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El doctor de los atunes

El doctor de los atunes

El biólogo Fernando de la Gándara dirigirá el Centro Oceanográfico sin abandonar su reto en acuicultura. Le encanta el atún, ya sea en sushi, que él mismo prepara, o en un guiso de marmitako; quizás por eso quiere contribuir a que no se agote nunca

ALEXIA SALAS

Lunes, 9 de febrero 2015, 13:03

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Hay una teoría posible, no probada aún científicamente, sobre la consagración del biólogo Fernando de la Gándara (Barcelona, 1958) a la investigación del ciclo reproductivo del atún rojo en cautividad. Se basa en que la especie nunca se acabe, porque le encanta comérselo, ya sea en sushi, que él mismo prepara en casa, o en un guiso de marmitako, más castizo y popular. Sea su paladar o esa curiosidad enfermiza de los científicos, este doctor en Biología, investigador titular del Instituto Español de Oceanografía (IEO), se ha convertido en un referente nacional en acuicultura y, por supuesto, una autoridad en el atún rojo, que no dejará de lado para dirigir a partir de ahora el Centro Oceanográfico de Murcia. En el IEO, institución centenaria, lleva desde sus años de becario, después como preparador, como ayudante de investigación, más tarde técnico en I+D+i y, en los últimos años, como investigador titular.

Sustituye a José María Bellido al frente de las dos sedes del CO murciano, tanto del laboratorio oceanográfico en San Pedro del Pinatar, donde se realizan proyectos de investigación e innovación en el medio marino y pesquerías, como de la planta de Cultivos Marinos del Puerto de Mazarrón, donde se centraliza el estudio y desarrollo de la acuicultura marina. Habituado a los grandes retos, este doctor, casado con una cartagenera y con dos hijos, hombre más bien introvertido y discreto, como lo definen algunos compañeros -«los científicos decimos poco porque dudamos de todo», aclaran- aún no ha aterrizado en el despacho de dirección, desde donde se enfrentará, entre otras cosas, al bicho más temible que haya visto la ciencia: la escasez de recursos. Como válvulas de escape, recurre a la lectura de novelas históricas y al interés por todo lo que tenga branquias y escamas.

Catalán de nacimiento, pero cartagenero de corazón, ha vivido de puerto en puerto, primero por los destinos sucesivos de su padre, marino de guerra, y después por elección propia. «Nací biólogo», cuenta de una infancia como observador de insectos, ya que no fue hasta tercero en la Universidad de Ciencias Biológicas cuando empezaron a aletearle los peces en la cabeza. «A partir de entonces, nunca los abandoné, ni en mar ni en tierra», resume su unión con la vida marina. Se considera más «rata de laboratorio» que hombre de acción, aunque un estudioso de los abismos no podía resistirse a la práctica esporádica del buceo. Esa emoción que otros sienten con la velocidad, al doctor De la Gándara le inundaba en cuartos con olor a humedad salada y botes con peces por clasificar. Creó una clave para identificar los peces del Mar Menor, después estudió la dorada, la lubina y la lecha. «Fui aumentando de tamaño», bromea sobre su currículum marino.

El flechazo llegaría definitivamente con el atún rojo «por el alto interés comercial que despierta, sobre todo por la gran demanda del mercado japonés», afirma sobre su primera razón. Después descubrió que «su carne tiene un brillo intenso, una textura mantecosa y un sabor delicado», pero que además no es un ser agresivo. «Es una especie difícil, ya que un pez de 400 kilos impone, pero puedes nadar entre ellos porque se quedan quietos; somos nosotros los agresivos», defiende a sus criaturas. Como si fueran hijos propios se sintió con aquellas primeras puestas de huevos logradas en cautividad en 2009, lo que abría el camino al gran reto de la piscicultura marina, que ha desarrollado con Aurelio Ortega. Este año se presenta como uno de los más emocionantes de su vida, no solo por la dirección del CO, sino porque en 2015 podría cerrar el ciclo biológico del atún rojo en cautividad; es decir, obtener puestas de individuos nacidos en los tanques acuícola, un reto solo logrado hasta ahora en Japón. «Las hembras de atún que tenemos en El Gorguel van a cumplir cuatro años, que es su madurez reproductiva, así que podrían poner huevos este año o el año próximo», explica el biólogo. De la mano del doctor De la Gándara, España podría consolidar, junto a Japón, su liderazgo en la domesticación del atún rojo. Abastecer a los mercados del futuro y permitir la recuperación de los túnidos en el mar serían dos logros solo comparables con el rendimiento económico para el sector acuícola murciano. Una meta histórica del niño que clasificaba insectos.

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