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Pino monumental del Rincón de la Matanza, a los pies de la Sierra de la Pedrera y su Cerrico Redondo.
Un camino al pasado
la ruta con un par

Un camino al pasado

La Sierra de la Pedrera ofrece un paseo por la historia, desde hace 6.000 años hasta tiempos recientes

Pepa García. Fotos: Guillermo Carrión

Viernes, 22 de marzo 2013, 22:42

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En el municipio de Jumilla, entre la sierra de la Pedrera y la del Escabezado, se encuentra un paso natural utilizado desde hace unos seis milenios por el hombre y ganado trashumante. Un paso que, por repetido, se ha quedado grabado en la roca. Este singular monte, que está situado junto a la carretera de Jumilla a Ontur, es hoy territorio de secano en el que abundan vid y olivo, y fue espacio frecuentado por los primeros pobladores humanos, que han dejado su huella.

La ruta de la Sierra de la Pedrera, perfectamente señalizada, propone una pequeña pero interesantísima excursión apta para realizar con niños y mayores. El recorrido comienza a unos 4 kilómetros del cruce de Albatana, en dirección Ontur, por una pista que nace a la izquierda de la carretera. Muy cerca de la Casa del Vinagre, junto a un cartel que indica lo que se puede ver en este itinerario ecoturístico, se puede dejar el coche y echar el pie a tierra.

Asociaciones locales ecologistas y senderistas han contribuido a acondicionar y señalizar este atractivo recorrido. Nada más llegar y antes de meterse en el sendero propiamente dicho, les recomiendo que suban hasta el abrigo que se ve desde el punto de salida en la ladera de la montaña. Este refugio natural sirvió de resguardo a los canteros que en el siglo XV y XVI extraían de esta montaña sillares de arenisca que sirvieron para levantar monumentos que aún hoy siguen en pie, entre otros, la jumillana iglesia de Santiago.

En estos abrigos, llamados del Pesebre y de las Cazoletas, todavía se pueden ver las piedras amontonadas que ayudaron a sus moradores a resguardarse de las inclemencias meteorológicas y también los reposaderos tallados en el suelo de piedra para que el líquido de los cántaros no se derramase. Además, podrán leer en las paredes erosionadas por el viento la historia geológica de estas tierras, cuyos fósiles marinos, engarzados en la arenisca, dan testimonio del pasado remoto de este paisaje, que estuvo sumergido hace millones de años bajo el mar.

Si asciende por la ladera hasta la losa que cubre los abrigos, descubrirá algunas de las cazoletas esculpidas por los trabajadores de la cantera para, por decantación, acumular la imprescindible agua de lluvia (podría almacenar unos 50 litros y lo cubrían con losas de piedra para protegerla).

Ya de vuelta al camino, bordeado por postes y en algunos tramos encementado, llegará a una de las canteras de la solana de la Pedrera. Un yacimiento de piedra para la que utilizaban, en la Baja Edad Media y como únicas herramientas, picos y cuñas para extraerla. Del laborioso y metódico trabajo dejan constancia los bancos (líneas que se dibujan en la piedra, tras extraer los regulares sillares), incluso algunos de los sillares que quedaron abandonados en su día en la zona.

El itinerario pasa también junto a uno de los abrigos rupestres de arte esquemático (Patrimonio de la Humanidad) que alberga Jumilla. Éste es conocido como abrigo de la Solana de la Pedrera o de las Hernández. Una estación rupestre descubierta en 1998 por miembros de la asociación senderista Hinneni con hasta 11 motivos pintados en la piedra en color rojo, entre los que se distinguen a la perfección cabras, cuadrúpedos y seres antropomorfos.

El recorrido continúa por el conocido como Camino Viejo de Ontur, una vía muy transitada que ha unido hasta la Edad Moderna el Altiplano con la meseta manchega. Esta 'carretera' rural conserva los profundos surcos que el abundante tránsito de carros, desde la Edad del Bronce, grabó en la piedra para la posteridad. Otro testimonio de la 'popularidad' de este itinerario como vía de comunicación es la abundancia de petroglifos: una red de canaletas y cazoletas talladas en la piedra de significado incierto pero cuyo origen se remonta al principio de la Humanidad y que los estudiosos conocen que están relacionados con las rutas transhumantes desde la prehistoria. Estos curiosos grabados, que merece la pena visitar un día de lluvia para observar cómo decantan a la perfección el líquido hasta el calderón principal, se encuentran a la derecha del camino, sobre una pequeña loma.

A partir de ahí, el camino se interna en la umbría, donde abundan los pinos, y la sierra se puede circundar entera o se puede subir a su cresta para observar el paisaje, con la Peñarrubia en el horizonte. Sin embargo, en esta ocasión, hemos optado por regresar para acercarnos a la cantera de Santiago, la más grande de la zona, y luego volver a la carretera Jumilla-Ontur para, pasado el kilómetro 9, dejar el coche en una pista que sale a la izquierda y acercarnos andando a uno de los árboles monumentales de Jumilla: un enorme pino de más de 20 metros de altura y con un tronco de más de un metro de diámetro que ofrece una sombra excepcional para hacer un alto. De camino, se cruzará con dos cucos o chozos, unas construcciones redondas que abundan en el altiplano y las poblaciones albacetenses cercanas, que servían de caseta de aperos. Desde el paraje en el que sobrevive este longevo pino, se aprecia el Cerrillo Redondo, un cerro de cumbre redondeada en el que se asentó un poblado de la Edad del Bronce y bajo el que concluye la ruta.

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