Privacidad pública

La indudable notoriedad pública de cualquier presidente de Gobierno no tiene por qué extenderse a su familia más allá de las demandas protocolarias, ni mucho menos mermar el derecho a la privacidad y la intimidad que atesoran sus hijos, especialmente protegido por la legislación común si se trata además de menores. Desde que llegó a La Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero y su esposa se han mostrado singularmente celosos a la hora de evitar la exposición mediática de sus hijas, hoy dos adolescentes de 14 y 16 años, de las cuales apenas existía constancia gráfica hasta la fotografía con el matrimonio Obama en el Metropolitan de Nueva York. El presidente puede tener razones como padre para lamentar la difusión de esa imagen y, desde luego, para sentirse indignado por algunas insidiosas manipulaciones y comentarios que ha sufrido la misma a cuenta del atuendo de Laura y Alba. Pero lo que sorprende de esa foto es que se propiciaran las condiciones para hacerla si el objetivo seguía siendo blindar a ambas jóvenes ante el escrutinio mediático. Es cierto, como constata una instrucción de la Fiscalía de 2006, que los hijos de los personas con notoriedad pública son menores «sin más» que requieren la misma protección que el resto. Sin embargo, resulta del todo excepcional que acompañen a sus padres en un viaje de trabajo que incluye dos cumbres internacionales con representación oficial de España y que se fotografíen con Obama en la recepción que éste ofreció a todos los mandatarios internacionales convocados a la Asamblea General de la ONU; un acto cuya formalidad quedó reflejada en el álbum colgado en Internet por la Casa Blanca, de donde partió la instantánea antes de que Moncloa pidiera su retirada. La foto no formaba parte de un contexto privado sino en buena medida, institucional, por lo que lo inapropiado no era la imagen sino la presencia de las hijas del presidente en ella.