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Tres niños de la Escuela Libre Natura, cerca de El Malecón, con sus acompañantes.
Escuelas vivenciales conectadas a la naturaleza y a la vida

Escuelas vivenciales conectadas a la naturaleza y a la vida

No hay pizarras, deberes, exámenes ni libros de texto, pero sí colchonetas en las que leer tumbados, animales y mucho material Montessori

F. CARRERES

Domingo, 6 de marzo 2016, 07:59

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Ni pizarras, pupitres, tarimas, deberes, libros de texto... Los elementos que estructuran la escuela tradicional se difuminan y desaparecen con la intensa luz natural que ilumina las aulas de Natura, una de las muchas escuelas vivenciales de educación infantil -no obligatoria, y por tanto, no sometida a un currículo reglado- que se han ido abriendo paso en la Región en respuesta a la demanda de familias insatisfechas con las tradicionales. No hay encerado, pero sí colchonetas sobre las que los niños leen tumbados al sol, un huerto donde distinguir el color amarillo sin pintarlo diez veces en una ficha, gallinas que alimentar y de las que esperar huevos, y cuentas de colores para aprender a sumar.

Guiados por su interés natural por aprender, los niños exploran libres por las instalaciones, en plena huerta cerca de El Malecón, sin una pauta marcada por lecciones, exámenes o deberes. «Aprenden solos, todo llega; hay que confiar y solo guiarles; estar atentos a lo que demandan y darles lo que necesitan», expone convencida Leticia Sánchez, promotora de la escuela de Infantil, que se ha sumado este año a la viva oferta de centros alternativos inspirados por la pedagogía activa, el aprendizaje experimental a través del contacto con la naturaleza, y la certeza de que el niño debe ser el protagonista activo de su propia enseñanza.

La pequeña rebelión que se abre paso en las aulas murcianas se consolida ya en la diputación cartagenera de Tallante, donde un grupo de padres -muchos docentes y pedagogos- han devuelto a la vida las abandonadas aulas del viejo colegio rural La Ermita, que a las diez de la mañana bulle en calma. Dos niños cogen piñas en la inmensa pinada que rodea sus mañanas escolares, María lee cuentos a los pequeños, y Luis trastea con el ábaco mientras su amigo aprende anatomía en el taller que se desarrolla en el patio. Las puertas de las aulas están abiertas de par en par, y los chicos van de un lado a otro impulsados por sus intereses y curiosidad. No deambulan, se mueven con un propósito. «Es antinatural tener a niños pequeños inmóviles en sus pupitres sin poder moverse libremente. Igual que lo es tratar de constreñir su cerebro. Cada uno tiene sus propios intereses, su ritmo y su forma de procesar la nueva información».

¿Llegarán al final de la Primaria con los contenidos que marca la ley aprendidos? Marta Mercader, economista y una de las impulsoras del proyecto, ni tiene dudas de que así será. «Todo lo que van aprendiendo sale. No importa si un niño tiene seis años y no lee, ya lo hará, seguro, cuando su cerebro esté preparado. Solo necesitan disponer los medios a su alcance y acompañantes que les guíen y les den lo que necesitan», explica ilusionada con un proyecto que, en un solo curso, ha convencido a una veintena de familias. La evolución que aprecia en su hija de cinco años, que no sabe qué son los deberes ni ha hecho un solo examen, le sorprende cada día. «Está estimulada, motivada, le encanta ir al colegio porque disfruta. Le fascina», resume. El Ayuntamiento les cedió la escuela, pero todo lo demás, como en la mayoría de las escuelas vivenciales cooperativas, depende del esfuerzo de las familias. «Limpiamos, ayudamos a programar las actividades, gestionamos... El trabajo es cooperativo, tanto para los niños como para las familias».

La enseñanza Montessori, fundamentada en el método ideado por la educadora italiana María Montessori, pone el énfasis en la actividad dirigida por el niño y la observación clínica por parte del profesor con la intención de adaptar el entorno de aprendizaje a su nivel de desarrollo. Mercedes Gil y su socia impulsan desde hace dos años el primer colegio basado al 100% en ese método, que ya han extendido a la etapa Primaria y pelean por homologar en breve. El interés de las familias, coinciden, es creciente, contagioso, una sacudida de entusiasmo que, en apenas cinco años, se ha extendido por centenares de aulas.

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