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Percheles.::M. Rubio
Percheles para ti solo
EXCURSIÓN CON TODA LA 'TROUPE'

Percheles para ti solo

Cañada de Gallego, 'capital' del tomate mazarronero, ofrece una playa aún virgen donde disfrutar de un último baño

M. Rubio

Jueves, 4 de octubre 2012, 11:28

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Llene la cesta de picnic con bocadillos y fruta fresca, y no olvide llevar agua en la nevera. Con la familia, ponemos rumbo a Percheles, un pedacito de costa virgen en la frontera de Mazarrón y Lorca, para darnos el último chapuzón de la temporada. Con forma de media luna, enmarcada por una hilera de palmeras, milagrosamente a salvo aún del picudo rojo, esta cala de arena dorada ofrece los ingredientes para disfrutar a pierna suelta de un último día de playa, aprovechando que el otoño recién estrenado todavía nos da una tregua este fin de semana (temperatura máxima prevista de 27 grados, y el agua del mar, a 21).

Tenga en cuenta que queda lejos de la civilización, y que por tanto deberá llevar todo lo necesario para pasar la jornada. Percheles pertenece a la pedanía de Cañada de Gallego, capital del tomate. Desde Mazarrón hay que enfilar la sinuosa carretera de Águilas. Tras pasar los túneles de la autopista de Vera, en una rotonda encontraremos los indicadores que marcan la dirección hacia Cañada de Gallego. Hay que atravesar el núcleo de población (varias tiendas, un par de bares, gasolinera y un cajero automático) y, a la salida, el camino se bifurca: a la izquierda, Percheles, a la derecha, Puntas de Calnegre. Desde este cruce son unos tres kilómetros por una carretera retorcida que acaba en una barrera metálica instalada para impedir acampadas ilegales de caravanas. A partir de aquí, el sendero es de tierra, pero la playa queda a un suspiro. Puede aparcar el coche a unos pocos metros del mar. Por supuesto, no encontrará ni duchas ni lavapiés, pero sí pasarelas de madera para no hundirse en la arena con el peso de la nevera, las esterillas y la sombrilla. Llama la atención la forma de concha de esta pequeña bahía, delimitada a uno y otro lado por unos peñascos negros como pizarra. Los niños tendrán arena de sobra para jugar, y, si no hay oleaje, la orilla llana como un plato les permitirá un baño a placer. Eso sí, como el puesto de socorrismo solo abre en temporada alta, no conviene quitarle la vista de encima a los pequeños para evitar sustos.

Las palmeras y un bosquecillo de pinos aportan el único verdor a un paisaje árido marcado por la escasez de lluvias. Mar y cielo ponen el tono azul al paisaje. No olvide echar los escarpines. Le serán de ayuda para acceder a otras dos calas que trufan este rincón mazarronero. La última playa, antes de saltar la Loma de Percheles, una duna fósil protegida por su interés geológico, es frecuentada por bañistas que practican el nudismo, aunque los turistas textiles también tienen cabida.

Antes de agotar esta última jornada de playa, puede acercarse con el coche hasta el lorquino poblado marinero de Puntas de Calnegre, por una estrecha carretera, recién asfaltada, que cruza por en medio de modernos invernaderos. Desde lo alto de la Loma de Percheles, se divisa otro mar, éste de plástico, donde se cultivan tomates para la exportación. Pasará por Parazuelos, con un antiguo muelle de mineral, los Cocones y la Casa Colorada, que acogió los últimos veraneos de Felipe González antes de convertirse en presidente del Gobierno. La vivienda, de fachada roja y techo a cuatro aguas, entre un bosquecillo de tarays, es ahora un singular alojamiento turístico. En la primera planta del inmueble todavía se conserva el billar francés en el que el político socialista jugó sus partidas aquellas tardes de estío. Si seguimos avanzando, a unos pocos metros, una columna de piedra marca el límite municipal entre Mazarrón y Lorca. Se levantó hace 440 años. Ahí sigue.

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