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SOCIEDAD

Mucho más que un juguete

LA VERDAD

Sábado, 23 de febrero 2008, 02:00

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Las casas de muñecas son uno de los juguetes que unen a más generaciones entre las diminutas paredes de sus habitaciones. Este delicado arte, que representa con total fidelidad escenas de la vida cotidiana, tiene un origen difícil de precisar. Las primeras casas de muñecas de las que se tiene noticia se sitúan en el antiguo Egipto, con la representación en madera de edificios singulares, modelos de siervos, mobiliario y alguna mascota, que tenían, en cualquier caso, una finalidad religiosa.

En Europa, los antecedentes más claros de lo que hoy consideramos casas de muñecas son los llamados conjuntos de habitación, una base de madera con tres lados, pero sin techo, que representaban escenas de la vida cotidiana. Ya en el siglo XVI, el Duque Alberto de Baviera encargó a un artesano austríaco la reproducción de su propia casa como regalo para el cumpleaños de su hija.

La mejor época

El máximo esplendor de las casas de muñecas se sitúa en la Alemania del siglo XVII. La prosperidad económica del centro de Europa hizo florecer multitud de artesanos dedicados al miniaturismo. Las clases altas encargaban réplicas de sus casas, o de sus residencias de verano, que decoraban con gran lujo de detalles y materiales, para impresionar a las visitas. Los muebles, la vajilla, las ropas de cama todo estaba hecho a mano por ebanistas y orfebres y en fiel réplica de los originales, tanto que incluso se utilizaban los mismos materiales. Así, era fácil encontrar que en estas casitas los muebles fueran de nogal, las vajillas de porcelana o las sábanas de hilo. El elevado coste de los materiales y las piezas hacían de estas casas unos juguetes sólo aptos para las clases altas.

Las casas de muñecas, generalmente expuestas en vitrinas, tenían otra finalidad que la simplemente ornamental. Servían a las clases acomodadas para instruir a las niñas en el manejo y organización de la casa y los criados, así como para aleccionarlas en decoración y estilos arquitectónicos.

Al estar realizadas por encargo, cada casa era única. Las bases de construcción eran similares, siguiendo los estilos arquitectónicos de la época, pero la disposición de las habitaciones, el mobiliario o los pequeños habitantes eran confeccionados a mano, lo que daba a cada casa una singularidad especial. No fue hasta la llegada de la Revolución Industrial cuando la manufactura de estas miniaturas se masificó, entrando a formar parte de las cadenas de montaje de las industrias jugueteras. Así, de los talleres artesanos se pasó a las actuales tiendas de juguetes.

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