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Policías judiciales inspeccionan la semana pasada el vehículo en el que apareció el cadáver desmembrado de Javi 'El Bolas'.
Mensajes escritos con sangre

Mensajes escritos con sangre

La Policía está convencida de que el cadáver descuartizado de Javi 'El Bolas' constituye una advertencia explícita de una organización criminal a sus socios. Murcia ha registrado una decena de crímenes mafiosos en una década, pero en ninguno se había realizado una exhibición tan patente del horror

Ricardo Fernández

Lunes, 9 de marzo 2015, 12:48

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Quienes hace quince días emplearon importantes esfuerzos y sus mejores conocimientos en cambiarle la fisonomía a Javi 'El Bolas', probablemente nunca leyeron a McLuhan ni, por tanto, se sintieron inspirados por el principio que sostiene que «el medio es el mensaje». Pero lo cierto es que los asesinos estaban, sin saberlo, defendiendo exactamente lo mismo que el bueno del profesor canadiense. Para ellos, el cuerpo es el mensaje.

  • grupos mafiosos fueron desmantelados en 2013 por las fuerzas y cuerpos de seguridad en la Región.

  • personas fueron arrestadas por su relación con el crimen organizado.

  • millones de euros fueron intervenidos en las operaciones policiales.

  • vehículos y 119 embarcaciones fueron intervenidos.

Cualquier profano en los asuntos de la investigación policial, las ciencias forenses y la criminología podría pensar que el hecho de que el cadáver apareciera parcialmente descuartizado -la víctima fue decapitada y se le seccionó un brazo-, y en el maletero de un coche abandonado en el aparcamiento del Hospital Comarcal del Mar Menor, podría responder a una actuación improvisada y hasta chapucera de los delincuentes que tan mala muerte le dieron. Como si hubieran empezado a desmembrar el cadáver con el aparente fin de hacerlo desaparecer y a mitad de camino hubieran desistido. Y, agobiados o presas del pánico, lo hubieran metido en el coche y lo hubieran dejado en el primer sitio que encontraron. Un razonamiento perfectamente lógico, pero no por ello menos errado.

Ni los salvajes y macabros actos a los que sometieron el cuerpo, ni la posición en la que lo dejaron, ni siquiera el hecho de que el vehículo fuera abandonado en un lugar público... parecen responder a la desidia, al descuido o a la casualidad. Miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado consultados por 'La Verdad' están convencidos de que el crimen fue obra de una organización mafiosa, con la que el antiguo pinchadiscos y actual administrador de algunas sociedades dedicadas a la compraventa de terrenos habría entrado en contacto por razones que están siendo investigadas. Y admiten que el cadáver no sería sino el 'pergamino' que los asesinos usaron para dejar escrito un contundente mensaje de amenaza y advertencia, un inequívoco aviso a navegantes. Un recado que no todo el mundo está en disposición de descifrar al detalle, pero del que cualquiera podría adivinar su significado íntimo: «Así acaban quienes nos la juegan».

Esas mismas fuentes otorgan especial relevancia al hecho de que el cuerpo de Javier H.R. fuera abandonado en un lugar público, a conciencia de que era cuestión de días que fuera descubierto. Y ello garantizaba que el horripilante crimen tendría la dimensión pública que los delincuentes buscaban. «Querían que hubiera fotógrafos, que lo difundiera la prensa, que se conocieran los detalles... porque pretendían que el mensaje llegara a sus destinatarios», señala un agente especializado en la investigación de delitos violentos y en la represión de las organizaciones criminales. «Cuando lo que pretenden es matar a alguien y que el cuerpo no aparezca, lo normal es que no vuelva a saberse nada de la víctima», añade.

Un crimen sin precedentes

La exhibición del horror es lo que convierte pues este asesinato en un crimen inédito en la Región, sin precedentes en territorio murciano, pese a que bandas mafiosas de muy distinto origen llevan instalándose en el Levante español desde hace dos o tres décadas largas: italianos de la Camorra, la Ndrangheta o la Cosa Nostra; marselleses; albanokosovares, rumanos, rusos, serbios, colombianos, chinos, nigerianos, marroquíes, argelinos... Colaborando entre sí o luchando por el mismo mercado, disputándose un mismo negocio o repartiéndose de mejor o peor grado la trata de seres humanos y la prostitución, el tráfico de vehículos, la falsificación de marcas, los asaltos violentos y los robos con fuerza, la mendicidad, la clonación de tarjetas... y por supuesto el tráfico de drogas, el negocio rey y el que planea y se impone sobre todos los otros.

Asesinatos con el sello del crimen organizado se han producido unos cuantos en la Región en los últimos años, la mayor parte de los cuales siguen sin ser resueltos. Tal es el caso de un boliviano, de quien poco se averiguó salvo su identidad, H.Z.A., y que residía en Madrid, cuyo cadáver fue hallado en un huerto de limoneros de Santomera el 20 de noviembre de 2003. Alguien le había quitado de golpe las ganas de vivir asestándole un disparo a bocajarro en la cabeza.

O el del ciudadano marroquí que en agosto de 2011 fue hallado cadáver al volante de un Volkswagen Touareg, con el que se había desplazado desde Cataluña hasta la Región y que había estacionado en un área de descanso situada en el kilómetro 621 de la autovía A-7, a la altura de Alhama de Murcia. Llevaba 4.000 euros en un bolsillo y todo parece indicar que había concertado una cita con quien acabó matándolo. Mientras lo esperaba, como el bochorno era insoportable, permaneció con el motor arrancado y el aire acondicionado en marcha.

Tal seguía siendo el escenario cuando otro conductor descubrió el crimen, con la única diferencia de que el marroquí se hallaba mucho más fresco que cuando llegó al lugar. Doblemente frío, en realidad: por efecto del aire acondicionado y por esa progresiva e imparable pérdida de calor que siempre provoca en el cuerpo humano un certero balazo en el corazón.

Nada se supo nunca del asesino, a excepción del íntimo convencimiento de los investigadores de que se trataba de un profesional que se encargaba de ir ajustando cuentas por el mundo a instancias de alguna organización criminal. Pero con esa única corazonada es difícil echarle el guante a nadie.

Poco más se podría decir de quien en 2003 mató, esta vez de un disparo en la frente, a un empresario de Sangonera de 35 años, cuyo cuerpo fue hallado en el fondo de un aljibe de Corvera. Había desaparecido un mes antes de que un grupo de senderistas se lo encontrara por casualidad. Las gestiones de la Guardia Civil no llegaron mucho más allá de averiguar que había tenido negocios con gente de apariencia poco recomendable, procedentes de países del Este de Europa y que se estarían dedicando al tráfico de coches de lujo. Y de constatar que en determinados negocios, las deudas solo se saldan con sangre.

Múltiples dificultades

El hermetismo y la clandestinidad que caracterizan a estas bandas mafiosas y que constituyen la esencia de su actividad explican las dificultades a las que suelen enfrentarse los investigadores para desentrañar sus crímenes. No ayuda tampoco que estén integradas en muchas ocasiones por extranjeros, que el idioma o dialecto en el que se comunican les resulte ininteligible y que, en no pocas ocasiones, los encargados de ejecutar el asesinato sean sicarios llegados de fuera, que actúan y al día siguiente ya han desaparecido sin dejar rastro. Y a ver entonces quién les echa un galgo.

Mucha constancia y suerte

Es verdad que algunos de estos crímenes mafiosos se han resuelto. En algunos casos con constancia y paciencia, como ocurrió en 2006, cuando el dueño de una finca del Carcavalar de Mula se disponía a cebar a las perdices y se topó con la mano de un marroquí sobresaliento de la tierra, como si se estuviera ahogando en ella y reclamara ayuda. No le costó apercibirse al cazador de que detrás de la mano no había mucho más, pues los restos humanos estaban desperdigados por una amplia zona.

Los investigadores de la Guardia Civil constataron que el hombre que un día fue había sido víctima de un ajuste de cuentas: apaleado, desmembrado y por fin enterrado a escasa profundidad, lo que había permitido a los jabalíes de la zona acabar el poco trabajo que quedaba por hacer. También se apercibieron de que había sido amordazado y recuperaron un trozo de cinta americana, que les permitió obtener una huella del asesino.

El problema es que el criminal no estaba fichado y, por tanto, no sabían a quién correspondía. Pusieron el dato a buen recaudo y tuvieron que transcurrir cuatro años hasta que el asesino desconocido fue detenido por otro delito, lo ficharon y la antigua huella cantó. Ahí sigue, entre rejas.

Una enorme crisálida

No había necesidad de ser entomólogo para intuir que de la enorme crisálida que apareció varada en la orilla de una playa de La Zenia, en marzo de 2014, no iba a salir una espectacular y gigantesca mariposa. El ovalado paquete contenía un cuerpo humano, el de un británico de 26 años, conocido por Francis, quien al parecer se había metido en negocios sucios con un hampón británico, Paul Scott, condenado en su día por introducir 40 toneladas de cocaína en el Reino Unido. Mal socio para hacerle una pirula.

Las investigaciones de la Guardia Civil y la National Crime Agency (NCA) británica permitieron el pasado diciembre, después de nueve meses de intensas gestiones, echarle el guante al tal Scott como supuesto autor intelectual o instigador del crimen. Aunque es uno de los pocos asesinatos de corte mafioso que se acaban resolviendo, el final no es del todo feliz, pues los tres autores materiales siguen disfrutando de una libertad que sin duda no merecen.

Valga el relato de estos hechos de sangre para constatar que el crimen organizado está muy presente en el sureste español y que no hay duda a la hora de tomar el camino más corto para solventar algunos problemas. Pero nunca hasta ahora había hecho una exhibición tan patente de sus horripilantes métodos como la realizada, hace unos días, sobre el robusto cuerpo de Javi 'El Bolas'. Pretendían lanzar un mensaje y a fe que lo consiguieron.

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