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JOSÉ IBARROLA
¡Qué lejos está Bolonia!
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¡Qué lejos está Bolonia!

JOSÉ MARÍA POZUELOS YVANCOS

Sábado, 22 de noviembre 2008, 03:00

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A la mayor parte de los lectores les parecerá que Bolonia, una de las más hermosas ciudades italianas, de esos burgos medievales que han creado Europa, no está precisamente lejos. Una hora y cuarto de avión nos separa apenas de ella. Pero Bolonia, el llamado Proceso de Bolonia, que define el que se conoce como Espacio Europeo de Educacion Superior, está muy lejos de todos cuantos oímos hablar de ella. Porque de repente todo en Educación está patas arriba y de eso tiene la culpa, nos dicen todos, Bolonia. Lo dicen quienes están en contra por cuanto supone una radical transformación de la Universidad y de su sentido de servicio público, y lo dicen quienes están a favor de ese proceso justificándolo con el prestigio que Bolonia como mito europeo de Cultura tiene tras de sí, diciendo poco más o menos que Bolonia es la modernidad, la Europa unida, etc., etc. De manera que mira por dónde Bolonia se ha metido en nuestras vidas más allá de lo que pensábamos.

Pero lo que mueve esta reflexión tiene que ver con ese disfraz que bajo el nombre de Bolonia esconde otro tipo de poder. Y lo describiré a partir de una anécdota real. El otro jueves un estudiante me preguntó si yo sabía por qué había huelga, es decir, si yo sabía las razones por las que él, y todos los estudiantes universitarios y parte de los de Bachillerato, se habían puesto en huelga. No deja de ser curioso que quien está en huelga, no sepa muy bien qué es eso de Bolonia que lo ha llevado a la huelga. Pero no lo digo como censura, porque el problema principal es que la gente no sabe dónde está el poder contra el que combate. Por responsabilidad mínima, creo haber llegado a saber qué es lo que los rectores de hace unos ocho años definieron como Espacio Europeo de Educación Superior, pero tampoco pude explicarle muy bien a ese alumno qué había realmente hoy detrás de lo que llaman Bolonia. Porque ahora es otra cosa a la definida entonces. Lo que está pasando es que se le esté echando el muerto a Bolonia de todo, se la quiere poner como coartada de cuanto se quiere hacer. En Bolonia las universidades definieron una estructura de estudios compartida (grados y posgrados, y número de créditos) para facilitar la movilidad e intercambio y reconocimiento de títulos entre los miembros de las universidades europeas. Pero de ahí a todo cuanto se está haciendo en su nombre hay un abismo.

Pero lo curioso es que mi interlocutor estudiante y yo compartíamos un espacio de descontento, un magmático sentimiento de pérdida de una suerte de seguridad: aquélla que nos daba el creer que contábamos de alguna forma. Que podíamos participar en las decisiones. Bolonia está siendo a mi juicio la coartada de algo muy grave. El hecho es que a la comunidad universitaria y educativa en general se nos está hurtando la posibilidad de decidir sobre nuestro futuro, incluso se está tácitamente abdicando de las que habían sido conquistas de ordenamiento autónomo de la Universidad respecto a los poderes centrales y políticos. Es un hecho que las estructuras democráticas habilitadas por la democracia española para el ordenamiento de la vida universitaria, es decir el Claustro, Consejos de Gobierno, Consejos de Departamento, Juntas de Centro, etc., en realidad se han ido convirtiendo en meros ejecutores de unas directivas que vienen de arriba, y de tan arriba o tan lejos que está muy difusa la procedencia concreta. Todo cuanto ocurre se refiere a un organismo llamado ANECA, agencia de calificación de la calidad universitaria, que todo lo define y lo prescribe.

Antes, en los tiempos predemocráticos por lo menos sabíamos que era el Ministerio, y éste o aquél político o catedrático mandarín o Rector frente al que protestar. Ahora ni siquiera eso. Ese organismo que crece y crece, lleno de comisiones para todo, para plazas de profesores, para proyectos de investigación, para planes de estudio, no sólo se ha convertido en un mecanismo que ha vertido agua de borrajas sobre la autonomía universitaria, sino que ha sustituido incluso al poder político conocido para constituirse en un poder que tiene la propiedad básica del verdadero poder: no se sabe quién es, y nadie conoce frente a quién protestar. No tiene rostro, como antes lo tenia un ministro al que pedir la dimisión. Ahora es una Agencia que se define a sí misma como de Calidad pero eso de la calidad es una propiedad o condición que no tiene demostrada ella misma.

La gente, que lo percibe, y lo comienza a sufrir a tal poder omnímodo le llama Bolonia, pero no debemos engañarnos. Bolonia no era eso, está siendo si acaso el pretexto, la coartada pseudohumanista o pseudo intelectual para una concentración de poder universitario en manos de unos pocos de una magnitud desconocida en nuestra historia, incluso en la más negra etapa de ella. Bolonia es el nombre del que se ha dotado ese nuevo poder que rige los destinos universitarios y que actúa por encima de los rectores, y aun por encima de las autonomías y por supuesto por encima de claustros, de profesores y de alumnos. Está más allá, muy lejos. Y dicta la partitura con la música que todos los órganos democráticos de la Universidad se limitan a ir bailando. Me gustaría al menos saber quién es tal músico, ver su rostro.

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