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Ginés Martínez Fernández, ayer, en su casa de Bullas, relatando el accidente de la Venta del Olivo mientras se fuma un cigarrillo.
«Norberto me despertó gritando: '¡Esto no frena!', ¿cómo lo paro?'»

«Norberto me despertó gritando: '¡Esto no frena!', ¿cómo lo paro?'»

El compañero del chófer se negó a ser trasladado pese a estar herido; «no me iré hasta que hayáis sacado a todos los pasajeros», advirtió

Jorge García Badía

Martes, 11 de noviembre 2014, 02:06

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Despertó de un plácido sueño para vivir una cruenta pesadilla. «Yo venía durmiendo y es cuando Norberto empezó a gritar: '¡Ginés, esto no frena, esto no frena!, ¡Dios mío!, ¿cómo lo paro?' No me dio tiempo a más. Cuando abrí los ojos ya íbamos derechos al terraplén». Desde el pasado sábado, Ginés Martínez Fernández no se quita de la cabeza el trágico accidente de la Venta del Olivo que se ha cobrado la vida de catorce personas, y que a él le está tocando sufrir por tres vertientes. En primer lugar, como copiloto del autobús siniestrado de la empresa J. Ruiz de Calasparra; en segundo lugar, como una víctima más, ya que luce un aparatoso vendaje desde el muslo hasta el tobillo de su pierna derecha y, en tercer lugar, como vecino de Bullas, un municipio muy tocado anímicamente por el luto y la tragedia.

Ginés contiene el llanto mientras enciende un cigarro detrás de otro y reconoce a 'La Verdad' que «me da cosa salir a la calle». No habla en vano, puesto que desde que el pasado domingo recibió el alta del hospital Lorenzo Guirao de Cieza, solo ha salido de su domicilio particular en Bullas para desplazarse al hospital de Caravaca de la Cruz y recibir curas en las erosiones, hematomas y quemaduras que presenta.

De hecho, ni siquiera pudo asistir ayer al entierro de las víctimas mortales del accidente de la Venta del Olivo, porque tuvo que acudir al centro hospitalario para mitigar los dolores que padece. «Estoy hecho polvo; apenas he dormido unas horas en los últimos días». Día y noche no deja de repasar mentalmente la ruta del fatídico viaje al convento madrileño de la madre Maravillas de Jesús. A Ginés, conocido cariñosamente por los vecinos de Bullas como 'El Coíno', porque es natural de la pedanía lorquina de Coy, le tocó ese día hacer la primera parte del camino de regreso a la localidad bullense. «Salimos un poco antes de las siete de la tarde de Madrid. Yo me hice unos 170 kilómetros y paramos para hacer el cambio de chófer en el restaurante Moya, en Honrubia, un pueblo de Cuenca».

Una vez allí, «hicimos los 45 minutos de descanso mientras la gente se comía unos bocadillos». Ginés ha cubierto la ruta al convento «en cuatro o cinco ocasiones», y aunque conocía a su compañero de viaje, Norberto G.V., aclaró ayer que «era la primera vez que trabajábamos juntos. Él es autónomo; es taxista. Mi empresa es familiar. Solo hay cuatro autobuses y somos tres conductores fijos. Pero a veces contratan alguno eventualmente por trabajo extra».

Este chófer asegura que su compañero, imputado por el Juzgado de Primera Instancia número 4 de Cieza por supuesto homicidio imprudente, «venía tranquilo; yo fui hablando con él hasta quince kilómetros antes del accidente».

«Puede ser que fallaran los frenos. Yo creo que sí porque su palabra fue ésa: '¡Ginés, esto no frena!', '¿Cómo lo paramos?', '¡Díos mío!'. Él me despertó diciéndome eso». Además, en su declaración ante la Guardia Civil en el lugar del accidente, Ginés subrayó ayer a 'La Verdad' que «también declaré lo mismo. Lo normal es que yo crea en mi compañero, que es el que llevaba el coche. Pienso que fallaron los frenos».

Reconoció, sin embargo, que cuando él iba conduciendo «no noté falló ninguno», aunque a la vez señaló que «el autobús se puede romper en cualquier momento. Se rompe uno viejo y uno nuevo. Un fallo lo puede tener en cualquier momento. Es decir, que puede ser que fallaran los frenos. Porque su frase fue ésa: '¡Esto no frena!'».

Es más, a pesar de que el autocar siniestrado de la empresa J. Ruiz de Calasparra «había pasado la ITV la semana pasada», Ginés confirmó ayer a este diario que el mismo vehículo siniestrado en la Venta del Olivo «sufrió otro accidente, hace cuatro años, en Castellón, porque le fallaron los frenos».

«La carretera es un lobo»

Al margen de los resultados que arroje la prueba pericial que ha encargado el Juzgado para esclarecer el estado en el que se encontraba el vehículo, y en particular sus frenos, para Ana María Martínez, la mujer del copiloto, este accidente demuestra que «la carretera es un lobo. Mi marido dice que está bien, pero yo le veo muy mal». En casa, esta tragedia no solo ha afectado al estado de ánimo de Ginés, también al de Ana. «Estoy tomando Valium para que no me den crisis de epilepsia. Doy gracias a Dios de que mi marido no fuese conduciendo en ese momento».

'El Coíno', a sus 48 años, es un conductor experimentado y jamás ha sufrido ningún accidente desde que con 21 años comenzó a cubrir rutas internacionales y nacionales con un camión, y después, a los 28 años, se enroló en el sector de los autocares. «Llevo toda mi vida de conductor de autobús; he estado en tres empresas». La primera fue Autocares López Fernández, de Caravaca de la Cruz; la segunda, HicerBus, de Cehegín, y la última ha sido la empresa J. Ruiz, del municipio de Calasparra.

Precisamente, esa experiencia fue la que le permitió a Ginés no perder la calma tras el accidente. «Iba sentado en el lado del guía, llevaba puesto el cinturón y la pierna se me quedó atrapada entre el asiento y el salpicadero». Pese a todo, logró liberarse, aguantando como un jabato el dolor de su muslo. «Tenía un hierro clavado, apreté la pierna y la saqué». Posteriormente, no dudó en prestar auxilio a algunos de los pasajeros accidentados. «Cuando llegó la Guardia Civil les ayudé a sacar a los primeros viajeros, pero después no pude hacer nada más porque no podía andar. Sangraba por la rodilla y tenía la pierna muy inflamada».

Ginés auxilió a un joven, le sujetó las piernas a un hombre que estaba atrapado y ayudó al sacerdote de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Bullas, Miguel Conesa Andúgar, que finalmente perdió la vida. «Cuando le vi tenía la boca llena de sangre». Pero no es ésta la única imagen que no puede borrar. «Al abrir los ojos lo primero que vi fue a la gente chillando y gritando».

Igualmente duro fue presenciar, a medida que avanzaba la noche, cómo aumentaba el listado de víctimas mortales. «No podía ayudar, pero aguanté allí, de pie, sin moverme todo el tiempo. Los agentes me dijeron que me fuera, pero yo les decía: 'No me voy a ir hasta que no saquéis a todos los pasajeros'. Hasta presencié cómo levantaban el autobús». Ese fue el comienzo de una pesadilla de la que Ginés, 'El Coíno', ya no puede despertar.

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