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Andrés Indalecio Ojeda, fuertemente custodiado, tras ser detenido en Lorca en 2009.
Prisiones, sí, pero no incubadoras de yihadistas

Prisiones, sí, pero no incubadoras de yihadistas

Interior controla a cuatro o cinco presos musulmanes en Sangonera y Campos del Río por riesgo de radicalización. El más conflictivo es Andrés Indalecio Ojeda, conocido como 'el talibán español', con un largo historial de violencia

Ricardo Fernández

Martes, 1 de septiembre 2015, 12:23

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Frustración. Deseos de venganza. Estrecho contacto con otros presos propensos a la violencia. Y mucho, mucho tiempo por delante. Estos factores, comunes a un elevado porcentaje de quienes están encarcelados, convierten a los centros penitenciarios españoles en el entorno propicio para la captación de nuevos adeptos por parte de organizaciones radicales, criminales y terroristas. Y el autodenominado Estado Islámico (DAESH) y Al Qaida no constituyen, por desgracia, una excepción.

Conscientes de esta realidad, los responsables de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, dependiente del Ministerio del Interior, mantienen activo un estricto protocolo de vigilancia y control de internos susceptibles de radicalizarse y convertirse en futuros yihadistas, como también de quienes estarían ejerciendo el papel de líderes o captadores.

Los dos centros penitenciarios de Murcia, el de Sangonera la Verde y el de Campos del Río, no son una excepción. Fuentes próximas a ambas instituciones han confirmado que esta labor de vigilancia y control, cuyo arranque puede fijarse a raíz de los atentados del 11-M en Madrid, se han ido intensificando en torno a esos dos perfiles de presos -reclutadores y potenciales reclutados- con el fin de evitar que en un futuro, cuando recuperen la libertad, acaben integrándose en organizaciones terroristas de corte yihadista o actuando como 'lobos solitarios'.

Las diferentes características de las prisiones de Murcia I (Sangonera la Verde) y Murcia II (Campos del Río) determina que el modo en el que se desarrolla este programa y el número de internos sometidos a vigilancia difiera sensiblemente.

El primer centro penitenciario está destinado de manera casi exclusiva a presos preventivos, por lo que su población es menos estable y la actitud de los internos es también diferente a la de aquellos con condenas en firme, sobre todo si las penas son muy elevadas. Las fuentes mencionadas señalan que, en este centro, solo hay en estos momentos un recluso sometido a especial vigilancia por riesgo de radicalización yihadista. Aunque se trata, afirman, de un individuo «de perfil bajo».

La situación cambia radicalmente en Campos del Río, donde actualmente hay tres o cuatro internos incluidos en el citado programa, entre ellos uno considerado «especialmente preocupante» por su elevado grado de radicalización, por sus contactos con fuentes islamistas radicales y por sus violentos antecedentes: Andrés Indalecio Ojeda López.

Este interno, de 32 años, nacido en Casablanca (Marruecos) pero con familia en Murcia, estuvo considerado uno de los delincuentes más peligrosos de la Región y su historial delictivo incluye tráfico de drogas, tenencia ilícita de armas, robos con violencia e intimidación, quebrantamientos de condena y hasta el secuestro y tortura a un camello marroquí, a quien -junto a otro delincuente- raptó en 2005 haciéndose pasar por policía y apuntándole con un arma de fuego.

Ojeda y su compinche sospechaban que ese hombre les había robado droga y dinero, lo que le valió que lo condujeran a una casa de Beniel, donde le cortaron un dedo pulgar, le dieron descargas eléctricas y le quemaron con una plancha. Lo abandonaron finalmente atado a un árbol, en apariencia con la lección ya bien aprendida.

De su extrema conflictividad dan también pruebas sus numerosos intentos de fuga de prisión, uno de los cuales dio fruto en 2009, cuando se escapó de la cárcel de Castellón tras serrar una reja. Fue arrestado meses después en la pedanía lorquina de La Hoya.

Un habitual 'barbudo'

Este converso al Islam, que ha dejado crecer en su rostro una larga barba en algunas épocas, también ha llegado a ejercer una gran influencia sobre otros presos de la misma religión, que lo consideraban una especie de imán. De ahí que exista el temor a que pueda utilizar ese ascendiente para captar a otros internos para el yihadismo.

Tiempo atrás, de hecho, se le vinculó policialmente a una célula yihadista asentada en la Región, aunque no se pudo probar en los juzgados. Pero ello no evitó que en ámbitos policiales se le llegara a conocer como 'el talibán español'.

Sus antecedentes y su comportamiento y actitud -«sigue juntándose con los más radicales, con terroristas, con anarquistas...», señalan las fuentes mencionadas- justifican que esté clasificado en primer grado -el más estricto- y lo convierten en un objetivo clave de ese programa de prevención de Instituciones Penitenciarias. Es uno de los casi 1.900 internos en toda España sobre quienes la atención de los funcionarios no se relaja. De esa callada labor puede depender en un futuro la seguridad de los españoles.

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