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Poder milénico

Poder milénico

En la Región hay más de 400.000 jóvenes nacidos entre 1980 y 2000 que coparán el 75% de los puestos de responsabilidad en instituciones y empresas en menos de diez años; 'La Verdad' reúne a seis 'millennials' murcianos para conocer más de cerca a la llamada 'generación Y'

Daniel Vidal

Domingo, 17 de abril 2016, 07:54

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Lo primero que hacen todos por las mañanas, con las legañas en los ojos, recién salidos del sobre, es mirar el móvil. «Para ver la hora o para apagar la alarma», se excusan algunos. Todos, sin excepción, se declaran «optimistas». La mayoría cree que uno de los principales problemas de la sociedad actual es el «egoísmo». Priorizan la vida personal a la vida laboral, a su carrera profesional, aunque eso no significa «una falta de compromiso». De hecho, están dispuestos a salir de casa, del país, de su círculo de confort, a ganar poco, incluso a sacrificar -«solo por un tiempo y hasta ciertos límites», ojo- esa vida personal... si al final alcanzan sus sueños. Metas alejadas de las que se marcaron sus padres, con los que suelen alternar y tomarse alguna que otra copa «de 'tranquis'». Hace unos tres años fue la revista 'Time' la que dedicaba a los integrantes de la 'generación Y', nacidos entre 1980 y el año 2000 (o 1995, dependiendo del sociólogo de turno), adjetivos como «consentidos, perezosos y narcisistas», entre otras lindezas. No tardó mucho 'The New York Times' en sacar su propio artículo sobre los 'millennials' -o milénicos, como recomienda la RAE- para asegurar que, en realidad, -y resumiendo- estos chavales son de lo mejor que ha parido una madre, representan el mejor futuro posible en carne y hueso y están llamados a cambiar el mundo como jamás hubiéramos imaginado. Esta 'guerrilla' de artículos, precedida de la correspondiente aparición de sesudos estudios científicos sobre los 'millennials', coincidió con un momento en el que las empresas y las marcas de todo el mundo comenzaron a sentirse inquietas por la irrupción de una ingente masa crítica de nuevos trabajadores y consumidores, con hábitos y costumbres diferentes, que solo en España supera los ocho millones de personas. Más de 400.000 en la Región, que suponen el 27% de la población total de la Comunidad. Una generación que propone una manera diferente de hacer las cosas. Que tiene una manera diferente de comprar, de protestar, de trabajar y hasta de tener una familia. Una manera diferente de pensar, de sentir y de vivir.

Son los hijos de la generación del 'baby boom', esa que apareció antes de la llamada 'generación X', que dejó paso a esta 'generación Y', y que a su vez contempla el nacimiento y desarrollo de la 'generación Z'. «No sé qué letra se utilizará para la generación posterior porque ya se ha acabado el abecedario», ironiza el sociólogo de la Universidad de Murcia Gaspar Brändle. «Es imposible generalizar, pero lo cierto es que existe un llamado 'efecto generación' y a los sociólogos nos gusta acuñar ciertas definiciones que engloben las características que comparten estos grupos de personas a la hora de afrontar los procesos sociales», ilustra.

En este sentido, todos los milénicos están cortados por ciertos patrones idénticos, «ya sean de la Región de Murcia, de Europa o de Estados Unidos. Por ejemplo, todos ellos han crecido y se han socializado en un momento de crisis profunda, lo que influye en la formación de la personalidad, en las expectativas. Por supuesto, todos ellos son prácticamente nativos digitales y están hiperconectados. Si no estás en internet y en las redes sociales, parece que no existes», detalla Brändle. Además, las muchas investigaciones realizadas a lo largo de estos años han caracterizado a los 'millennials' como jóvenes preocupados por un comercio justo y responsable, pragmáticos, comprometidos y solidarios, innovadores, emprendedores y con cierto síndrome de Peter Pan. Es decir, reacios a crecer, a asumir responsabilidades, incluso a volar del nido paterno para comenzar a vivir desde la independencia. «No creo que tengamos miedo a la responsabilidad, ni que huyamos de ella», corrige Javier Zafra, 26 años, novia desde hace tres, licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas, fundador de la empresa Thinnkers y responsable de Orientación y Empleo de la UCAM. «Yo estoy muy cómodo en los 26 años, sí, y vivo felizmente con mis padres, pero es una cuestión circunstancial. Voy dando pasos hacia adelante. No tengo síndrome de Peter Pan».

En teoría, y según los estudios al respecto, los 'millennials' tardan una eternidad en casarse y ponerse a procrear. De hecho, ninguno de los jóvenes murcianos a los que ha reunido 'La Verdad' tiene hijos, aunque la mayoría piensa traer «al menos uno» en un futuro. Ninguno está casado en el momento de hacer las entrevistas, aunque José Antonio Ángel se levantará este domingo recién casado con su ya esposa María Eugenia, también 'millennial'. Él, 27. Ella, 28. Se casaron ayer. Que vivan los novios y las excepciones que confirman las reglas.

Nuestros milénicos huyen de estereotipos, aunque algunos de ellos sí se definen como «completamente» 'millennials'. Es el caso de Ana Torres, 33 años, óptica y optometrista, reconocida DJ murciana y amante de las compras por internet, que admite fiarse a pies juntillas de los comentarios de los consumidores cuando se trata de dejarse el parné a golpe de ratón delante de una pantalla. Según estudios como los realizados por Deloitte, Telefónica o universidades británicas y americanas, este es otro común denominador en los miembros de esta generación, que muestra «una mayor confianza entre iguales y tendencias de consumo más colaborativas», asegura Gaspar Brändle. Nada que ver con su «desconfianza en las instituciones, producto de las barreras que han encontrado al salir de la universidad, y que han influido en sus expectativas», matiza el sociólogo de la UMU.

«He sido muy crédulo y hoy en día me cuesta creer muchas cosas. A la hora de realizar una compra, por ejemplo, prefiero pedir consejo a un buen amigo, a mi novia o a un profesional. De lo que ves, cree la mitad; de lo que no ves, no te creas nada», tira de letras de rap Álvaro Sevilla, 32 años, chef ejecutivo del restaurante Kokoro Gastro Sushi, en el corazón de la capital, quien decidió hace cinco meses quitarse WhatsApp «cansado de despertarme todos los días con 30 mensajes». A partir de aquel domingo, Álvaro experimentó «una sensación de liberación, un desahogo». Y eso que también es de los que echa mano del 'smartphone' nada más abrir los ojos y reconoce que, a diario, no podría vivir sin internet porque «es una herramienta valiosísima para mi trabajo». Es el mismo sentimiento que alberga Yoel De Sanctis, estudiante de Ingeniería Telemática en la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), coordinador de la Teleco LanParty, de 25 años. «Yo no podría vivir sin internet, no solo porque lo utilizo, sino porque yo hago internet, yo estudio para trabajar en el intercambio global de información. Sin internet, por ejemplo, mi carrera no tendría sentido. Aunque soy de la opinión de que la universidad solo es una fábrica de títulos», explica De Sanctis, quien huye como alma que lleva el diablo de contar su vida «en las redes sociales». Lejos de acordarse de Mark Zuckerberg, cita como referentes a su madre y a su abuela, y cree que la felicidad se basa en tres pilares: «La familia, una base económica y un trabajo que te proporcione esa base y que, además, te motive».

'Pesioptimista'

Inés Martínez, por ejemplo, da clases particulares pero busca su primer empleo estable tras terminar un máster en Dirección y Gestión de Recursos Humanos, otro máster en Psicología Clínica y la carrera de Psicología. Los 'millennials' es la generación mejor formada de la historia, pero también una de las más decepcionadas con «la dura realidad» que se han encontrado al salir de la universidad con el título bajo el brazo. Inés también se plantea salir al extranjero para aprender idiomas, aunque está en un momento de su vida, confiesa, en el que se acumulan las dudas sobre los caminos que escoger. Y eso que Inés, 25 años, se define como una persona «ordenada, que consigue lo que se propone». Como todos sus compañeros de páginas, también se tiene por una persona «optimista». Salvo Álvaro Sevilla, que cree que en esta sociedad «sobra mucha envidia» y que utiliza el término «'pesioptimista': quiero pensar que nuestra generación cambiará las cosas a mejor, pero luego escucho y analizo cómo piensa y actúa la gente de mi generación y no lo veo tan claro. Muchos son clones de lo que ven o escuchan. O peor, de discursos del pasado. Además, yo a esta generación siempre la defino como la generación perdida. Yo mismo estuve muchos años sin saber hacia dónde me podía encaminar, y así veo ahora a muchísima gente», lamenta. «Espero que seamos capaces de cambiar en poco tiempo».

Lo que está claro es que la 'generación Y' tendrá en sus manos las herramientas para acometer un cambio real. Principalmente, gracias al acceso a los cargos de responsabilidad en empresas e instituciones. Algunos, de hecho, ya han llegado. «Yo también soy 'millennial'», reconoce el director general de Juventud de la Comunidad, Fran Sánchez. Según la consultora Deloitte, los 'millennials' representarán el 75% del músculo laboral en todo el mundo de aquí a diez años. Y parte de ese camino ya está andado. En ElPozo Alimentación, por ejemplo, una de las empresas más importantes de la Región, 1.669 trabajadores tienen una edad igual o inferior a 35 años, lo que supone un 39% del total de 4.256 empleados. Y la cosa irá a más.

Sin embargo, los milénicos no sueñan con un puesto de trabajo al uso, con su oficina y su horario laboral establecido. Todo lo contrario. «Mi puesto de trabajo soñado aún está por crearse», ilustra José Antonio Ángel, un tipo «inquieto y multitarea», que se formó en Silicon Valley, que se pasó la carrera trabajando -de lo suyo- y que hoy dirige su propio negocio. «No sueño con un puesto concreto, sino más bien con una labor», explica Javier Zafra, quien reconoce que hay marcas que le inspiran, como Apple o Coca-Cola, pero al mismo tiempo admite que le seducen ideas como la de Fun Academy, en la que participan los fundadores de Angry Birds, y que consiste en «revolucionar el sistema educativo a través del juego». Es más, esta generación está llamada «a transformar las estructuras de las empresas», apuesta Zafra.

'Bloggers' por médicos

Entre las preferencias laborales de esta generación ocupa un lugar destacado la influencia de las nuevas tecnologías. A diferencia de los jóvenes de antes, que soñaban con ser médicos o abogados, un estudio realizado por la Universidad de Cambridge reveló que los puestos de trabajo más deseados por los jóvenes españoles son los de probador de videojuegos, diseñador gráfico, 'youtuber' o 'blogger', aunque también se mantienen las de ingeniero o policía. «El trabajo es un privilegio que hoy en día no está al alcance de cualquiera», observa Ana Torres, que se define como «perfeccionista, práctica, segura, fiel a mis principios, exigente y versátil». Y tanto. De hecho, comenzó currando hace más de una década en barras de conciertos y actualmente trabaja en una oficina de exportación de fruta y verdura, pero se dedica en cuerpo y alma a lo que verdaderamente le apasiona: la música. Casi toda, claro, en formato digital, aunque sin desdeñar soportes como el vinilo y el CD, más propios de sus padres. Con ellos, precisamente, reconoce entre risas Ana Torres haber salido de fiesta «muchas veces». José Antonio Ángel también se ha tomado alguna que otra copa con los suyos: «Y también con mis suegros», puntualiza. «La forma de expresarse, las relaciones personales y familiares de la 'generación Y' también han cambiado», apunta Gaspar Brändle, y lo habitual hoy es expresarse y compartir esas relaciones en las redes sociales. Todos ellos tienen, al menos, cuentas activas en dos o tres de estas aplicaciones. Ángel, por ejemplo, reconoce tener presencia en «unas 10 o 12; Facebook, Twitter, Instagram, Linkedin, FourSquare... No, Periscope no me lo he bajado». Javier Zafra, por su parte, emplea el término 'infoxicación' para hacer referencia a la saturación de información que puede generar la hiperconectividad a internet y a las redes sociales. «Yo sin internet no sería más feliz, pero quizá sería más independiente. Tanta información, tanta conexión creo que nos desmotiva, nos hace menos curiosos», reflexiona Inés Martínez.

Y también menos reivindicativos. O al menos, reivindicativos «desde el confort del sofá», ilustra el sociólogo Gaspar Brändle. «Los 'millennials' se movilizan, sí, pero es 'ciberactivismo', un activismo de sofá que recibe muchos 'me gusta', pero que no tiene trascendencia real. Esto tiene un efecto narcótico. La gente se acuesta con la conciencia tranquila, pensando que está presente en la protesta, en la reivindicación... pero solo en el ámbito virtual. Y esto lleva a procesos de reflexión más débiles, más livianos», asegura. Algo que suele terminar con ciudadanos menos críticos, menos cultos, con menos conocimiento de causa. Tal y como remarca Ana Torres, «la ignorancia es la madre de todos los problemas». Eso sí, «siempre habrá una puerta de escape a la felicidad».

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