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Un caldero sin pisar la arena

Un caldero sin pisar la arena

Recorrido por las históricas lonjas de pescado y restaurantes del Mar Menor que han terminado derribados por la pala en cumplimiento de la Ley de Costas

MARTA ÚBEDA / IRENE GÓMEZ

Domingo, 7 de febrero 2016, 08:20

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La arena fina y cálida que se extiende por las costas de la Región tiene la mayor de las defensas. Una ley que protege el desarrollo medioambiental del litoral y que desde hace años es firme en la idea de recuperar los espacios marítimo-terrestres diferenciando, tal y como cita el texto legislativo, «entre los tramos urbanos y naturales de las playas preservando las playas vírgenes al limitar en ellas tanto las ocupaciones como las actividades, y aumentando su protección». Esta Ley de Costas de 1988, modificada en 2013, persigue definir el Dominio Público Marítimo Terrestre pero a su paso ha ido derribando enclaves turísticos, típicos en la Región y que hacían de sus costas un atractivo destino turístico, al menos para un gran número de visitantes. Lugares como la Lonja en Santiago de la Ribera, el Balneario Floridablanca en San Pedro del Pinatar o el restaurante Mediterráneo de El Mojón han sufrido las consecuencias de esta ley y de las concesiones que sus propietarios firmaron. En su momento, estos tres establecimientos eran reclamo para turistas ofreciendo los tradicionales calderos del Mar Menor, pescados frescos y marisco que podían disfrutarse a la orilla del mar, casi sintiendo el calmo oleaje y el viento salino.

Al timón del restaurante Mediterráneo de El Mojón se encontraban los abuelos de Claudia Garcerán, quien cuenta a 'La Verdad' cómo vivieron el derribo del local hace casi 8 años. «Una mañana nos encontramos las máquinas y las vallas preparadas para tirar el restaurante, no nos dejaron apenas recoger. Fue muy rápido», explica. Ahora Claudia trabaja a escasos cinco metros de lo que antes fue el restaurante de sus abuelos y sus padres: «Sigue siendo el mismo restaurante, pero hay gente que no sabe que seguimos aquí», comenta.

Para ella no es comprensible que demolieran un local relevante en la zona y con una demanda turística tan elevada. Asegura que, hasta el último día de su existencia, el antiguo Mediterráneo tuvo lleno el comedor de clientes. «Trabajaban 11 familias en el restaurante y ahora solo somos cuatro personas. Cocinamos los mismos arroces, ofrecemos la misma tradición y simpatía, solo que ya no estamos tan cerca de la orilla», puntualiza.

A escasos diez kilómetros de allí, Gregorio Madrid vive una situación parecida. El gerente de la Lonja de Santiago de la Ribera verá este mes de febrero cómo la Ley de Costas se lleva por delante su negocio. En este caso, el motivo no es que la concesión del local haya finalizado, sino que ha variado la actividad para la que se otorgó en un principio. El gerente explica que este permiso se dio para desarrollar la actividad de lonja y cantina, cuando en la actualidad el 75% del negocio es restaurante, con lo que la concesión no se cumplía.

Gregorio señala que la lucha por su local ha durado cinco años que le ha llevado por hasta Tribunal Supremo de Justicia «para ver si daban más tiempo y si decidían darnos una tregua».

Actualmente, el gerente lleva un pequeño negocio de pescadería y restaurante situado a pocos metros de la que hasta ahora había sido su casa. Espera poder seguir liderando al equipo de empleados de La Lonja en otro local, ya que «han trabajado conmigo durante 25 años, son familia, se merecen un respeto y que los reubiquemos».

Tanto la familia de Claudia Garcerán, propietarios del Restaurante Mediterráneo, como la dueña de La Lonja de Santiago de la Ribera deberán asumir el coste de la demolición de los locales, algo que no les parece justo pero a lo que se resignan al saber que la ley lo establece así.

Enclaves de otra época

Con este derribo se termina la vida de dos enclaves importantes para el turismo de veraneo en la Región. No ocurre así con el Balneario Floridablanca de San Pedro del Pinatar, que tras su cierre en 2009 por la finalización de su concesión no fue demolido. Dos años después, el Ayuntamiento del municipio se hizo cargo de este local mediante una permiso como museo y ahora lucha por recuperarlo como patrimonio de la zona, no solo convirtiéndolo en un lugar de exposición sino ofreciendo sus antiguas funciones de balneario y restaurante.

La alcaldesa de San Pedro del Pinatar, Visitación Martínez, solicitó a la Comunidad Autónoma que apoyara esta iniciativa de recuperación de un local catalogado con relevancia cultural. Como respuesta recibió la financiación de la Consejería de Cultura, con una dotación de 810.000 euros para la rehabilitación del enclave que según la edil «corresponde aproximadamente a dos tercios del presupuesto que deberán destinar finalmente». «Para San Pedro es un lugar importante en la historia del municipio, es uno de los iconos y hay que recuperarlo. El Floridablanca es patrimonio», asegura Martínez.

El Floridablanca será el último reducto de unas construcciones que afloraron en las pasadas décadas y que eran un atractivo más de la zona del Mar Menor. En unos años no será fácil encontrar en la orilla del mar un merendero o restaurante con aire pesquero que ofrezca, para contrarrestar el calor, una cerveza fresquita, una fritura de pescado y un olor único a mar entrando por las ventanas.

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