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JOSÉ MARÍA FALGAS PINTOR

«La pintura es para mí algo que no puedo eludir»

Presenta su exposición 'Paisajes del agua. Pirineo aragonés' en la sala Casa Grande de Santomera «Son cuadros en los que el contraste se impone a la armonía»

P. S.

Viernes, 26 de septiembre 2008, 03:12

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Dice que su idea constante no ha sido «sujetarse a una idea determinada. He practicado técnicas distintas, como óleo, acuarela, acrílico, dibujo... y esto ya supone no quererte meter en una línea de especialización, algo que yo odio. Nunca he querido que se me ponga una etiqueta. He pintado retratos, unos mejor que otros, y paisajes, en los que he sacado más o menos partido en función de lo que me hayan emocionado. Odio, temo y tengo auténtico horror a las especializaciones. Más no te puedo decir». Así de rotundo se expresa José María Falgas, veterano pintor que, en las altas cotas de su vida y de su obra, sigue como alarmado ante ciertas manifestaciones artísticas. Él continúa su camino y esta tarde, en la sala de exposiciones Casa Grande, en Santomera, presenta su exposición Paisajes del agua. Pirineo aragonés.

-¿Cómo es esta nueva exposición?

-Recojo el agua, como elemento que da vida a los paisajes en los que aparece desde el hielo al musgo. Son paisajes buscados, muy espectaculares por su propia línea y su color singular, situados en zonas muy agrestes. Durante toda mi vida he frecuentado el Pirineo aragonés, entre otras cosas porque he sido montañero y me sigue gustando el montañismo.

-¿A qué se debe el contrate de color tan intenso en los cuadros?

-Es que muchas veces el contraste se impone a la armonía, porque, junto a zonas de un verde intenso, puede aparecer un charco de agua casi helada. Hay unos contrates que son tremendos.

-Aunque sea en la montaña, ¿no se cansa de pintar?

-Lo haré cuando cierre los ojos, porque para mí la pintura es una especie de sensación vital, que llevo conmigo y que me mueve. No es un trabajo, ni un compromiso, ni siquiera con mi propio mundo de ideas. Es algo que no puedo eludir. Por eso necesito comunicarme a través del pincel, del carbón, del colorido, de la imagen...

-¿Es necesario pintar para comunicarse?

-Para mí sí, porque pretendo que mi propia emoción, lo que veo y quiero traducir, se entienda por todos; por tanto, ¿cuál puede ser mi lenguaje? Pues el lenguaje universal de la imagen. Una vez, en un poblado perdido del Sahara, llegó el momento de comer, pero no teníamos comida, porque el coche que la portaba se había retrasado. Estaba que me moría de hambre. Como no conozco ni árabe, ni inglés, dibujé una pata de cordero en una servilleta. La enseñé a los habitantes del lugar y no vea cómo se celebró aquello, y lo bien que me sirvieron la pata. Aquello me aferró mucho al convencimiento de lo que llamamos el lenguaje de la imagen.

-Pese a su interés, ¿ha llegado a tener crisis, fases decadentes, desinterés...?

-Sí, claro. Hay momentos en que te planteas la duda. Si lo estoy haciendo como verdaderamente quiero, a veces conozco opiniones sobre un determinado cuadro, que nada tienen que ver con lo que yo había pretendido. Quiero decir que mucha gente lo ve de otra manera. Por eso he tenido mis dudas, aunque siempre he conservado fidelidad a un modo de trabajar, que, aunque tampoco creo que es una virtud, siempre me ha acompañado.

-Su mundo pictórico, ¿se limita a lo que conocemos?

-Hay muchas cosas mías que no se conocen y que espero que algún día salgan a la luz, y que me hicieron iniciar el camino de la abstracción, a través del color. Nunca he querido prescindir de la sugerencia. Si en la abstracción descarto la forma, a través del color busco una cierta emoción y, para encontrar esa emoción tienes que recurrir a un objeto que emocione. Hay cosas que, por pudor, o hasta por temor, no he enseñado nunca. Me ha ido bien, he tenido una especie de conformidad, porque he seguido mucho la opinión de quienes han juzgado mi pintura. Y pegar un giro de ciento ochenta grados y aparecer con una cosa extraña...

-Ese supuesto giro, ¿también hubiera tenido su valor?

-Para mí la pintura es la imagen a través de muchas expresiones, de muchos talantes, como un Rafael pintando a un cardenal, o un Picasso pintando a la señora del ojo morado. Son, sin duda, formas tremendamente distintas y distantes en el modo de interpretar la vida, pero no son unas formas válidas, en las que se encuentran todos los ingredientes necesarios para hacer un buen cuadro.

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