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Abril de 2014. Garre y Valcárcel charlando distendidamente en la junta directiva del PP regional. Su relación hoy es muy diferente. :: GUILLERMO CARRIÓN / AGM
Guerra abierta entre Garre y Valcárcel

Guerra abierta entre Garre y Valcárcel

El presidente se resiste a secundar la operación judicial y estudia una remodelación de Gobierno rodeado de fieles

Manuel Buitrago

Lunes, 9 de marzo 2015, 12:50

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murcia. El presidente Alberto Garre está estudiando una remodelación de su Gobierno, con una reestructuración de competencias y con gente de su confianza para encarar la recta final de la legislatura. Este posible cambio de calado en su equipo está dentro del periodo de reflexión de este fin de semana que Garre se ha marcado para hacer frente a una crisis que va mucho allá de la mera sustitución del consejero de Agricultura. Es el resultado de la desconfianza y del grave deterioro de sus relaciones con Valcárcel y con gran parte del PP. Todo ello en pocos días. El presidente de la Comunidad tiene enfrente a un partido que le está dando la espalda, y que puede afectar a su relaciones con el Grupo Parlamentario en la Asamblea. La fractura crece por horas.

En esta situación límite se superpone también una lucha de poder, cuando está pendiente la designación del candidato autonómico por parte de la dirección nacional y con un Valcárcel debilitado por el auto judicial. La guerra entre los partidarios de uno y otro, en proporción desigual de seguidores pero con armas igual de efectivas, puede terminar desarbolando al PP a las puertas de unas elecciones que amenazan su hegemonía de los últimos veinte años en la Región. Valcárcel está a punto de ser imputado en el 'caso Novo Carthago' por el magistrado del TSJ Manuel Abadía, y la negativa de Garre a firmar con rapidez la dimisión de Antonio Cerdá le está dando tiempo y alas al juez para actuar contra el expresidente de la Comunidad, en una carrera contrarreloj antes de perder la jurisdicción del caso.

Fractura interna Garre no firma y en el PP se le echan encima

Nadie niega las consecuencias jurídicas de la operación ideada, con la que el consejero se sacrifica dimitiendo y perdiendo su aforamiento para salvar al expresidente de las garras de Abadía. Pero ha chocado con el muro del palacio de San Esteban. Fue diseñada a espaldas de Garre, si se atiende al enfado mayúsculo del presidente y a su reacción de no colaborar con la prontitud que se esperaba de él. Alguien calculó mal. Ayer sábado tampoco se publicó el decreto de cese en el BORM desde que Cerdá presentó el «papelito» el jueves a primera hora.

«La gente del partido está más cabreada con Garre que con Abadía», indicaron desde el lado de Valcárcel para ilustrar la tensión que se vive. Respetan a la justicia, subrayan, pero no entienden que Garre rompa los usos presidenciales dilatando a propósito la marcha de Cerdá. «El presidente está reflexionando y firmará los decretos de cese y nombramiento cuando lo estime oportuno», apuntaron desde el sector de Garre, para quienes no hay que entorpecer a la justicia y tampoco quieren ser cómplices de un plan que les ha llegado de sopetón.

La posibilidad de una remodelación de Gobierno va tomando cuerpo. Hay una guerra abierta y solo quedan dos caminos: ruptura total o tapar las hostilidades como sea y aguantar hasta mayo. Al final quizás se imponga un disimulado cierre de filas de cara a la opinión pública para no dañar al PP. Sobre todo a la vista de la encuesta que hoy publica 'La Verdad', en la que los populares se verían obligados a pactar con Ciudadanos para mantenerse en el poder.

Entre tanto, Valcárcel está expuesto ante el magistrado Abadía, que sigue con las manos libres para actuar hasta que el caso se devuelva al juzgado de instrucción, donde no está su titular, sino un juez sustituto. Si Garre hubiera aceptado la dimisión de Cerdá de forma inmediata, el curso del 'caso Novo Carthago' sería probablemente diferente.

El pasado con Calero Desagradecido con los cargos que le dio Valcárcel

Nunca como hasta ahora se ha vivido una situación más crítica entre Garre y Valcárcel, lejos de las muestras de amistad que se profesaban hace pocos días ante las cámaras. Es inevitable mirar al año 1993, cuando Carlos Collado rompió con la dirección regional del PSOE y presentó su renuncia. Esta cita no es gratuita porque a Garre le están sacando a relucir su pasado junto a Juan Ramón Calero, a quien Valcárcel le arrebató la presidencia del partido.

Garre es considerado ahora por sus enemigos internos como un desagradecido, desleal y loco por el poder, después de todo lo que Valcárcel ha hecho por él: portavoz parlamentario, diputado nacional, vicepresidente de la Asamblea y ahora presidente de la Comunidad. También le reprochan que años atrás hiciera unas críticas feroces al fiscal jefe del TSJ, y que ahora actúe en otra clave por supuestos intereses políticos.

¿Por qué no firma? Una reacción sin precedentes en la Comunidad

No entienden que se haya negado a firmar hasta ahora la dimisión de Cerdá. No ven precedentes. Y tampoco una actuación consecuente con la dimisión anterior de Manuel Campos, a quien sustituyó de inmediato por Francisco Bernabé. Temen que Garre dilate al máximo la salida de Cerdá, como ha hecho con la no sustitución del staff de la Consejería de Industria y Turismo.

Los recelos y el malestar no se dirigen en exclusiva a Garre, sino sobre todo a sus colaboradores más próximos. Creen que el presidente está mal aconsejado y no dudan en señalar a 'los ruices' (José Gabriel Ruiz, Juan Carlos Ruiz y José Antonio Ruiz Vivo) como inductores de los errores que está cometiendo para querer ser candidato autonómico. Unos consejos legítimos y hasta bien intencionados, pero que obvian un pacto interno: el compromiso que el parecer asumió Garre en marzo del año pasado, ante la dirección nacional del PP, de no optar a la presidencia de la Comunidad y limitarse a gobernar un año. En este sentido, el presidente habría roto aquel acuerdo postulándose ahora.

En la estrategia de defensa Cerdá-Valcárcel, la frontera es muy fina en el interno del partido: una cosa es que se favorezca a Valcárcel, y otra que se aproveche la coyuntura para querer perjudicarle. Es la lectura que se hace en el ámbito del expresidente.

El puzzle encaja Garre pone tierra de por medio para meditar

¿Quién ha traicionado a quién? En el lado del presidente de la Comunidad creen que Alberto Garre ha sido ninguneado y utilizado. El malestar ha ido en aumento conforme encajaban las piezas del puzzle. El auto judicial del viernes fue definitivo y reafirmó la voluntad del presidente, que ya intuía lo que se cocía, de no dar un paso. La encrucijada era casi diabólica. Si firmaba de inmediato estaba colaborando con una operación cuyos entresijos y alcance desconocía; y si no lo hacía, la mayor parte del PP se le echaba encima, como así ha ocurrido. El jueves comentó que sería «grave» pensar en que la marcha de Cerdá obedecía a un plan para apartar a Abadía y beneficiar a Valcárcel. Su reacción abonó esta teoría, por eso puso tierra y tiempo de por medio para meditar una respuesta.

Lo que más le ha dolido ha sido la forma con la que se ha despedido Antonio Cerdá. ¿Sabía el presidente que se iba marchar el consejero dando poco menos que un portazo? El titular de Agricultura y Agua ya había anunciado que ésta sería su última legislatura y que estaba agotado y afectado por su imputación en 'Novo Carthago'. No obstante, pensaba aguantar hasta mayo para no salir por la puerta de atrás.

La extraña cita con Cerdá Defendiendo al consejero, pero ahora traicionado

Garre ha defendido a Cerdá en los diez últimos meses, incorporándolo a su Gobierno pese a que ya estaba imputado, y ahora se ha visto traicionado por su colaborador, inducido probablemente por terceros para prestarse como pieza clave de una jugada que favorece a Valcárcel. Nadie se cree en San Esteban que Cerdá se haya marchado -después de 16 años de servicio- para no perjudicar a su partido ante la inminencia de la campaña electoral. Y si Garre se siente defraudado por Cerdá, también lo está de Valcárcel y de quienes han influido en este plan.

Uno de los episodios más extraños de estos días fue la presencia de Cerdá en el palacio de San Esteban el miércoles por la tarde, cuando era público y notorio que Garre comparecía en la Asamblea, precisamente para dar cuenta de la reunión con la ministra de Agricultura. Ya resultó llamativo que el consejero no estuviera en el hemiciclo al tratarse del problema del agua. Cerdá fue a entregarle su dimisión, cosa que Garre se barruntaba, pero hubo un equívoco de por medio: Garre creyó que su cita con Cerdá era en la Asamblea, mientras que el consejero pensó que habían quedado en San Esteban. Uno estuvo esperando al otro.

Tal confusión sirvió de ayuda a Garre y le dio tiempo para reaccionar, sobre todo cuando vio la noticia publicada el jueves con las implicaciones que tenía la huida de Cerdá. Si estaba al tanto de la estrategia, echó marcha atrás. Y si no sabía nada, se siente burlado e impelido a mantener el decoro institucional. Entre media de unos y otros, una Región atónita.

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