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DESPEDIDA. El pedáneo de Beniaján, Francisco Hernández, bajo el rótulo de 'La Nueva Parra'. / I.S./AGM
La 'Nueva Parra' ya no volverá a echar racimos de uva
MURCIA

La 'Nueva Parra' ya no volverá a echar racimos de uva

El típico ventorrillo, situado en el cruce de antiguos caminos de Beniaján, deja definitivamente de servir chatos de vino después de 150 años de historia

MANUEL HERRERO

Miércoles, 20 de agosto 2008, 03:09

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Ya no pararán los carros con la burra, ni ahora los coches, en el merendero La Nueva Parra. El alboroque a los difuntos y la reunión de todas las noches de los jueves cumpliendo el ritual los hombres para discutir el precio de las patatas, charlar de las huertanas a las que la edad ya les llega para ser casaderas, o el revuelto de anís paloma al alba, es ya historia. Este mismo mes de agosto, justo ciento cincuenta años después de que abriese por vez primera La Parra ha cerrado sus puertas para siempre.

Era de esas tabernas de pueblo. El parral que había en la puerta de acceso al recinto le dio nombre al establecimiento. Abrió sus puertas a mediados del siglo XIX en la Calle de la Cacarruta, ahora rebautizada como Calle del Merlo, situada en pleno centro del casco urbano de Beniaján, pero que en aquellos tiempos era lugar céntrico del pueblo y cruce de caminos y sendas, los que venían del Caminico, o de del Camino de los Leales; también quienes se acercaban de la huerta al toque de la parroquia de San Juan tenía como lugar obligado de parada la taberna La Parra para tomar un chato de vino, siempre de Jumilla.

Era un establecimiento con olor a mesas de troncos de morera y sillas ensogadas de anea, con las paredes del local limpias como los chorros del oro, y no era para menos, pues se había adecentado con azulejos de adornos siguiendo la tradición árabe.

Como ocurre con algunos negocios, en este caso también pasó de herencia, en esta ocasión a José Riquelme Marín, cambiando sólo el nombre, La Nueva Parra, ventorrillo que ha continuado manteniendo exactamente la misma estructura del local y también las recetas del puchero: ternera en salsa, lengua estofada, patatas al ajo cabañil, costillas a la brasa, eran platos obligados de tomar; y eso sí, las cabezas de cordero asadas al horno, tal cual hacía más de cien años aquellos viejos abuelos y hombres de la huerta llevaban a casa como obsequio a sus mujeres después de la obligada tertulia de los jueves.

Pero los tiempos pasan, se emprenden nuevos negocios, a los nuevos retoños no les importa que el parral continúe echando nuevos tallos de uva, pero ellos buscan nuevos oficios, menos esclavos detrás del mostrador.

A la clausura asistieron las fuerzas vivas del pueblo: el alcalde pedáneo, miembros de la Junta Vecinal, representantes de distintas asociaciones y hasta el cura del pueblo no quiso perderse el chato de vino, aunque estuviese sin bendecir, pero ha sido el último brindis. La Nueva Parra ya no echará nuevos zarcillos para asar cabezas de cordero. Las puertas se han cerrado cumpliendo 150 años de historia.

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