derechos a los territorios, y no a los habitantes...

-La repetición de las elecciones generales, ¿se deberá estudiar en el futuro en los colegios?

-Claro. Se debería estudiar como expresión de la falta de proyección de los políticos, de la falta de estadistas de España, de los intereses alicortos de ganar unas elecciones y un gobierno y no de ganar una generación para mejorarla y a un país para hacerlo progresar. Aquí hay un gran fondo de suma ignorancia, de falta de sensibilidad democrática, de incultura con asuntos tan importantes como el mal entendido laicismo. Estamos asistiendo a espectáculos dramáticos que reflejan la ignorancia supina de quienes los promueven. No hay que tener fe religiosa para descubrir que Europa no se puede entender sin la idea religiosa que después recoge la Ilustración. Tratar de poner al mismo nivel a las religiones animistas africanas y a la religión católica es un desafuero.

-¿Les ha faltado a los líderes políticos aprender más de la etapa de la Transición?

-El problema es que las generaciones han perdido incluso esas referencias. A los jóvenes se les ha engañado, ocultándoles grandes modelos políticos y de conducta ética y moral. Más allá de lo que significó políticamente la Transición, también significó un acuerdo moral, significó limar las diferencias, no exagerarlas como ahora se está haciendo. Esta especie de guerracivilismo absurdo es dramático para una España que ya había abandonado todo eso. Me parece de una gravedad enorme. Zapatero hizo mucho daño con el tema catalán. Dio alas al independentismo de una forma dramática. Además, hemos asistido a la quiebra de la educación. En los últimos tiempos hemos visto la falta de proyección cultural de muchos líderes, y la política ha estado representada desde la Transición cada vez por personas menos dotadas para la generosidad que la propia política debe exigir.

-En los tiempos de la Transición también existían personalismos y corrupción, una lacra que ha seguido marcando la agenda política.

-Por supuesto. La corrupción es inherente al sistema democrático. Lo que tienen que haber son mecanismos para detectarla y erradicarla. Pero esos mecanismos, incluso los personales, se han debilitado. Lo que es muy llamativo son determinadas conductas obscenas en un momento en el que el país está sufriendo. En este sentido, la política debería tener mayor sentido ético. A mí me parece escandaloso que en esta sociedad, tan golpeada, haya determinados sueldos en esferas ejecutivas, por ejemplo.

Juventud «aborregada»

-La juventud de hoy... ¿es más analítica, más crítica que la de ayer?

-En absoluto. Lo noto en la universidad. Tenemos una juventud mucho más aborregada. Tiene mucha menos capacidad crítica porque ha leído mucho menos, y la gente que lee menos es pasto de cualquier telepredicador o de cualquier mitómano, como estamos viendo. A mí el caso de Podemos, con sus enormes contradicciones entre sus líderes, me parece dramático. Es una especie de flautista de Hamelin que puede llevar a mucha gente detrás, pero es gente a la que se le ha quitado en buena medida su capacidad crítica y se le ha metido una especie de virus emocional. Y, muchas veces, incluso violento. Estamos asistiendo a un ejercicio violento de la defensa de estas ideas, con escenas como el asalto a una capilla. Esto es de un dramatismo enorme, y aquí parece que no pasa nada.

-Pablo Iglesias, ¿es un quijote?

-Le falta la dignidad y el sentido común que en buena medida tenía Don Quijote. Al final, Don Quijote vuelve a su casa y se reconoce 'vencedor de sí mismo', que es la mayor victoria que puede tener uno. El Quijote al final recapacita, y no parece que este señor recapacite mucho.

-Vamos, que tampoco se lo imagina como presidente del Gobierno...

-¡Sería un drama! Para España sería un desdoro y una humillación. Ni por su aspecto, ni por su cultura guerracivilista, ni por su absurdo extremismo podría representarnos.

-Hablando del 'Quijote'... ¿Tiene usted la sensación de que el cuarto centenario de la muerte de Cervantes está pasando desapercibido?

-Sí. No se ha hecho un gran esfuerzo. Esto es un síntoma más del deterioro y de la trivialidad cultural de España. No nos sentimos identificados ni con los grandes momentos y monumentos nacionales.

-¿Por qué Europa no reacciona ante el drama de los refugiados?

-Porque Europa se construyó sobre la base de los egoísmos nacionales. Europa también la tienen que construir los hombres de pensamiento, no solo economistas y abogados.

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